Cambiar hábitos: primero hay que mentalizarse

No se puede modificar la conducta de un día para el otro, pero sí iniciar pequeños nuevos comportamientos que permitan generarnos beneficios a largo plazo y alcanzar nuestros objetivos

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La pandemia puso patas arriba la vida de mucha gente. En muchos países no se pudo salir de vacaciones o ir a comer a un restaurante durante varios meses. Sin embargo, no todo tiene que ser una desolación. Si se pudo aprende a aprovechar algunas de estas circunstancias, seguro que hasta pudo haber beneficios.

Algunos especialistas creen que quien aprende a aprovechar estas circunstancias puede salir ganando, ya que los nuevos comportamientos y costumbres pueden ser beneficiosos para la salud, la convivencia y el medio ambiente.

La neurocientífica Maren Urner explica cómo perseverar en los objetivos de forma sostenida para lograr los fines que se quieren conseguir.

“¡El hombre es realmente un animal de costumbre! Y eso tiene que ver básicamente con la forma en que funciona nuestro cerebro. Las investigaciones demostraron que entre el 90 y el 95 por ciento de nuestras acciones en un día promedio tienen que ver con la costumbre. Si hacemos algo con frecuencia, se van interconectando con más fuerza las estructuras responsables en el cerebro. Esto hace que los senderos muy transitados se conviertan en autopistas, por decirlo de alguna forma. Y estas autopistas no se eliminan de la noche a la mañana”.

“Debemos rodearnos de personas que nos inspiren para estar más cerca de nuestros objetivos”

 

Pero para que podamos mantener en el tiempo los objetivos que nos fijamos, hay algunas cosas que resulta clave: “un componente muy importante es el entorno social. Deberíamos rodearnos de personas que nos resultan inspiradoras, que nos apoyan. Podemos citarnos con ellas y fijar objetivos juntos”, explica la especialista.

Llevar una mejor calidad de vida implica incorporar nuevos hábitos

También es importante fijarse objetivos intermedios. Nadie que nunca haya usado zapatillas de correr puede disputar al otro día una maratón. Por eso, lo mejor es empezar con pequeños objetivos intermedios.

Esta receta sirve también para vivir de forma más sostenible. ¿Qué puedo cambiar, por ejemplo, esta semana? Si nos hacemos esta pregunta cada semana, probablemente hayamos logrado algunas cosas para fin de año.

“Esos objetivos intermedios nos permiten darnos cuenta de que se pueden cambiar cosas. Esto hace que no nos sintamos impotentes ante el enorme desafío de perseverar en todos los ámbitos de nuestra vida”, resalta Urner.

¿Cómo sería un objetivo intermedio? “Hay grandes ámbitos en los que se pueden ir cambiando hábitos de forma sostenida: alimentación, movilidad, vivienda y el consumo en general. Al principio, cualquiera puede empezar preguntándose: ¿qué ámbito me es más fácil?”, explica la neurocientífica y agrega: “si alguien ya es vegetariano, por ejemplo, un objetivo de este tipo puede ser alimentarse solo de plantas -es decir, como vegano- durante dos días a la semana. Quien, por el contrario, come carne todos los días, puede probar con el flexitarianismo (alguien que es vegetariano en casa pero acepta comer carne en eventos sociales, por ejemplo)”.

La experta también suma que en cuanto a la movilidad, quienes viven en una ciudad pueden preguntarse: ¿necesito realmente un coche propio? Si renunciar al automóvil parece un paso demasiado grande, se puede empezar por usar la bicicleta o viajar en transporte público algunos días a la semana.

Siempre sirve ser sincero con uno mismo. ¿Dónde estoy parado? ¿De dónde vengo? Y luego pensar de forma realista qué se puede lograr en una semana o un mes.

No hay que sentir que se renuncia a algo, sino ver qué se gana con los cambios que se hacen

Cada vez que uno renuncia a cosas que le gustan, dan placer o comodidad, muchas veces se piensa en que se debe tener una recompensa por ese sacrificio. Pero Urner va un poco más allá y nos invita a cuestionar algunos conceptos.

“Me gustaría repreguntar: ¿cómo definimos renuncia y cómo ganancia? Como neurocientífica estoy convencida de que todo pasa por nuestra cabeza. Por eso es muy importante cómo discutimos sobre estas cosas con nosotros mismos y también con la sociedad”.

“Se trata de renombrar las cosas. Entonces no digo `renuncio a la carne´, sino `aprenderé nuevas recetas con verduras´. No digo: `renuncio al auto´, digo `viajar en bici en vez de en auto me permite darme cuenta por mí mismo qué tiempo está haciendo´”, ejemplifica la mujer.

Claro que si se fijan objetivos con otras personas se puede ganar contactos sociales y la sensación de poder cambiar algo activamente, se ganan además nuevas experiencias porque se consumen otras cosas y se pasa el tiempo de otra manera.

“No hay que decir `renuncio a la carne´, sino `aprenderé nuevas recetas´”

 

Las buenas intenciones suelen pesar rápidamente sobre la conciencia cuando no se cumple con los objetivos. Por eso hay que tener en cuenta algunas cosas.

“Nadie puede cambiar su vida por completo de la noche a la mañana. Las buenas intenciones suelen fracasar porque las personas se fijan objetivos poco realistas y quieren lograr cosas demasiado rápido”, cuenta la neurocientífica y finaliza: “no deberíamos fracasar ante nuestras propias intenciones, sino trabajar con estos objetivos intermedios y ser amables con nosotros mismos. Si las cosas no salen bien todos los días, como se esperaba, eso no significa que hayamos fracasado y que por eso debamos volver a las viejas costumbres”. (DPA)

 

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