Rol social de los clubes de barrio y las omisiones del Estado

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Ligados a la historia de la Ciudad y atentos siempre a las cambiantes necesidades de la población platense, acosados muchas veces por situaciones económicas muy acuciantes, los clubes de barrio de la Región acusaron como todos el golpe de la pandemia en 2020, pero rápidamente se repusieron para dedicarse a cumplir un rol social indispensable, en una nueva demostración del espíritu solidario que los inspira y que no ha recibido nunca el debido reconocimiento del Estado.

Un informe publicado ayer en este diario refleja el compromiso asumido por muchas de estas instituciones, que impulsaron y consolidaron el año pasado comedores comunitarios y habilitaron el servicio de entrega de alimentos, asistiendo de ese modo en forma gratuita a las familias y vecinos más necesitados.

Los testimonios ofrecidos corresponden a dirigentes de varias entidades, tales como el Club Villa Elvira, Club Alumni de Los Hornos, Club Villa Lenci y Club Everton, que además de alimentos, al igual que ocurrió con otras instituciones similares, entregaron también ropa y otros elementos de primera necesidad. Los dirigentes dijeron estar preparados para ofrecer este tipo de servicios de ayuda, si la pandemia recrudeciera en invierno.

Crecidos del esfuerzo mancomunado de los vecinos y sostenidos por esas mismas bases, los clubes de barrio de La Plata, Berisso y Ensenada, sus sociedades de fomento y sus instituciones sociales, han entregado a la sociedad con generosidad –y lo siguen haciendo-, lo mejor de su espíritu.

Es importante también señalar que estas entidades supieron crecer y acompañar la evolución de los tiempos. Desde abrir bibliotecas que sirvieron para la formación de muchas generaciones de niños y que fueron motivo de consulta para personas de todas las edades, hasta habilitar talleres y diversos cursos de capacitación, a los que sumaron en los últimos años los adelantos tecnológicos de internet, sin perjuicio de las actividades deportiva y recreativa que permitieron desplegar, los clubes sobrevivieron cimentados tan sólo por el pago de cuotas de muy bajo costo por parte de pequeños grupos de socios.

Sus instalaciones siempre fueron ofrecidas a las escuelas y a otras entidades en forma generosa, sin pedir nada a cambio. Pero los clubes, mientras tanto, debieron sortear dificultades enormes, con costos de servicios cada vez más inalcanzables, con subsidios ínfimos y aportados siempre con atraso, sin que desde el Estado se haya reconocido, mínimamente, los múltiples servicios prestados por estas entidades.

Privadas de reconocimiento oficial, varias entidades debieron cerrar sus puertas y otras muchas le ponen plazo a un posible cierre, si el panorama no varía en forma sustancial. Cabría aquí consignar que, a partir de la pandemia y de los protocolos sanitarios vigentes, quedaron inactivos determinados servicios por los cuales los clubes cobraban algunos recursos.

Por lo que significaron en el logro de mejoras para sus zonas de influencia -supliendo, incluso, en más de una oportunidad la acción oficial-, por el papel fundamental desempeñado en el dictado de cursos de distintas disciplinas y oficios o en el desarrollo del deporte y la cultura de todas las barriadas de la Ciudad, se torna indispensable ahora que el Estado contemple debidamente estas situaciones, de modo de garantizar la continuidad de cada una de las instituciones acosadas por las nuevas y muy graves dificultades económicas que deben enfrentar.

 

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