Las reacciones normales y patológicas cuando estalla el mundo que conocemos

Entre 50% y 66% de la gente tendrá manifestaciones psíquicas a raíz de la pandemia y el aislamiento. La pérdida del control

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Por CARLOS ALTAVISTA

caltavista@eldia.com

La pandemia de coronavirus y el consecuente aislamiento social para combatirla provocan una situación disruptiva que viene a romper nuestra realidad. Una situación que pone en jaque nuestras creencias fundamentales, las que nos permiten dar significado al mundo. Una amenaza que altera nuestra sensación de seguridad, de control sobre las cosas.

La descripción de María Cecilia Zubia, psiquiatra y presidenta de la Asociación Platense de Psiquiatría, junto a la proyección de la comunidad profesional de que “entre la mitad y las 2/3 partes de la población presentará manifestaciones psíquicas”, disparan la primera pregunta: ¿qué manifestaciones son normales y cuáles patológicas?

El desconocimiento de lo ‘por venir’ implica falta de control y nos enfrenta a la finitud

 

Cuando se sabe que el mundo dejará de ser el que conocemos pero se desconoce lo que sobrevendrá, cuando la única certidumbre es la incertidumbre, la capacidad de respuestas individuales y colectivas (al menos medianamente) racionales adquiere un valor inconmensurable.

A principios de los ‘90, alguien explicó el masivo vuelco de gran parte de la comunidad latinoamericana hacia (en ese entonces) nuevas expresiones religiosas a partir de la caída del Muro de Berlín. “Muchas generaciones crecieron con la ‘tranquilidad’ de que los ‘buenos’ estaban de este lado y los ‘malos’ de aquel. Ese esquema de creencias voló por los aires, y la gente se agarró de lo que pudo”, analizó.

“Hoy, las manifestaciones psíquicas más frecuentes encuadran en lo que llamamos ‘respuestas normales ante una situación anormal’. Para determinar cuando una reacción pasa de normal a patológica tenemos algunos criterios. Al menos tres: la duración en el tiempo de la manifestación, cuando no cede, su intensidad, y el deterioro que esa sintomatología genera en los planos social y laboral”, señaló Zubia. Y puntualizó que entre las reacciones normales entran ciertos niveles de ansiedad, temor, tensión muscular, dificultad para dormir por preocupaciones relacionadas con la fuente de sustento de la persona. “Ahora bien, si el miedo se torna incapacitante al punto de ser una barrera para ir al mercado a proveerse de alimentos, al trabajo en el caso de quienes tienen que seguir yendo, a la farmacia o al médico para llevar a un familiar que no puede manejarse por si solo, estamos ante una ansiedad patológica. Otro efecto patológico es el contrario, o sea, romper la cuarentena poniéndose en riesgo a si mismo y a los demás. Y en un extremo, encontramos conductas destructivas o autodestructivas”, diferenció.

La profesional puso de relieve “la enorme responsabilidad de las autoridades sobre esas manifestaciones” pues de su accionar y transparencia “las personas pueden recibir tranquilidad o no. Igualmente es clave el rol de los medios de comunicación transmitiendo información veraz y equilibrada, sin estimular el morbo en medio de tanta incertidumbre”, expresó.

Incertidumbre. Una cuestión medular. “Aparece como uno de los principales sentimientos que afectan a los individuos en las encuestas de los últimos días”, comentó la especialista en psiquiatría infantojuvenil, María Paola Piñeiro (ver nota aparte).

“La incertidumbre genera en el estado de salud mental de las personas dos tipos globales de reacciones. Las más frecuentes, negativas, paralizantes y angustiantes. Y otras positivas, de proacción y resolución”, añadió Piñeiro para entrar en el terreno de la ‘pérdida del control’.

“El desconocimiento de lo ‘por venir’ implica falta de control. Y en esta situación mundial que nos acontece, la falta de control tiene que ver con lo más preciado: la vida en sí misma. Nos pone frente a frente con la finitud. El estado de alerta permanente por ‘manejar algo de lo que sucede’ provoca un consumo de energía psíquica que desborda y hace emerger quejas somáticas, cansancio, dolores, angustias, irritabilidad, dificultades en la convivencia, paralizando nuestras acciones y dejándonos a merced del ‘destino’”, disparó.

Su colega recordó que si bien convivimos con la incertidumbre, existe “un sesgo o ilusión de control que opera dándonos seguridad. Hay una creencia de que podemos controlar el devenir de los hechos. Si bien tenemos cierta influencia sobre algunos, esa ilusión o sesgo nos lleva a creer que podemos influir en todo el proceso”. Eso tranquiliza. Pero hay gente que tiene una “gran intolerancia a la incertidumbre, y por ende una gran necesidad de control. Son muy propensos a la ansiedad y poseen rasgos perfeccionistas”, definió María Cecilia.

¿Y qué hacer? “Primero comprender que es normal cierto nivel de ansiedad. No hay superhéroes. Hasta los profesionales de la salud tienen angustia y temores. Es importante no sobreexponerse a información sobre la pandemia, mantener los hobbies, hacer ejercicio físico, pensar en proyectos”, destacó.

“La pandemia, que puede llegar a ser una de las más importantes de la historia de la humanidad, como los momentos de grandes crisis o guerras, saca lo mejor y lo peor de las personas. Y ello es esencial de ‘ser humano’”, consideró el psiquiatra Sergio Javier Cuba. Su colega Zubia explicó que “tenemos unas neuronas denominadas espejo, que son las dueñas de la empatía, de tener la capacidad de ponerse en los zapatos del otro y entender sus sentimientos y emociones. No obstante, para que el altruismo ocurra, aparte de la indemnidad de este sistema necesitamos que se haya dado en la infancia un proceso de aprendizaje e internalización de esos valores. La mezquindad puede ser producto del estrés, que lleva a alguien a no detectar lo que está ocurriendo; esa es una actitud que no tiene intención y se puede enmendar. Ahora bien, hay quienes directamente carecen de empatía, o en el proceso de socialización temprana les inculcaron otro tipo de valores”.

En ese contexto, ¿cómo se explica la discriminación a médicos y enfermeros? ¿No es pegarse un tiro en el pie? Zubia retomó el concepto de situación disruptiva que rompe nuestro mundo y pone en jaque nuestras creencias y seguridades. “Podemos pensar esa actitud como la proyección de los propios miedos y fantasmas en ese médico o enfermero. Se ubica la enfermedad allí porque se tiene la imperiosa necesidad de hacer invisible a un enemigo tan poderoso como invisible. Darle cuerpo para poder enfrentarlo. Recuperar algo del control perdido. De más está decir que no son formas adaptativas”, finalizó.

 

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