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Mas de dos meses de cuarentena. Y sigue. Los afectos y la libertad fueron revalorizados. Pero también la idea del cuidado
La libertad de moverse a gusto está entre las cosas que más se extrañan, luego de los afectos / G. Calvelo
¿Qué extraña de la prepandemia y que teme perder el día después?
“Yo extraño las caminatas. Danzar con mis amigos de biodanza. Sólo temo por mis hijos (...) Y lo que más me angustia es no volver a amar (Marcela)”. “Lo que más extraño es la libertad de caminar, y las charlas con mis amigas (Susana Laz)”. “Perdí la libertad de agarrar el auto y salir a la ruta (Carlos S.)”. “Extraño abrazar a mi familia (Silvia Cavaz)”. “El contacto humano, un café al paso, los encuentros con amigos (Adriana Pereira)”.
“Lo que más extraño son los abrazos y besos de la gente que más quiero. Lo que temo perder es la libertad, o que esta siempre esté condicionada (Leticia Marchione)”. “Temo perder el hábito de socializar, creo que tal vez se pierdan los saludos efusivos, aunque esto último me parece saludable en lo estrictamente sanitario (Roberto Abrodos)”.
“Lo que mas extraño es el aroma que les siento a mis papás cada vez que los abrazo. Temo perderme acontecimientos importantes de los hijos de mis amigas. Uno se largó a caminar en plena cuarentena (Eri Hovinga Cipollone)”. “Los mates con amigos y los abrazos (Luis Cantero)”. “Extraño la libertad y la valoro más que antes. Y a tres de mis cinco nietos, que no veo desde que comenzó esto (Mónica Pucheta)”. “Lo que temo, cuando termine esta pandemia, es contar a mis afectos y que me falte alguno (Nancy Maldonado)”.
Lo que expresan hombres y mujeres acerca de aquello que extrañan y/o temen perder en esta inédita situación que toca vivir apunta directamente a los afectos, por un lado, y a la “libertad”, por el otro.
“Antes de la pandemia, las tecnologías ya habían invadido nuestras vidas. Muchas veces sentíamos haber perdido formas de encuentro con los otros y, en muchos casos, seguíamos trabajando vía redes al llegar a nuestras casas; cierto empuje social hacia el aislamiento que, casi como una ironía, la pandemia viene a interrogar: ¿qué lugar le damos a cada cosa?”, plantea la licenciada en Psicología y codirectora del Centro de Orientación Vocacional Ocupacional (UNLP), Eugenia Ruiz. Y dice que “es llamativo que en este punto el mundo de los afectos sea lo que aparezca con toda su fuerza a la hora de imaginar perder algo: el lazo social se consolida como aquello que tendrá que mutar, virtualizarse, transformarse pero, en ningún caso, algo a lo que podamos renunciar”.
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¿La libertad? “Si miramos los medios de comunicación, las consignas se multiplican en un imperativo a aprovechar el tiempo. ¿Qué hacemos con el tiempo teniendo tanto tiempo?”, apunta Ruiz con un juego de palabras. Y reflexiona: “Debemos repensar la idea de tiempo libre para quitarle esa exigencia de productividad, de rendimiento, que solo nos deja más angustiados por no alcanzar los estándares de ‘aprovechamiento’. El tiempo que para muchos hoy no está reglado por la lógica del mercado, ni del deber, debería poder recuperar cierta idea de libertad que tanto se nombra en las encuestas. No sólo somos libres cuando podemos circular sin restricciones por los espacios públicos. También nos volvemos libres cuando reconocemos formas de libertad en lo que hacemos, libres de esa exigencia de evaluación permanente. Al decir de Skliar, la idea de libertad reside también en la posibilidad de leer por leer, estudiar por estudiar, jugar por jugar nomás. Quizá se trate de aprender a convivir con una idea de libertad que más allá de la distancia permitida, nos encuentre con nosotros mismos y con los otros de otra manera”.
“Quizá -continúa- si volvemos a pensar la noción del ‘tiempo libre’ también encontremos los fundamentos del acto educativo. No por enviar consignas alguien enseña, ni por contestarlas, un sujeto aprende. El desafío es restituir ese tiempo libre a los niños, adolescentes, estudiantes, generando atmósferas que no implican un tiempo vacío, sino un tiempo liberado de la carga de un resultado, de un rendimiento esperado”.
La profesional trabaja con jóvenes en el Centro de Orientación Vocacional. Y desde ese lugar hizo hincapié en el particular momento que viven quienes están finalizando el colegio. “Trabajar con jóvenes es todo un desafío en estos tiempos, donde el último año de secundaria, ese momento tan esperado y tan lleno de marcas ritualizadas, ha quedado suspendido. Los buzos de la promoción, el UPD, el viaje de egresados, la fiesta, el tiempo para despedirse del cole, de los compañeros. Los chicos y chicas están atravesados por la ausencia de estos rituales, y ello también les impide conectarse con las tareas, pensar con claridad, y sobre todo imaginar un proyecto ocupacional”.
La especialista puntualiza que “si en algo nos moviliza a todos esta cuarentena es en el hecho de que nuestros proyectos han quedado en algún punto suspendidos, con todo lo que implica esta palabra. Suspendidos, en el aire, en la incertidumbre de saber qué pasará. Incluso para aquellas personas que siguen trabajando. Me refiero a suspendidos de las pocas certezas que habíamos logrado conquistar, de las condiciones de seguridad que creíamos tener. Y estar suspendidos es un poco quedarse pedaleando en el aire. Ahí es donde nuestro cotidiano se vuelve amplificado y, como un eco, puertas adentro nos confronta con esa vida que llevábamos”.
¿Y la negación? ¿Cómo opera? “Es verdad que en circunstancias excepcionales aparece la doble cara de las sociedades. Están quienes se muestran indiferentes, negadores y hasta encuentran rédito y provecho en esta situación. Pero también quienes construyen gestos esperanzadores (“aislados pero no solos”, “de esta salimos juntos”). Quisiera pensar que esas consignas son parte de haber entendido que ningún proyecto individual puede sostenerse si no es desde un proyecto colectivo”, remarca Eugenia Ruiz.
La idea de libertad reside también en poder leer por leer, estudiar por estudiar, jugar por jugar
La libertad de moverse a gusto está entre las cosas que más se extrañan, luego de los afectos / G. Calvelo
“ (Vivimos) atentos a que la matemática nos diga cuán cerca estamos de la catástrofe. Y perdemos de vista que, tan importante como saber lo que pasa, es preguntarnos por lo que ‘nos’ pasa”. Eugenia Ruiz - Licenciada en Psicología
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