“El fuego no me dejaba acercar a donde podían estar ellas”, dijo un vecino

Horas después del terrible incendio que causó siete muertes, en el barrio seguía el estupor por lo ocurrido. Los relatos de testigos

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Perros que husmeaban las ropas chamuscadas y los renegridos restos de la casilla, algunos niños que curioseaban, desde lejos, la escena y los rostros conturbados de los vecinos que se miraban entre sí, en busca de consuelo. Ese era el paisaje que ayer por la tarde se dejaba ver en la cuadra de 9 entre 16 y 18, en Punta Lara. En una de las viviendas situadas allí, el incendio que había consumido las maderas y las vidas de siete personas todavía estaba presente.

Parado en el terreno de al lado contempla los despojos de la casa Elías Cardozo (38), quien en el terreno lindero levantó la propia. Él fue uno de los tres frentistas que durante la madrugada intentaron sofocar el fuego que “se tragó” a la construcción humilde en la que vivían Camila (24), Evelyn ( 26 ), Sandro (9), Eneas (7) y Thiago (2) Cáceres, junto a los mellizos Ramón y Elena Tobes, ambos de un año de edad.

Muchos de los habitantes del barrio dormían luego de transitar una noche de agitación extrema, otros prefirieron mantenerse alejados. Pero el hombre consultado aportó diversos detalles sobre los frenéticos minutos en los que, con otros moradores de la zona, juntaron en baldes el agua estancada de las zanjas para arrojarlas al incendio hasta que finalmente llegaron los bomberos.

UNA MADRUGADA TRÁGICA

“Eran gente buena”, comenzó su relato Cardozo. Esa noche, prosiguió, “las chicas se quedaron por lo menos hasta las 4.30 despiertas, porque yo me fui a acostar y se las escuchaba lo más bien”. El changarín estaba dormido cuando su mujer, que se había levantado a tomar un medicamento, regresó preocupada a la habitación. “Me despertó porque sentía cómo chispeaba el fuego en la madera y el olor a quemado”, añadió.

Elías se incorporó de la cama y mientras se acercaba hasta una abertura que da hacia la finca contigua, escuchó “la explosión de una ventana”. Desde ahí vio “algo rojo”. Cuando salió, se topó “con un infierno” y dos sujetos que intentaban contenerlo. “La mitad de la casa para atrás ya estaba toda prendida”, explicó. Desesperado por la situación, rompió el chaperío que funcionaba como cerco para ingresar a la vivienda. “El fuego no me dejaba acercarme a donde estaban ellas”, señaló.

Todos los que en ese momento se hallaban despiertos intuían que en medio de ese siniestros incontrolable había atrapadas siete personas. Pero no podían aceptarlo.

“Creíamos que no había nadie, por el silencio. No se escuchaba nada, ni siquiera a los perros de ellas ladrar”.

Elías Cardozo,
Vecino de las víctimas

 

La pareja de Cardozo comenzó a gritar que llamaran a los bomberos. Y en ese instante, efectivos policiales de un patrullero que pasaba por el lugar, se acercaron a prestar una mano.

“Estuvimos tirando (agua) con los chicos y mi señora, yo quería entrar para saber si había gente o no. No se escuchaba nada, ni siquiera a los perros”, remarcó. De los tres que tenía la familia, “uno muy grandote era ladrador, pero no se lo oyó nunca”, agregó.

El contexto era de caos y de impotencia, porque nada parecía contener las llamas. Para empeorar las cosas, el tanque de agua instalado sobre una columna de cemento pegada a la habitación, no contenía “ni una gota de agua”, sostuvo Cardozo. Eso “hubiera ayudado bastante, al menos para que las chicas pudieran pedir ayuda a tiempo”, reflexionó.

Con todo, “creíamos que no había nadie, por el silencio”, admitió. Por ese motivo el miedo tenía que ver más con que el incendio no se propagase a las fincas vecinas. En particular, la de Elías, que también es de madera. “No soplaba viento, por eso las llamas no pasaron para mi casa. Si hubiese estado como ahora (por ayer), el problema seguro era todavía mayor”, arguyó.

Finalmente, llegaron los bomberos. Cinco dotaciones trabajaron de forma ardua hasta lograr extinguir el foco ígneo. Cuando el humo y el calor lo permitieron, rescatistas y civiles conocieron la desgraciada noticia y la desesperación dejó paso a la tristeza. Para Cardozo “es raro que los animales no hayan avisado, ellos presienten estas cosas y no se los escuchó en ningún momento”. Por otro lado, destacó que “tampoco explotaron las dos garrafas que tenían, quedaron intactas”.

Una de las frentistas de la cuadra de enfrente indicó que “es terrible lo que pasó, sobre todo por los chiquitos. Nosotros nos enteramos tarde, cuando ya había pasado todo”.

Según los relatos recabados por EL DIA, Camila se había mudado hace poco más de un año, y Evelyn unos dos meses atrás. El terreno pertenece a la madre de las jóvenes, que se los cedió tras mudarse a Lanús con su pareja.

En las redes sociales de las dos víctimas mayores, allegados y familiares escribieron sentidos mensajes para recordarlas. “Ahora te vas a reunir con tu papá y vas con sus nietos”, fue uno de los recordatorios para Evelyn. “Me duele alma, flaca”, comentó una amiga de ambas.

 

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