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Como en los cuentos de hadas: la realeza inspiró ficciones

Castillos, anécdotas y moralejas que sirvieron para que a través de las historias se trasmitieran enseñanzas y tradiciones

Como en los cuentos de hadas: la realeza inspiró ficciones

Castillo de Neuschwanstein, Baviera, Alemania

5 de Septiembre de 2021 | 08:44
Edición impresa

Había una vez… Así es como comienzan las fantásticas historias con las que crecimos y con las que aprendimos a valorar lo que nos rodea, a superar nuestros miedos, a obedecer pero también a rebelarnos. Padres, tíos y abuelos han transmitido, a través de las generaciones, amor del más puro en forma de relato. Los temas fueron evolucionando a través de los tiempos pero hay personajes recurrentes que, aún las mentes más republicanas, siguen invocando cuando de hacer volar la imaginación de los pequeños se trata: príncipes azules, princesas inocentes, reinas malvadas, reyes comprensivos, castillos embrujados y algún que otro duque han sido protagonistas de estas fantasías. Y muchas de estas historias estuvieron inspiradas en personajes de la realeza que realmente existieron.

Sin ir más lejos, desde esta semana dos niñas a las que conocemos bien, están alojadas en “el castillo más embrujado de Gales” que, dicen, sirvió de inspiración para la autora de la saga de Harry Potter. Leonor, la princesa de Asturias, y Alexia, la hija del medio de Máxima y Guillermo Alejandro, han comenzado sus estudios de bachillerato en el UWC Atlantic College, cuya sede está en el castillo de St Donats, conocido como el “Hogwarts hippie”. La construcción data del siglo XII y es posible que las princesas se encuentren por las noches con los fantasmas del rey Arturo y de lady Anne Stradling, viuda de un caballero que luchó en las cruzadas. Y hasta pueden ser mordidas por hadas malignas que deambulan por los pasillos, según apunta la autora galesa Marie Trevelyan en un compendio de hechizos de brujería del siglo XIX.

Primeras ediciones del cuento del Ratón Pérez

Mucho más naif y menos tenebrosa es la construcción alemana en la que Walt Disney se inspiró para diseñar la morada de La Bella Durmiente en su película de 1959. El castillo de Neuschwanstein fue el último sueño de Luis II, un rey de Baviera romántico, torturado, inestable, con una imaginación desbordante y una sensibilidad suprema para el arte que lo hizo pasar a la historia como “el rey loco”. Luis comenzó la construcción del castillo en 1869 y falleció antes de verlo terminado. Sus muros, adustos, no inspiran cuentos de hadas pero el paisaje en que está enclavado, en medio de mágicos bosques y su diseño plagado de torres, torrecillas, almenas y esculturas constituyen un escenario de ensueños. Apunten los lectores este dato para cuando podamos volver a viajar porque visitarlo en una experiencia indescriptible.

Leonor, princesa de Asturias, en Saint Donats

Walt Disney no creó pero si nos acercó muchos de los cuentos infantiles de otros autores como, por ejemplo, “Blancanieves y los siete enanitos”, fruto de la imaginación de los hermanos Grimm, autores y recopiladores de muchos de los relatos infantiles más conocidos. Vivieron en el siglo XVIII, época en que a los niños se los aleccionaba a través del miedo. La muerte, la tortura, el desamor y la antropofagia eran moneda corriente es sus tenebrosas historias que, para colmo, surgían de personajes reales. Blancanieves, por ejemplo, estuvo inspirada en la vida de dos mujeres de la nobleza. Una de ellas era la princesa alemana María Sofía von Erthal, una niña bondadosa pero poco afortunada: se había quedado ciega por la viruela y había quedado huérfana de madre. El rey se volvió a casar con una mujer que, posiblemente, no fuera tan bruja pero a la que la corte y el pueblo nunca pudieron aceptar. María Sofía, por razones que se desconocen, entabló una estrecha relación con un grupo de hombres que, por su baja estatura, habían sido elegidos para poder ingresar a las cuevas de las minas de carbón. Por supuesto que la princesa nunca vivió con ellos ni estuvo embrujada. Lo que sí algunos autores dan como cierto es la existencia en el palacio de un juguete de la época que consistía en un espejo parlante y que habría servido como base para la frase que el relato pone en boca de la madrastra y que sirve como excusa para desencadenar la historia: “Espejito, espejito ¿quién es la más hermosa del reino?”.

Blancanieves se basó en la vida de dos mujeres nobles: una condesa y una princesa

 

La otra dama en la que se inspiró el personaje de Blancanieves es Margarita von Waldeck, una condesa alemana del siglo XVI de la que el rey Felipe II de España se había enamorado y a la que envenenaron para que no pudiera casarse con él. De ser cierta esta teoría podemos unir coordenadas y relacionar a la verdadera Blancanieves con la princesa Alexia, la hija de Máxima, ya que aquella Margarita sería un antepasado de Emma de Waldeck, tatarabuela del actual rey de los Países Bajos.

La princesa Alexia, lista para instalarse en el castillo de St Donats

Si los hermanos Grimm y el francés Charles Perrault se destacaron por ser grandes recopiladores de leyendas para convertirlas en cuentos infantiles, Hans Christian Andersen, el autor danés más ilustre del siglo XIX, se inspiró en su propia vida para la creación de sus famosos relatos. Andersen pertenecía a una humilde familia sin hogar y de niño había llegado a mendigar. Sin embargo su inteligencia, sensibilidad y esa rebeldía propia de quien siente que ha nacido en un sitio equivocado, llamó la atención del rey Federico VI quien lo becó para que continuara sus estudios. Andersen era bastante inestable y le costó concluirlos pero, una vez que lo logró, su gran imaginación hizo que se volcara a la literatura fantástica. Su relación con la corte danesa fue constante en su vida por eso no es de extrañar que muchos de sus relatos sean protagonizados por príncipes, reinas y reyes, seguramente inspirados en aquellos que bien conocía. A pesar de las críticas y de la injusticia social que denuncia en cuentos tales como “La princesa y el guisante”, “El traje del emperador” y “La reina de las nieves” (en la que se inspiró Frozen), Andersen siempre fue un autor muy bien considerado en la corte. Se lo solía invitar para que leyera sus cuentos a los pequeños príncipes y aún hoy la reina Margarita II propicia la representación de sus obras y se lo homenajea a través de exposiciones y concursos de literatura. También “La sirenita”, cuya estatua es el símbolo de la ciudad de Copenhague, tiene como protagonista a una princesa, hija del rey de los mares, y a un príncipe errático que se da cuenta que la amaba cuando ya es demasiado tarde. Pero, en este caso, la inspiración de Andersen no tiene que ver con la realeza sino con un amor imposible: el que sentía por Edward Collin, uno de sus mejores amigos. La sirena, por sus características corporales, representa la imposibilidad de concretar el deseo sexual y en el cuento original, mucho más cruento que la versión de Disney, se puede leer entre líneas el sufrimiento y los sacrificios que se hacen por amor.

Dos princesas harán el bachillerato en el castillo que inspiró la historia de Harry Potter

 

A pesar de la velada crítica social de la monarquía, en los cuentos infantiles los príncipes y princesas suelen encarnar la belleza y la verdad. En general tienen “buena prensa”. Salvo en un caso paradigmático. Mark Twain, autor estadounidense nacido en 1835, se inspira en Eduardo, el príncipe de Gales, hijo y heredero del rey Enrique VIII, para escribir “Príncipe y mendigo”. Eduardo había nacido en 1537 y, según la novela de Twain, cuando tenía 10 años conoce a Tom, un mendigo que tenía exactamente su misma edad y a quien se le parecía muchísimo. Como un juego, los niños deciden intercambiar sus roles y así es como Eduardo pasa a vivir en las calles y Tom en el palacio. Esta anécdota sirve como excusa para realizar una crítica al sistema, desenmascarar la corrupción de la corte y destacar las desigualdades. Aunque nos referimos a este cuento por ser el relacionado con la realeza, toda la obra de Mark Twain es magnífica y merece estar presente en la formación de nuestros niños.

Caricatura de Hans Christian Andersen

Una leyenda que no fue inspirada en un rey pero sí recreada para contentarlo, es la del ratón Pérez. En la literatura vikinga antigua existía ya un hada de los dientes que aparecía cada vez que a un niño se le caía un diente y se lo cambiaba por una moneda de oro. En algún momento de la evolución oral de la leyenda, el hada se convierte en un roedor que se esconde debajo de la almohada y se roba toda la dentadura de un rey para derrocarlo. El sacerdote jesuita Luis Coloma recogió esta tradición y escribió la historia de un ratoncito, al que llamó por el muy castizo apellido de Pérez, que vivía en una caja de galletitas en la confitería Prats, muy cercana al Palacio Real de Madrid. A la noche, Pérez se escabullía por las tuberías para recolectar las piezas dentales que los chicos dejaban en sus almohadas. El cuento tenía una misión específica: calmar al rey Alfonso XIII, quien en 1894 tenía ocho años y era un niño consentido, asustadizo y estaba muy molesto por la caída de sus dientes de leche. No sabemos si se calmó con el cuento pero Alfonso, bisabuelo del actual rey de España, nunca se destacaría, en su futuro como estadista, por su valentía. Para cuando volvamos a viajar, recordemos que en la Calle del Arenal Número 8, a 200 metros de la Plaza Mayor y donde se encontraba la célebre confitería, puede visitarse la Casita-Museo del Ratón Pérez.

Escultura La Sirenita, en Copenhague, Dinamarca

Como dijimos innumerables veces, la monarquía, aunque nos parezca una institución anacrónica está mucho más presente en nuestras vidas de lo que pensamos. Sin ir más lejos, con estos cuentos y leyendas, hasta sirve para hacer volar nuestra imaginación.

 

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