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Nadie es perfecto: cómo enseñar a los hijos que las fallas son buenas

En una sociedad donde el éxito pareciera ser el único camino hacia la felicidad, los errores pueden llegar a tomarse con mucha frustración cuando en realidad brindan aprendizajes

Nadie es perfecto: cómo enseñar a los hijos que las fallas son buenas

Los niños deben entender que de los errores se puede aprender

24 de Octubre de 2021 | 07:24
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Vivimos en la sociedad del éxito, donde el triunfo se publicita a bombos y platillos. Muchas veces se trata de un éxito malentendido, idealizado, confundido con el tener dinero, la popularidad o el número de likes que consigue una foto o publicación. Pero hay que tener cuidado porque todo eso puede volverse contra uno mismo y lo único que hace es alimentar el ego y vuelve a las personas vanidosas.

Así, como contraparte, la sensación es que estamos en una sociedad donde hay poco sitio para los tropiezos, para los segundos puestos. Ya sea desde nuestro nacimiento o culturalmente, nos inculcan la necesidad de ganar siempre, de rozar la perfección, de disimular nuestras faltas y esconder nuestras equivocaciones. Donde se habla de puntillas de las derrotas, las equivocaciones o de las veces que nos va a tocar volver a empezar de cero.

¿No sería más fácil si desde niños nos hablasen sin tapujos de las veces que a lo largo de la vida vamos a perder batallas, fracasar en nuestros intentos, vamos a tener que cambiar de planes porque las cosas no nos salen bien ni a la primera ni a la décima?.

Esa es la recomendación de muchos especialistas para que se aplique en la educación de los hijos. La idea es que las derrotas de la vida se puedan ver como una formación de la persona que somos y sirvan de experiencia.

A menudo las dificultades terminan convirtiéndose en grandes maestras

 

A menudo las dificultades terminan convirtiéndose en grandes maestras y no hay que avergonzarse de ellas. Las personas felices no son quienes no tiene problemas sino las que han sido capaces de superar los obstáculos que el destino les ha ido poniendo.

Una de las mejores maneras de ayudar a nuestros hijos en su crecimiento y maduración es darles una formación que enseñe a encajar golpes con optimismo, que explique que la peor forma de perder es permitiendo que la derrota nos paralice y destruya los proyectos.

Aprender a hacer frente al error hace a los hijos mucho más resilientes, perseverantes y felices, aunque en ocasiones cueste y dé miedo ver como fracasan o toman decisiones erróneas.

NO HAY PADRES NI HIJOS PERFECTOS

Ofrecer disculpas y estar dispuestos a perdonar son prácticas que pueden solucionar problemas y ayudar a establecer una convivencia armoniosa en la sociedad. Esta es una habilidad de comunicación, de prevención y de resolución de conflictos que sus niños deben aprender para construir vínculos de confianza fuertes y sanos que les permitan desenvolverse en su vida familiar y social.

El punto está en cómo los padres pueden enseñarles esta destreza a los pequeños y cómo esas situaciones en las que los adultos no reconocen sus errores y no piden perdón llevan a contradicciones y confusiones en la enseñanza de valores a los pequeños.

Como padres es importante darles contención y confianza a los más chicos

Los expertos coinciden en que es muy común que los padres consideren que disculparse con sus hijos los llevará a perder autoridad y respeto frente a ellos, y por eso muchos evitan hacerlo. Pero todos los padres cometen equivocaciones en la crianza, por desconocimiento o por factores emocionales, lo que no indica que reconocerlos conlleve a la pérdida de respeto, ya que este se gana precisamente con este, no con imposición o autoritarismo.

Así mismo, los especialistas destacan que antes de pedir perdón, los padres deben aprender a perdonarse a sí mismos, ya que muchos se hunden en la frustración, lo que puede desencadenar inseguridades en el proceso de crianza. Aquí es clave entender que ningún padre “nació sabiendo” ni hizo un máster en paternidad.

¿CÓMO ENSEÑARLES A LOS HIJOS A SUPERAR EL ERROR?

Como todo en la vida, no hay una receta o modelo a seguir que garantice el éxito. Pero sí algunas pautas pueden dar buen resultado en líneas generales. Enseñar a los niños a vivir en el aquí y el ahora con honestidad y agradecimiento, sin tener la necesidad de tenerlo todo controlado. Aprendiendo a adaptarse al cambio, a dar la mano a lo imprevisible, a aceptar lo inesperado poniendo foco en lo importante.

Hay que hablar del error siempre en términos positivos: verlo como una gran oportunidad para aprender y volver a empezar, para buscar una mejor versión y seguir hacia delante.

Los especialistas también dicen que se debe darle a los hijos oportunidades para fallar, para que puedan aprender a hacer frente a sus tropiezos. No es que no se debe ayudar en nada, sino que lo mejor es auxiliarlos en la búsqueda de soluciones evitando la sobreprotección o la permisividad excesiva. A través del error se puede saber cuáles son las herramientas con las que cuentan los chicos para hacer frente a las adversidades de la vida, cómo las usan y cuáles son las que necesitan adquirir.

Los chicos deben tomar decisiones asumiendo las consecuencias que éstas puedan tener

 

Es importante acompañar a los pequeños con cariño y comprensión, entendiendo el miedo o la frustración que les puede provocar hacer frente al error.

Y la clave es enseñar a pedir ayuda siempre que lo necesiten sin miedo al ridículo, buscando los mejores aliados en sus proyectos.

No menos importante es guiarlos en el sentido de que tengan metas razonables para que se sientan satisfechos y orgullosos cuando las consigan. Se les pueden proponer retos a diario a los que se puedan enfrentar, buscando nuevas respuestas y cultivando la curiosidad.

Esa es una forma de fomentarles la confianza en sí mismos sin permitir que los fracasos les llenen de reproches o se sientan avergonzados cuando se equivocan. Por otro lado, así pueden conocer sus defectos y virtudes, sus fortalezas y debilidades sin comparaciones con sus hermanos, primos o amigos.

Finalmente, hay que animarlos a tomar decisiones sin que les tiemble el pulso, asumiendo las consecuencias que éstas puedan tener. Para que no culpen a los demás de sus errores ni justificarlos sin sentido.

Todos debemos encontrar eso que nos hace diferentes, únicos e irrepetibles, y sólo lo podemos encontrar a modo de prueba y error.

 

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