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Los diálogos internos son inevitables / web
PILAR GONZÁLEZ MORENO
Los diálogos internos, que tanto hemos practicado todos durante este año de pandemia son, para empezar, inevitables, y no son buenos o malos, son útiles o inútiles, y de nosotros depende saber reconducirlos a nuestro favor, salir del bucle y evitar atormentarnos.
La psicología clasifica en cuatro esos diálogos internos que operan como detonantes de la angustia, la frustración, el miedo, el pánico, la ansiedad o la desesperanza.
Catastrófico: provoca directamente ansiedad porque se anticipa a los hechos (que seguramente no sucederán) y los magnifica.
Da como resultado una percepción errónea, que puede llegar a desencadenar una crisis de pánico.
Autocrítico: constantemente juzga y valora negativamente su comportamiento.
Tiende a ser dependiente de los demás y se compara. Envidia a quienes alcanzan sus metas y se frustra al verse incapaz de alcanzar las suyas.
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Necesita amor y aprobación de las personas significativas para él en todo lo que hace.
Victimista: es el diálogo de quien se siente desprotegido y desesperanzado. Cree que no hace avances en su vida y que hay obstáculos insalvables entre lo que desea y él.
En el diálogo interno victimista aparecen afirmaciones como: nadie me entiende, nadie me valora, sufro y no les importa.
Autoexigente: este último exacerba el agotamiento y el estrés crónico en función de la perfección.
Se muestra intolerante frente a los errores e intenta convencerse de que sus faltas obedecen a errores externos.
El autoexigente siempre se dice: “no está perfecto”, “no ha salido como me hubiera gustado”…
La psicóloga clínica Elena Daprá explica cómo salir del bucle de los diálogos internos y señala que cuando queremos cambiar un pensamiento, lo primero que hay que hacer es detectarlo. Después, analizar la emoción que genera y a continuación hacer el cambio a un pensamiento alternativo que no te limite o pensar simplemente que emoción quieres tener. “Porque normalmente es un dialogo que tiende hacia lo negativo, anticipatorio, y no tiene ningún dato objetivo en el que basarse”.
Entonces, sostiene, hay que preguntarse qué tendrías que decirte para que tu pensamiento te genere una emoción positiva.
En su opinión, es bueno pasar un tiempo solos para dialogar con nosotros mismos, pero hay que saber hacerlo. “Sirve para madurar, evolucionar y detectar en que se puede mejorar”. Concluye Daprá que los diálogos internos son tan inevitables como necesarios “pero hay que saber reconducirlos y lo primero de todo preguntarse si te facilita o ayuda o, por el contrario, te entorpece y es inútil”.
Si están en la línea de la normalidad te permiten continuar con tu vida, el problema es cuando cruzan la frontera de lo considerado clínicamente normal y se convierten en obsesivos/compulsivos. Para salir del bucle son cuatro pasos los que hay que dar: analizar la objetividad de la idea; examinar la emoción que te provoca; reflexionar sobre la carga y la intensidad de esa emoción; y ver la utilidad de ese pensamiento.
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