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Séptimo Día |HEBE UHART

Viaje al fin de lo cotidiano

La publicación de las crónicas completas de la autora argentina reafirma su pulso para registrar aquello que de tan simple y repetido se vuelve inadvertido

Viaje al fin de lo cotidiano

La narradora Hebe Uhart / Mauro Rico, Ministerio de Cultura de la Nación

13 de Septiembre de 2020 | 06:10
Edición impresa

La publicación de las “Crónicas Completas” de Hebe Uhart (1936-2018), en una edición que lleva prólogo de la escritora Mariana Enriquez, permite ver la riqueza de matices que la docente y narradora argentina despliega tanto en su observación de la cotidianidad como en sus viajes por el interior de la Argentina y su habilidad para documentar los variados registros de la oralidad en una escritura que simula la simpleza.

Ni lo exótico, ni lo marginal, ni lo extraordinario: desde que publicó su primer libro a los 26 años, “Dios, San Pedro y las almas”, Uhart estableció su territorio de indagación lejos de la cartografía donde muchos cronistas y narradores van a afilar su observación en busca de historias disruptivas. Ella, en cambio, se detuvo en paisajes reconocibles, tramposamente anodinos, para iluminar con su curiosidad desprejuiciada la rareza que habita en lo ordinario.

“Ese registro diverso de voces muestra un recorrido que abandona los centros, por así decirlo, para instalarse en los espacios periféricos. Pero esas periferias no están vistas como tales, son observadas en sí mismas y a su propia escala. Y hablando en términos de escala, si bien escribió sobre ciudades como Río de Janeiro o Lima, tendió a preferir los lugares más pequeños, como si tuvieran una escala más ‘humana’ en el sentido en que podían ser más asibles en sus particularidades”, sostiene Eduardo Muslip, el editor de la obra publicada por Adriana Hidalgo Editora.

“Esta actitud se traslada también, me parece, a lo visual: era más sensible a observar cómo había armado un pequeño comerciante la vidriera de su negocio o el modo en que come un animal individual que a la mirada distante de postal sobre una gran ciudad o sobre un paisaje natural; el detalle en el mundo visual tiene la misma importancia que la frase dicha al pasar en el terreno de la oralidad”, dice.

Con una mirada sagaz para los detalles, atenta a esos indicios que permiten detectar pliegues reveladores en rutinas tan mecánicas como hornear un budín o limpiar un mueble, la autora se movió siempre en la confluencia resbaladiza entre realidad y ficción, y cuidando de no surcar la escena con un yo demasiado invasivo: así como rechazaba toda impostura relativa al oficio del escritor, también evitaba la tentación de la mirada concluyente o sentenciosa.

De los 60 en adelante, Uhart construyó un sólido corpus de cuentos y nouvelles integrado por títulos como “Mudanzas”, “Señoritas” , “La luz de un nuevo día”, “Guiando la hiedra” y “Turistas” que se fue deslizando lentamente hacia la crónica. “Es un gesto político: el de ir hacia afuera, al encuentro de los otros. Y el gesto se acompaña de un sutil enfado cuando siente que a esos otros, de algún modo, se les quita dignidad”, define la escritora Mariana Enriquez en el prólogo de las “Crónicas completas”.

Convencida de que su inventiva estaba agotada, la escritora inició en 2011 con “Viajera crónica” una deriva que va a concentrar su sutil percepción del mundo animal -que se condensa en varios libros pero se apodera de la escena en su último texto, “Animales”-, su exploración de pequeñas localidades en el interior de la Argentina -Uhart es, como la define Enriquez “una cronista precarizada”- y su interés por los relatos olvidados de los pueblos originarios del continente.

El foco de su obra sigue siendo la minucia, el registro de aquello cotidiano e inadvertido

 

¿Por qué alguien que escribe con ese grado de elocuencia puede creer que la inventiva no opera cuando intenta registrar lo real? “Ese ‘abandono de la ficción’ puede pensarse como un camino de profundización de las estrategias que utilizaba en sus cuentos y novelas: el afinamiento de la capacidad de observación lleva a confiar más radicalmente en la particularidad que ofrece el otro cuando ese otro no está ‘haciendo literatura”’, señala Muslip.

“De todas maneras sabe que la inventiva aparece al registrar lo real: en sus crónicas sobre los animales, las observaciones de Claudio Eliano en la Roma antigua, que dice que tal ave puede suicidarse por el daño al honor que le produjo el adulterio de su compañera, o las anotaciones del director del zoológico de Buenos Aires a principios del siglo XX, que señala la pereza del león, o los experimentos de un biólogo actual, son todos igualmente atendibles en su esfuerzo por registrar la otredad más allá de la intervención de su ‘inventiva’. Y Uhart sabe que esa ‘inventiva’ opera también en su propia mirada”, remarca.

Fabián Lebenglik, director editorial de Adriana Hidalgo, dice que “las crónicas de Hebe muchas veces se confunden con sus cuentos, porque tienen la forma, la sintaxis, la construcción que usaba en la ficción”, porque ella “encontraba en ese desplazamiento hacia lo real, una fuente ‘natural’ que transfiguraba en literatura”.

En las 889 páginas que componen el reciente volumen, irrumpen todas las marcas de escritura que hicieron de la literatura de Uhart una poética distintiva: el humor omnipresente pero no invasivo, los párrafos concisos que no recargan la psicología apenas evidente de los personajes y su metodología pragmática para la exploración de un nuevo paisaje, que se resume en preguntas como “Señora, ¿dónde puedo encontrar a un vecino de mucha edad, pero que esté bien de la cabeza para que me cuente un poco la historia del lugar?”.

¿Cuánto dicen estos rasgos acerca de la manera en que la escritora percibía no solamente el ejercicio de la observación sino también la relación con el otro, con el lector? “Uhart confía en lo indicial: no hay algo concluyente en la mirada, evita los juicios categóricos. En las crónicas, confía en lo que escucha al pasar, los gestos que hace una persona, lo que observa en las calles de los lugares que recorre; los refranes locales o los apelativos que reciben los animales domésticos en un pueblo pueden decir tanto sobre el lugar como la producción literaria o ensayística, a la que, por otra parte, también recurre”, explica Muslip.

Lebenglik evoca, por su parte, lo reveladoras que resultaban las visitas de la autora para adelantar aspectos de su material: “Ella siempre ponía a prueba sus relatos futuros, a modo de ejercicio, cuando venía a la editorial a contarnos lo que estaba pensando escribir. Allí, en esa oralidad pícara y siempre risueña, nos anticipaba el tema, el tono y la estructura de los relatos por venir”, recuerda

“Era un modo muy genuino y coherente de su parte el de venir a poner en escena su textos próximos con quienes éramos sus primeros lectores. Y en esa escena ella conseguía un público: observaba e iba tanteando las reacciones, las complicidades, las miradas, las risas, las preguntas que sus relatos generaban. Ella proponía esta suerte de ‘cocina’ para ver cómo funcionaría lo que estaba a punto de escribir”, ilustra.

Sus textos se juegan en las pequeñas cosas, en su oído absoluto para los detalles

 

A través de obras como “Visto y oído”, “De la Patagonia a México” o “De aquí para allá”, la narradora oriunda de la localidad bonaerense de Moreno, encarna esa vocación de la crónica, señalada algunas vez por el periodista Martín Caparrós, como el registro que le otorga voz a los que no la tienen, una decisión que en el caso de Uhart la lleva a situarse en la perspectiva del inmigrante y del indígena.

“En ella hay una fuerte vocación por lo latinoamericano; la proximidad que muestra con un pueblo de la provincia de Buenos Aires no es muy distinta que la que siente por el habitante de un pueblo andino en Ecuador”, dice Muslip, y agrega que “su mirada sobre lo latinoamericano toma naturalmente en cuenta la cuestión de las migraciones y de la presencia de lo indígena. Le interesan las particularidades de distintos grupos y los mestizajes, y su idea de modernidad armoniza la voluntad de progreso material y movilidad social con la valoración de la herencia de muy diversas tradiciones”.

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