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Séptimo Día |PERSONAJES DE LA HISTORIA

Roque Sáenz Peña, un estadista que transparentó a la democracia

Se cumple hoy un nuevo aniversario de su muerte. Los alcances y consecuencias del voto secreto, universal y obligatorio

Roque Sáenz Peña, un estadista que transparentó a la democracia

Roque Sáenz Peña, con la banda presidencial / Archivo

9 de Agosto de 2020 | 08:39
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“Quiera el pueblo votar”, fue la frase de Roque Sáenz Peña -de quien se cumple hoy un nuevo aniversario de su fallecimiento ocurrido en 1914- con la que plasmó el objetivo de transparentar a la democracia argentina y que lo consagró en la historia como uno de los principales estadistas.

El era presidente de la República y como tal propuso ante el Congreso la sanción del voto secreto, universal y obligatorio para la población. Esa norma esencialmente republicana fue impulsada por quien, junto a otros dirigentes de su época, advirtieron con lucidez que las exigencias políticas y sociales demandaban profundos cambios en la vida electoral.

El alegato textual de presentación de la ley fue formulado en los siguientes términos por Roque Sáenz Peña: “He dicho a mi país todo mi pensamiento, mis convicciones y mis esperanzas. Quiera mi país escuchar la palabra y el consejo de su primer mandatario, quiera el pueblo votar”.

La ley fue sancionada el 10 de febrero de 1912 y promulgada el 13 de febrero de ese mismo año, por el Congreso Argentino. Su nombre deviene del abogado y político argentino Roque Sáenz Peña (1851-1914), que le tocó el mandato presidencial de 1912-1918, pero que murió dos años antes y fue reemplazado por su vice Victorino de la Plaza, fiel seguidor de sus ideas.

“Quiera mi país escuchar la palabra de su primer mandatario. Quiera el pueblo votar”

 

Explican los historiadores: voto es secreto para resguardar la voluntad del ciudadano. Universal sin restricción ninguna salvo la edad (en el mundo más tarde llegaría el voto de la mujer). Obligatorio para que todos los ciudadanos tomen la responsabilidad de la conducción del país.

La ley buscó airear los comicios, combatir el uso de la coacción, disipar las amenazas y compras de votos, entre otras corruptelas electorales. Y si bien el fraude que era moneda corriente en ese tiempo, seguiría presentándose bajo diversas formas en casi todos los turnos posteriores del siglo XX –desde el famoso latiguillo del “usted ya votó”, al voto de ciudadanos muertos, el cambio de urnas o el incendio posterior de urnas para impedir recuentos, la modificación arbitraria de las circunscripciones electorales, el sofisticado empleo del voto-cadena, etc.- la iniciativa de Sáez Peña, su esencia, fue y sigue tiendo rectora de la democracia argentina.

Pudieron votar por vez primera todos los ciudadanos argentinos, nativos o naturalizados y mayores de 18 años de edad. La incorporación a los padrones de miles de inmigrantes –cuando llegaba al Puerto la gran inmigración de europeos y de otros continentes- que luego se naturalizaron argentinos y la inclusión de la clase media en la vida política fueron los resultados positivos e inmediatos.

Hasta entonces, el poder se concentraba en la clase oligárquica, que manejaba el país a su arbitrio. La ley Sáenz Peña caló hondo en esas formas, abrió las urnas y les dio a los demás partidos la posibilidad de gobernar y de participar en la vida política del país.

Roque Sáenz Peña , como su antecesor, el también conservador Carlos Pellegrini reunieron dos características: los dos fueron conservadores, pero ambos de ideas progresistas. Los conservadores tenían, por entonces, una suerte de grieta, según cuenta el historiador Eduardo Lázzari: “Corría 1891, eran tiempos de crisis y dentro del viejo partido conservador, entonces Autonomista Nacional, surgió un desafío de los llamados “modernistas”: la candidatura del prometedor abogado Roque Sáenz Peña para la presidencia, a disputarse en 1892”. Esa candidatura ponía en riesgo al roquismo, al conservadorismo más tradicional.

“Ante el riesgo de perder el dominio de la situación política, se le ocurrió a Roca proponer al padre de Roque, Luis Sáenz Peña, para la presidencia. Pellegrini y Mitre asintieron e iniciaron la gestión para convencer a don Luis, que había dedicado su vida a la justicia, como abogado y como juez, y a la política como constituyente, diputado y senador. Halagado por la propuesta aceptó rápidamente”, añade. Está claro que el hijo se vio impedido moralmente de competir con su padre y renunció a la candidatura”.

El “Zorro” (Roca), el “Gringo” (Pellegrini) y don Bartolo (Mitre) lograron su objetivo. Roca, para hacer el momento más llevadero, le dijo a don Luis: “No es el momento, pero seguro Roque será presidente”. Una profecía que Sáenz Peña hijo se ocupó de cumplir”, concluye Lázzari.

EL PRECURSOR

Varios años antes de Sáenz Peña, el precursor de la modernidad democrática en la Argentina fue Carlos Pellegrini, según asegura el historiador Miguel Angel Iribarne. “Tal vez la primera personalidad expresiva de la actitud a que aludimos sea la de Carlos Pellegrini. Procedente del riñón de aquello a lo que Yrigoyen apostrofaba como el Régimen -había sido vicepresidente y presidente en la década del ‘90- , todavía en 1897 se encargará de proclamar la candidatura del general Roca a la reelección, a través de una conferencia brindada el 25 de agosto en el Teatro Odeón. Sin embargo, seis años más tarde, su diagnóstico de las prácticas políticas argentinas es demoledor”.

Sigue diciendo: “Comparando los incentivos que los inmigrantes tienen en EEUU y en nuestro país para integrarse en la vida cívica se pregunta: ``¿Derechos políticos? Pero qué alicientes puede ofrecerles ni qué esperanza pueden tener de ejercerlos útilmente en un país donde no existe, en la práctica, el sufragio libre, y donde los mismos nativos no votan, porque no se les permite votar o porque su voto no es respetado?’’.

La Ley Sáenz Peña le dio a todos los partidos la posibilidad de gobernar

 

Estas palabras de Pellegrini fueron dichas quince años de la reforma sancionada en el mandato de Sáenz Peña. Reseña luego Iribarne que “el año siguiente, en el banquete que le ofrece la Juventud Autonomista, denuncia: ``(la) causa fundamental de nuestra actual política es que todo nuestro régimen institucional es una simulación y una falsedad (...) En nuestra República el pueblo no vota. He ahí el mal, todo el mal, porque en los pueblos de régimen representativo, cuando falta el voto popular, la autoridad solo surge o se apoya en la mentira o la fuerza’’.

Agrega Iribarne: “más tarde, el 9 de marzo de 1906, en plena Cámara de Diputados desnuda el verdadero estado de cosas: ``El artículo 1ro. De la Constitución dice que la República adopta la forma de gobierno representativa, republicana, federal; y la verdad real y positiva es que nuestro régimen, en el hecho, no es representativo, ni es republicano, ni es federal’’. Y sostiene que “el carácter de Pellegrini permitía anticipar que no se limitaría al diagnóstico sino que, de una manera u otra, lanzaría prontamente un emprendimiento político activo con objetivos regeneracionistas”, aunque la muerte lo sorprendió ese año. Pero Roque Sáenz Peña tomó la posta.

Pellegrini y Sáenz Peña supieron siempre que, de prosperar el cambio electoral que propiciaban, serían otras y más de corte populista las administraciones que triunfarían en los primeros comicios que se realizaran bajo las nuevas pautas. El triunfo del radical Hipólito Yrigoyen, considerado el primero logrado en los términos de la ley Sáenz Peña, confirmó aquellos vaticinios. Y, además, los historiadores coinciden en calificar a Sáenz Peña como al último y acaso al más grande presidente liberal de la Argentina.

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