Graciela Caldino
Edición Impresa | 3 de Julio de 2020 | 02:14

Docente a la que guió una intensa vocación; formada con un nivel de excelencia tanto para Lengua como para Ciencias Sociales, las materias que dictó durante 50 años en los últimos grados del ciclo primario del colegio Santa Lucía; y dotada de un carácter amable, generoso y siempre optimista, con esa última característica suya que no cedió aún en las peores circunstancias. Así la recordará a Graciela Caldino la comunidad educativa de la institución de Tolosa, donde la docente dejó como marcada a fuego su entregada presencia.
Había nacido el 14 de marzo de 1943. Fue la hija de un matrimonio de comerciantes, concretamente dueño de una juguetería que funcionó por años en la esquina de 6 y 46, donde en la parte superior del local vivió con sus padres y su hermana. Toda la educación la cumplió en el Colegio Inmaculada, y de ese establecimiento egresó con el título de maestra.
De tal talla fue su trayectoria en el Santa Lucía que este diario destacó su actuación al frente de las aulas en una nota que se publicó en 2012, cuando alcanzó las bodas de oro con la enseñanza. A esa altura de su carrera docente, siempre fiel al proyecto del colegio de la calle 5 entre 522 y 523, gran parte de su alumnado eran hijos y nietos de antiguos estudiantes suyos.
Su figura significa, de alguna manera, la memoria institucional de un colegio que se creó en 1958 y al que ella se incorporó como docente apenas unos pocos años después de habilitado. Resaltaron, en ese sentido, sus compañeras de tareas, que llamaba la atención la manera en que al acercarle una fotografía de grados de otras décadas ella recordaba sin vacilar los nombres de cualquiera de esos ex alumnos.
Y fue, asimismo, muy querida no sólo por los estudiantes de las tres generaciones que educó sino también por las familias de esos chicos y por sus colegas, muchas de ellas más jóvenes, a quienes les transmitió lo que ella recogió de su rica y larga experiencia.
También fue un pilar, durante algunos años, de la Asociación Cooperadora del Hospital Noel Sbarra, donde integró la comisión directiva.
Tuvo un hijo, Ramiro, que nació con algunas dificultades de salud y por el cual luchó de manera incansable. Hace un poco más de un año el joven murió y fue ese el peor golpe que recibió de la vida. Por fortuna, se ganó dos hijos del corazón: Gabriela y Diego, quienes la acompañaron hasta el último momento.
Fue una mujer que profesó con una gran fe el catolicismo; muy practicante, era infaltable a su cita de la misa de los domingos.
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