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Acciones y bonos: los desafíos que vienen después del salto

Luis Varela (*)

7 de Junio de 2021 | 07:40

Con la llegada de más vacunas (ya se repartieron en Argentina 17,7 millones de dosis, de las cuales 11 millones son de primera aplicación, 3 millones de segunda y, de manera incomprensible, 3,7 millones aún sin aplicar), la restricción de nueve días logró bajar la cantidad de muertes por día de Covid: desde las 640 en los primeros días del mes se bajó a 450.

Así y todo, si tomamos promedios de los primeros días de los últimos tres meses el aumento es alarmante: hubo 122 muertos por día en abril, 400 en mayo y 555 en junio. Pero ya arranca el envasado de la Sputnik V a nivel local y están llegando más dosis de otros laboratorios. Esperemos que sean fármacos más efectivos que en Uruguay, donde hay alta vacunación, pero de laboratorios poco eficaces, por lo que en la última semana los orientales sufrieron uno de los mayores aumentos de muertes del mundo (9,7%, contra un aún preocupante 5,5% de aumento mundial y 4,8% en la Argentina).

Lo importante del caso, y que da alguna luz de esperanza a futuro, es que las vacunas están achicando los fallecimientos: los contagios ocurren igual, pero con las aplicaciones la enfermedad es menor y las muertes se evitan. De ahí que en los últimos siete días países muy vacunados, con buenos sistemas hospitalarios como Gran Bretaña, EE.UU., Italia o Francia tuvieron aumentos de fallecidos inferiores al 0,4%.

El nuevo marco

Esta menor mortalidad por ahora en los países desarrollados está haciendo que sus economías vuelvan lentamente a la normalidad. Hay países en los que ya no hay cierres de empresas y naciones en las que inclusive hay fuertes aumentos en el empleo, como por ejemplo se registró en mayo en EE.UU.,  al tiempo que las solicitudes iniciales de ayuda por desempleo cayeron por debajo de 400.000 (cuando en el pico de la crisis arañaron los 7.000.000 millones).

Este factor plantea que la gente consumirá más, se moverá más y, en consecuencia, volverá a demandar más de las materias primas que no se usaron durante la pandemia. Así, el petróleo acaba de saltar 3,7% en los primeros días de junio, hasta su cotización más alta desde octubre de 2018, cuando nadie podía imaginar que un virus como el Covid-19 se iniciaría en un lugar llamado Wuhan en noviembre de 2019.

La sensación de euforia es tan grande que, a contramano de lo que se dijo a lo largo del último año, ahora vuelven a aparecer expertos que calculan que el barril de crudo (hoy a US$ 69,41 en su variante WTI y a US$ 71,63 en su versión Brent), puede llegar a orillar otra vez los US$ 100, dependiendo de lo que decidan hacer con el joystick de la Opep los árabes y los rusos.

Pero este esperado final del Covid, que devolverá movilidad, y uso de derivados del petróleo, no debería modificar en igual medida al resto de los commodities. De hecho, el consumo de alimentos no debería cambiar tanto, porque encerrados o libres comemos más o menos las mismas cantidades. Y los metales básicos, cuya oferta se había desplomado por actividad suspendida en los centros de producción, pueden llegar a aumentar las entregas y a debilitar los precios.

De hecho, en los primeros días de junio algunos granos siguen muy sostenidos: el girasol salta 8,6% en Rosario, la soja Chicago avanza 3,4%, al igual que el trigo rosarino, pero el maíz de orillas del Paraná sube apenas 1% y la soja baja 0,3%: los productores habían guardado tanto en los silos y se apuran por vender ahora porque temen que los precios internacionales abandonen los máximos de nueve años.

La influencia de EE UU

¿Cuál es el motor que está generando todo este movimiento? Por tamaño e influencia, lo que sigue marcando el ritmo de los precios es lo que ocurre con la economía de EE.UU. La reciente suba de las materias primas hizo que la inflación norteamericana se disparara de 1,2% anual en enero a 4,2% anual en abril, y veremos qué cifra se difunde esta semana con los datos de mayo.

La secretaria del Tesoro, Janet Yellen y el titular de la Fed, Jerome Powell, dicen no estar inquietos porque creen que esta suba de precios será temporal y que se apagará pronto, pero el dato de mayo puede mover las agujas. Por ahora, el gobierno de Joe Biden se mueve generando mucho estímulo, buscando pleno empleo, y gran actividad, por ahora con el ojo sobre la inflación en segundo plano.

Para enfrentar este retorno a las actividades sin que la inflación explote, la Fed tiene dos herramientas. Hasta ahora compró US$ 120.000 millones por mes en bonos del Tesoro (80.000) y activos respaldados por hipotecas (40.000) y puso las tasas cortas en casi 0%. Si la inflación de mayo vuelve a ser alta, una parte de esa compra será cortada, en un movimiento financiero denominado tapering, ya utilizado en la crisis de 2008.

Pero si mayo y junio siguen con inflación firme, a pesar del tapering, hay gran chance de que la época de tasa 0% termine. De hecho, las tasas largas de los bonos del Tesoro norteamericano ya más que se duplicaron en los últimos 10 meses: en los títulos a 5 años pasó de 0,32 a 0,78%, en los papeles a 10 años fue del 0,5 a 1,55%, y en los más largos de 30 años pasó de 1,30 a 2,23% anual.

Gracias a esta fuerte recuperación económica con aumento de tasas largas, el dólar está evitando, al menos por ahora, la baja que todos los expertos pronostican: en la última semana el billete de EE.UU. subió 0,4% contra el yuan (con intervención del banco central chino) y aumentó 0,2% contra el euro y la libra, pero cedió 0,2% contra el franco suizo, 0,3% contra el yen, 0,9% en Chile y cayó en el país que se está convirtiendo en un imán para los capitales de estos días, Brasil, donde el billete verde se desplomó 3,2% contra el real la semana pasada.

El dólar en Argentina

Pero este momento de altos ingresos por los granos en el techo, con tranquilidad global para el dólar y revaluación del real brasileño, no están generando tanta tranquilidad cambiaria en la Argentina. La semana pasada el dólar MEP saltó 0,9%, el contado con liquidación subió 0,7%, el dólar oficial aumentó apenas 0,2% (es usado como ancla contra la inflación) y el blue quedó sin cambios, a la cola, porque la clase media empobrecida se ve obligada a vender para pagar los gastos de cada mes.

Ahora bien, esta coyuntura de granos altos, liquidación de la cosecha en su mejor momento y acumulación de reservas de parte del Banco Central (ya suma casi US$ 2.800 millones en lo que va de este año) está generando un firme resurgimiento en las cotizaciones de los títulos argentinos, que estaban en un pozo, olvidados por los inversores. Así, en las últimas seis semanas, medidas en dólares, la acciones saltaron nada menos que 35% y los bonos subieron 12%, pasaron del quinto al cuarto subsuelo.

En números precisos, con una inflación de mayo que puede llegar a estar algo por debajo del 4%, la tasa de los plazos fijos sigue siendo negativa y ahora más riesgosa, porque parte de los depósitos van a encaje en el BCRA y desde ahora los bancos por ahora de modo voluntario los pueden encajar en Leliq (títulos a 30 días) o bonos del Tesoro (papeles a un año y medio de plazo).

Con tasa en el subsuelo real, sin el Estado obligado a vender tantos bonos para mantener al dólar planchado y con los títulos surgidos del canje pagando los primeros cupones (mínimos) dentro de un mes (el 9 de julio), los papeles del estado lograron recuperar 1,7% la semana pasada, aunque con alguna duda entre jueves y viernes: el miércoles el riesgo país había bajado hasta 1.480 puntos básicos y el viernes terminó otra vez para arriba a 1.510 unidades.

¿Por qué tocaron el freno los bonos en las últimas 48 horas de la semana pasada? Hay varios desafíos: mañana el MSCI define si deja a Argentina en la categoría de mercados emergentes o si la baja al grupo de países fronterizos, donde figuran países con guerras civiles, hambrunas, dictaduras y otras tragedias.

Y el factor principal es que el cobro de la cosecha se acaba: en tres semanas el ingreso de dólares cederá (de hecho la compra de reservas ya se apagó un poco). Y si la entrada de dólares se achica, para mantener la calma hasta las PASO, dentro de 97 días, la autoridad monetaria deberá volver a usar bonos y reservas.

Por ahora, como hay chance de que nos hundan al grupo de países fronterizos, ese movimiento implica que dejaremos de ser cola de león para pasar a ser cabeza de ratón. Que, dicho de otro modo, significa que entre los emergentes no nos compran porque somos los peores de todos. Pero si pasamos a ser fronterizos, los hedge funds, que compran ese tipo de papeles hundidos, nos tendrán en la mira, en primera fila.

Por eso, esperando al MSCI y a los datos de inflación (de EE.UU. y del mercado local), la semana pasada la Bolsa argentina fue una fiesta: saltó nada menos que 11,8%, contra un aumento del 3,6% en la Bolsa de San Pablo y el resto de las Bolsas mucho más tranquilas: Frankfurt mejoró 1,1%, México 0,9%, el Dow Jones 0,7% y el Nasdaq 0,5%. Pero hay mercados que ven venir tiempos difíciles y ya abren el paraguas: la Bolsa de Tokio cedió 0,7% la semana pasada, Santiago de Chile, con el cobre en baja, se achicó 0,8% y la Bolsa de Madrid, con mucha tensión por el cambio político, bajó 1,5%.

Pero, además del final del cobro de la cosecha, ¿qué otro factor hay por delante? El debilitado ministro Martín Guzmán felicitó el impuesto a las grandes empresas que decidió el G7, advirtiendo que se quedaron cortos. Espera ansioso que lleguen los DEGs del FMI, que habrá que ver si se pueden convertir en dólares, con el swap chino no se pudo.

 

(*) Opinión publicada en eleconomista.com.ar

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