Necesidad de impulsar medidas para evitar el auge de los motochorros
Edición Impresa | 8 de Noviembre de 2021 | 02:49

Siempre se ha señalado en esta columna que la inseguridad creciente que se vive desde hace muchos años se ha presentado mediante oleadas de modalidades delictivas dominantes, entre las que pueden mencionarse el robo de pasacasetes, la piratería del asfalto, las entraderas y salideras bancarias, en las que cada uno de esos tipos delictivos alcanzó grados de repercusión social que obligaron finalmente a las autoridades a combatirlo y en algunos casos con éxito Esta situación, en forma particularizada, se encuentra planteada ahora con el accionar de los motochorros.
En ese sentido, un informe publicado hace pocas jornadas en este diario reflejó la incidencia y el peligro representados por los ataques que vienen perpetrando en nuestra ciudad los motochorros, en un delito que tiene a las mujeres o a las personas mayores de edad, que son a quienes no dudan en tirar al piso o arrastrarlas por la calle para consumar el atraco.
Asimismo, otra característica propia es la de que los malvivientes primero roban las motos que luego utilizan para cometer sus asaltos. Lo cierto es que muchas zonas de la Ciudad, como el barrio Hipódromo, Los Hornos y Villa Elvira aparecen como los sectores más afectados por la modalidad en el último tiempo.
En La Plata y desde hace ya muchos meses los motochorros se convirtieron en un problema particular, dentro del genérico flagelo de una seguridad que no deja de crecer. Daría la impresión de que la Policía no cuenta con recursos materiales o, si se quiere, de índole preventivo, para mitigar esta presencia peligrosa.
Sin que se convierta el hecho de transitar en motos en un hecho de por sí sospechoso, daría la impresión de que la policía podría, en cambio, realizar alguna actividad de naturaleza preventiva destinada a detener el accionar de muchos malvivientes que utilizan a las motos como vehículo de sus correrías.
La piratería del asfalto u otras de las modalidades aquí mencionadas pudieron ser, sino erradicadas, disminuidas mediante la toma de acciones disuasivas. Algo similar ocurrió con las entraderas y salideras bancarias, en donde se adoptaron medidas en el interior de los propios bancos que sirvieron para desacelerar el auge de esos delitos.
Los frecuentes operativos de tránsito que se realizan no se convierten en ilegítimos y, por el contrario, sirven eventualmente, para detectar irregularidades de naturaleza penal, más allá de los aspectos contravencionales propios de las leyes del tránsito. Una mínima inteligencia policial desplegada sobre conductores de motos podría también ser conducente para frenar el auge de la actividad de los motochorros.
Resulta indiscutible la necesidad de que se intensifique la presencia policial en las calles, multiplicándose los patrullajes para evitar la expansión de este delito, colocando más cámaras de seguridad y, desde luego, apuntándose a una mayor eficacia en el accionar preventivo, de modo que los delincuentes tengan en claro que la sociedad no está dispuesta a ser la víctima propiciatoria y a seguir pagando, muchas veces con su propia vida, los platos rotos de la inseguridad reinante.
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