Noemí Gibello de Ogando

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Noemí Gibello de Ogando fue una respetada docente de la Ciudad, pero trascendió por su inclaudicable lucha en Madres de Plaza de Mayo, asociación a la que se sumó tras la desaparición de su hijo Gustavo Ogando, secuestrado en 1977 por la dictadura militar. Pese al dolor de esa pérdida, dedicó su vida a trabajar por los derechos humanos y a buscar memoria, verdad y justicia en torno a ese capítulo negro de la historia argentina.

Hija de Francisca Fava y Mario Gibello, nació en La Plata, el 10 de febrero de 1931 y creció junto a sus cuatro hermanos.

En la facultad de Bellas Artes se recibió de profesora de dibujo y trabajó en distintos establecimientos, como el Colegio Albert Thomas e industriales, en los que enseñó dibujo técnico.

Estaba casada con Rubén Ogando y de la unión nacieron sus hijos Gustavo y Liliana. Para ellos siempre fue una madre luchadora que se esforzó para que no les faltara nada. Su casa fue punto de encuentro entre los amigos de sus hijos y ella los vio desarrollarse como personas solidarias y comprometidas.

En 1971 ingresó a la Escuela de Astilleros Río Santiago en la que se desempeñó por muchos años. Tras la desaparición de su hijo, soportó duros momentos, ya que la institución estaba dirigida por militares de Marina.

El advenimiento de la dictadura militar marcó un quiebre en la vida de su familia. Su hijo, que el 8 de marzo de 1976 se había casado con Victoria Navaja Jáuregui, tuvo que irse de la Ciudad tras sufrir el allanamiento de su hogar.

A partir de ese momento, tanto Noemí como su hija Liliana, tuvieron que acordar con Gustavo puntos de encuentro para poder verse, pero un día él faltó a la cita.

Eran tiempos de mucha incertidumbre y poca información, no obstante Noemí no se detuvo y, por el relato de vecinos de su hijo, se enteró que el 13 de mayo de 1977 lo habían asesinado en el patio de su casa. Luego supo que a su nuera la llevaron al centro clandestino de detención La Cacha.

La desesperación la impulsó a presentar hábeas corpus y a seguir adelante en la búsqueda. A fines de 1977, enterada de que otras mujeres atravesaban su misma tragedia, se unió a Madres de Plaza de Mayo y durante 31 años participó de las marchas.

Pese al gran dolor que la atravesó, pregonó con el ejemplo que nunca hay que darse por vencido. Nunca encontró el cuerpo de su hijo, pero vivió hasta sus últimos años con la esperanza de su restitución.

 

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