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Espectáculos |DESTACADO DE LA CARTELERA PORTEÑA

“Deviniendo Tato”: anécdotas y textos celebran a Pavlovsky

La actriz y directora ensenadense Gabriela Villalonga dirige el unipersonal que creó junto a Rodrigo Cárdenas para homenajear al actor, dramaturgo y terapeuta

“Deviniendo Tato”: anécdotas y textos celebran a Pavlovsky

Una escena de “Deviniendo Tato”, que se ofrece los domingos en Sala Nün

25 de Julio de 2021 | 05:28
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“Deviniendo Tato”, la obra unipersonal que dirige la actriz, dramaturga y directora ensenadense Gabriela Villalonga sobre un texto que escribió junto a Rodrigo Cárdenas, busca transmitir “la ternura en los vínculos de acompañamiento” que se generaban en los grupos de psicodrama creados y coordinados por Eduardo Pavlovsky (1933-2005).

Formada con grandes maestros como Carlos Lagos, Beatriz Matar, Carlos Gandolfo, Alberto Ure y, entre otros, Pavlovsky, Villalonga participó como actriz en obras como “Monoparental”, “La mejor solución”, “Entrenamiento revolucionario” y “Detrás de la forma”. Próximamente se la verá en “Cocinando con Elisa” de Lucía Laragione, y, “Gira trunca” de Sandra Fransen.

Como directora estuvo al frente de “4 tipos de Mujeres” , “Mi niño Marilyn”, “Porca Prole” y, entre más, “Familia”. Actualmente ensaya “El señor Martín” de Gastón Cerana, con Juani Pascua y Luis Cardozo.

En diálogo con EL DIA, Gabriela Villalonga se refirió a la pieza que, con la actuación de Maximiliano Sarramone, se ofrece los domingos a las 18 en la porteña sala Nün Teatro Bar, ubicada enJuan Ramirez de Velazco 419, Villa Crespo.

-Psiquiatra, actor, dramaturgo, director, maestro... ¿Qué te resulta mejor para definir a Tato Pavlovsky según el vínculo que pudiste forjar con él?

-Maestro, podría ser, también referente o acompañante interno. En el momento que formé parte de uno de sus grupos de terapia psicodramática, Tato, era un co-pensor del grupo. Él resonaba armónicamente con el conjunto y su producción intersubjetiva, nos acompañaba en pensamiento y sentimiento, involucrado corporalmente.

-¿Qué fuiste a buscar a las sesiones de Tato y con qué te encontraste?

-Había estado en tratamiento psicológico, en La Plata, varios años con una psicóloga excelente; Ana Maskievich. Cuando me dio el alta, me sugirió enfáticamente que me conectara con Pavlovsky para empezar un tratamiento en uno de sus grupos de psicodrama. Esta derivación generó en mí muchas expectativas diferentes. Yo estaba trabajando en clínicas psiquiátricas, haciendo teatro con las/los pacientes y ya estaba trabajando en psicodrama en consultorios externos, como auxiliar. Trataba de incluirme en experiencias teatrales tanto en La Plata como en CABA. Viajar desde La Plata hasta Buenos Aires se me había hecho cotidiano, en busca de lugares de acceso para la actuación. Lo grupal siempre me interesó como ámbito de aprendizaje y transformación. Conocía a Pavlovsky de leerlo, escucharlo y verlo actuar.

Lo que encontré en el consultorio de Tato superó lo esperado, totalmente. Pavlovsky promovía la construcción de colectivos de pensamiento, de producción de sentido. Mi grupo funcionaba como sostén de cada uno de sus integrantes. Internacionalizamos la dinámica que Tato proponía y éramos acompañantes unos/as, de otros/as. Nos pensábamos mutuamente. Esto en un momento social muy duro, la década del noventa. El grupo estaba atravesado por políticas que nos impactaban en cuanto a lo laboral e identitario.

-Según tu experiencia, ¿qué es lo más beneficioso de tomar una terapia como la que Tato promovía?

-Lo más beneficioso en una terapia que incluye el dispositivo de la multiplicación dramática (Pavlovsky, Kesselman y Frilesky), creo que tiene que ver con el entrenamiento de correrse de la propia escena, de la que nos tiene como protagonistas. “Fugarse” decía Tato “y crear al mismo tiempo”. El hecho de participar de esta experiencia colectiva nos instrumentaba para abrir las situaciones dilemáticas y problematizarlas. Empezábamos a entender que se podía inventar en la vida. Y que patetizar lo que nos siniestraba era un ejercicio de descaptura ante el miedo y la parálisis. Todo esto se capitalizaba en los cuerpos de los participantes en el consultorio de Pavlovsky.

-A partir de qué hecho o situación fue que nació la decisión de hacer una obra que aborde estas sesiones.

-Cada vez que nos encontrábamos con Rodrigo Cárdenas (dramaturgo, director, actor), coautor de la obra, hablábamos de Tato. Rodrigo también había sido su paciente varios años. Para la misma época pero en otro grupo diferente al mío. Compartíamos anécdotas de las sesiones, dichos de Tato y sus intervenciones. Hablábamos de lo que había significado para él y para mí la experiencia en ese consultorio. Hasta que un día me pareció que era algo totalmente lógico, natural, que nos planteáramos, como teatristas que somos, escribir una obra sobre todo eso de lo que hablábamos. Es entonces que empezamos a disfrutar de la idea de transmitir lo vivido y su significación en nuestras vidas.

-¿Por qué decidieron hacer esta obra en formato unipersonal siendo que la mayor cantidad de vivencias surgían de esas experiencias grupales?

-Creo que la idea de que fuera un unipersonal surge de pensar la multiplicidad y el devenir de otros/otras. Estos conceptos que Tato exploraba en su obra, incluso en la técnica de la multiplicación dramática, y que nos inspiraron el modo de la dramaturgia y de la puesta en escena.

Si bien el actor, Maxi Sarramone, hace todos/todas los/as pacientes e incluso a Tato, hay un grupo de trabajo (Silvia Spinelli, Adriana Yasky y Malala Emanuelle) que se configura de un modo que, creo, tiene que ver con lo que Tato promovía. Es un colectivo teatral, un grupo que produce sentido. Es de sostén en pandemia. A veces me parece que se nos hacen cuerpo algunos textos de Tato elegidos para la obra y otros que leímos durante el proceso creador del espectáculo.

-La obra se construye en base a sus vivencias pero también incluye fragmentos de obras de Tato. ¿Por qué los incluyeron y cómo?

-Integrar en la figura de Tato al dramaturgo, actor y terapeuta, nos pareció que estaría más cerca de lo que sucedía en las sesiones con él. Él estaba ahí con todo lo que era, deviniendo. Así que decidimos que cada paciente en la ficción hablara con textos de sus obras. Elegimos hacer un patchwork en la dramaturgia, con textos de obras de Tato desterritorializados de cada obra original y vueltos a territorializar en una nueva obra: “Deviniendo Tato”. También incluimos relatos que han sido publicados e intervenciones que recordábamos de Tato en las sesiones.

-En los últimos años, han proliferado las obras de teatro atravesadas por la terapia. ¿Por qué creés que se da este fenómeno? Y, en este sentido, ¿en qué podrías decir que difiere esta propuesta del resto?

-Creo que los ámbitos terapéuticos en nuestra sociedad son parte de nuestro cotidiano. En este sentido, modos de pensar la realidad, el mundo, tienen que ver con estos espacios de análisis, que desde hace un tiempo se ven reflejados y recreados en la dramaturgia de nuestro social histórico.

En esta propuesta, que también es un homenaje a Eduardo Pavlovsky, tratamos de transmitir la experiencia de lo grupal como dispositivo. El grupo como sostén y productor de sentido. La ternura en los vínculos de acompañamiento. Todo un modo de ver la vida que se internaliza a partir de tener como co-pensor a este terapeuta artista.

Gabriela Villalonga

-Durante la cuarentena le dieron batalla al encierro y se lanzaron al streaming. ¿Qué fue lo más desafiante de esa experiencia y cómo viven el regreso a la presencialidad?

-Sí, hicimos streaming, conversatorios y vivos en Instagram, hablando de nuestro proceso creador. Lo más desafiante fue seguir adaptándonos activamente a pesar de la tristeza. La vuelta al teatro es con alegría por volver a nuestro ámbito grupal y al teatro Nün, pero con la conciencia de una realidad que nos duele. La cultura y el arte, los y las artistas necesitamos de políticas de estado para reorganizarnos y poder existir.

-En 2018 estrenaste “Ensoñada 1968”, con la que lograste premios y gran repercusión. ¿Qué significa esa obra para vos?

-Fue la que me dio la posibilidad de expresar lo que siempre está en mi. Las experiencias vividas en mi niñez, como la huelga de Y.P.F. en 1968, en la que mi familia, familia extendida y vecinos y vecinas de Ensenada fueron protagonistas, están en mis matrices de aprendizaje a la hora de hacer grupos, de participar de dispositivos comunitarios. En Ensenada y en ese contexto, tuve mis primeras experiencias en cuanto a la grupalidad y la resistencia, la adaptación activa a la realidad y la ternura en el acontecer grupal.

 

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