Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
Información General |UN PLATENSE PREMIADO POR LA ACADEMIA NACIONAL DE BELLAS ARTES

Luis Pazos, una vida entre el arte, la religión, el amor y los viajes por el mundo

Artista conceptual multipremiado, poeta y escritor, sabe también de coberturas de casos resonantes, de entrevistas a celebridades y de dejar huellas culturales en paredes y espacios de nuestra ciudad

Luis Pazos, una vida entre el arte, la religión, el amor y los viajes por el mundo

Luis Pazos, en su casa, junto a publicaciones y objetos que valora / Demian Alday

Ricardo Castellani

Ricardo Castellani
rcastellani@eldia.com

30 de Enero de 2022 | 02:43
Edición impresa

“¿Ves ese hombre que va ahí? -dice Virginia, que lo conoce mucho- es Luis Pazos, un artista en serio, con todas las letras. Sus obras se expusieron en Museos de París, Madrid, Amsterdam, Los Angeles, hasta en Polonia expuso y no se cuantos países más. Alguna vez quiso ser sacerdote y estuvo a un Padre Nuestro de serlo, pero se casó como tres veces, la última vez el año pasado, a los 80 años. Tiene Parkinson, pero lo lleva bastante bien, la pelea todos los días. Escribió una docena de libros, entrevistó a todas las personalidades que se te ocurran, desde Borges a Susana Giménez, y viajó por todo el mundo. Nació en pleno centro de La Plata y el padre o el abuelo de él eran dueños del legendario Bazar X. Ese sí que tiene para contar, le gusta hablar, andá y preguntale”.

El hombre deja caer su cuerpo lento sobre un banco y su sola mirada invita nomás a la pregunta. “De lo que quieras”, dice.

¿Qué es un artista? “Para mí, un artista es alguien que vive para ampliar la conciencia colectiva, porque no se dice todo lo que pasa, se ignoran las verdades evidentes, falta mirarse en el espejo y decirse quién es uno. Todo eso lo tiene que mostrar un artista. A mí me gusta el arte conceptual, porque amplía conceptos. Hoy hay desesperanza, descreimiento, crispación. Pero todavía algo se mueve, y con el arte podremos soñar con hacer una tabla de valores nueva, con la libertad como el máximo valor y el coraje como su mayor virtud”.

Luis Pazos nació el 5 de agosto de 1940 en La Plata, más precisamente en una casa ubicada en la esquina de 8 y 48, hijo de Luisa Lasorza y Armando José Pazos, y nieto del abuelo Manuel, un inmigrante español que fue socio propietario del famoso Bazar X y quien legaría a su hijo Armando el amor por los juguetes, los que luego vendería en el también famoso Bazar Londres de diagonal 80, especialmente los alemanes, que eran de acero y enloquecían al piberío platense de aquel entonces.

Pazos, como Superman con la Casa Rosada de fondo, en una de las performances que hizo para la revista Gente

Luis hizo la primaria en el Colegio San Luis y el secundario en el Sagrado Corazón, y, antes de que el arte lo rescatara, había entrado en lo que ahora llama “los años oscuros”.

“A mí hay dos cosas que me cambiaron la vida -cuenta ya más relajado, con el cuerpo siempre como cansado pero con una expresión feliz- la muerte de mi mamá cuando yo era todavía muy joven, y hace poco el Parkinson. Cuando mamá murió yo tenía 14 años, y me perdí. Desde los 18 comencé a dormir de día y a vivir de noche, me empecé a juntar con mala gente, a frecuentar piringundines de mala fama, era un alma perdida. Pero afortunadamente, a los 24 el arte me rescató, de la mano de quien se convertiría en un hermano mayor, Edgardo Vigo, un artista excepcional. Así que de los 18 a los 24 fueron mis años oscuros. Lo de mi madre lo superé hace poco gracias a un libro, y al Parkinson se la estoy peleando todos los días”.

Gracias a un libro, ¿entonces es siempre el arte?

“Y sí, porque el arte primero lastima, pero después cura y sana. Solo que en este caso a ese libro lo escribí yo, y de todos los que escribí es por lejos el más importante. Lo empecé a escribir de muy joven y lo terminé en 2012, aunque se llama ‘Poema inconcluso para Luisa Pazos’. Fue una noche en que estaba charlando con una de mis hijas, y en el momento en que la oscuridad se estaba yendo porque estaba saliendo el sol, me dijo ‘papá, terminalo’. Y lo hice. Ese texto logró el milagro de pensar en su muerte sin angustia. A mi mamá la perdí demasiado pronto, pero gracias a ese libro la recupero cada día”.

Y lo otro fue el Parkinson…

“Sí, hace de esto ya 11 años. Empecé a notar algo raro porque comenzaba a arrastrar los pies. Mis amigos me decían que hiciera más ejercicio, y los médicos que no tenía nada porque todos los estudios salían bien. Tardaron seis meses en dar con el diagnóstico, y cuando me lo dijeron salí de la clínica y empecé a gritar como un loco porque sabía la que se me venía, creía que ya estaba muerto. Ya no puedo viajar, me cuesta mucho levantarme, hay días que no puedo comer y otra cosa es que no puedo escribir a mano. Pero tengo un asistente que me ayuda y aprendí a dictar, así que sigo escribiendo y leyendo mucho. Arranqué a hacer un texto solo con puntos seguidos, que se llama ‘No Humano’, un experimento literario, un análisis de las contradicciones que hay en una misma palabra, solo por el placer de escribirlo. Otra vez el arte, jaa, que cura y sana”.

Luis Pazos con “La Corneta” y Eduardo Vigo, con su “Poema Matemático”

EL ARTE DE LO QUE QUEDA

Ese arte del que habla Luis no es solo el de escribir, es algo muchísimo más abarcativo, que lo llevó a los museos más prestigiosos del mundo, pero que había comenzado hace muchos años en las paredes de La Plata y en cuanto terreno o lugar platense pudieran ubicar para comunicar lo que quería un grupo de por entonces muchachos que se dio en llamar el Grupo Escombros, “el arte de lo que queda”.

“Eso comenzó hace como 50 años -recuerda Luis- éramos un grupo de amigos que tenía mucho para decir. Éramos Pupo Rayo, Raúl García Luna, Angélica Converti, Plasenci y yo, aunque al final, por distintos motivos, del grupo original quedamos solo Pupo y yo, aunque luego se fue sumando mucha mas gente. Con Escombros, lo que hacíamos no era cambiar la realidad, sino señalar las cosas que la sociedad tendría que ver, para que otros traten de encauzarlas. Todo lo que hacíamos nosotros, en realidad, era comunicar, que es lo que queda en el ser humano, comunicar lo que le pasa, y nosotros lo hacíamos a través del arte. Pero los señalamientos que hacíamos, y fueron muchos, nunca fueron ni tibios ni neutros. Porque todos coincidíamos en que el artista debe ser una especie de testigo que debe dar cuenta de todo lo que está pasando, que debe posponer la estética para mostrar el punto de vista de la ética”.

Una de aquellas intervenciones que realizaban, quizás la más famosa, fue “Sutura”, una obra que presentaron en el marco de Ciudad del Arte en 1989, cuando el grupo realizó una convocatoria abierta a todos aquellos artistas que quisieran mostrar lo que producían, y en la que participaron más de mil personas, no solo platenses, ya que llegaron desde todos los rincones, sin filtros ni selección de ningún tipo, con el fin de crear una ciudad utópica-creativa, que finalmente se concretó en una cantera abandonada del barrio de Hernández, a la que asistieron más de diez mil personas, y que resultó en un tajo en la tierra de 30 metros de largo, cosida con soga de barco, una metáfora con múltiples significados que aún hoy resuenan.

“La idea era hacer una grieta enorme -cuenta Luis al tiempo que se esfuerza para mostrarla en una foto que conserva en uno de sus catálogos- que antes de coserla se desparrama por todos lados. Y es increíble la vigencia que todavía tiene, porque sigue esa grieta enorme que sutura, que sangra siempre por todos lados”.

Lo cierto es que, además, esa obra fue elegida para ilustrar la tapa del libro del “Nunca más”, y que hasta en Brasil fue usada por uno de los diarios más importantes para graficar la Cicatriz cultural de América Latina.

Pero Luis, ¿cómo hacían todo aquello?; ¿cómo eran los operativos para llegar a hacer cosas así?

“Es como hacer un guiso, jaa. Nosotros llevábamos un tema, qué sé yo, de lo que se hablaba en el momento, ponele la represión o el desastre ecológico, o bien ahora podría ser el dolor que provoca la pandemia, y nos juntábamos a debatir, en reuniones que duraban de la mañana a la noche y de las que surgían mil ideas, pero donde también analizábamos los grados de factibilidad, los espacios con que podríamos contar, la logística, etc. En el caso de Sutura, necesitábamos un espacio enorme, para lo que empezamos a recorrer toda la ciudad. Nos llevó muchos días hasta que encontramos esa cantera de Hernández. Por lo general nosotros nos metíamos sin pedir permiso e interveníamos. En muchos casos teníamos problemas, pero esa vez en la cantera no pasó nada. El tema es que nos pusimos a trabajar, había que hacer un corte de 30 metros de largo y dos de profundidad, y a nosotros no nos daban los brazos, sabíamos de nuestro arte, pero en el uso de la pala, poco. Pero la gente nos ayudó enormemente, y lo hicimos entre todos. Mejor dicho, todo lo hizo la gente que participó, porque todos pasaron de ser espectadores a consultores, todos opinaban, todos proponían, y hacían arte dentro del arte, ejercían su libertad de expresarse. Fue una experiencia inolvidable”.

¿Y con los costos como hacían? ¿Tenían que poner plata?

“Los costos eran muy bajos, porque todos nos ayudaban. El grupo se fue haciendo conocido y todos querían ser parte de alguna manera, nos regalaban cosas, hasta los sastres nos ayudaban con el vestuario. Una vez, hasta conseguimos que en una intervención participara en la calle el ballet del Teatro Argentino. Era algo increíble lo que lográbamos”.

Pazos, junto a Silvia Gascón, el día que se casaron / S. Casali

BORGES, AMOR Y RELIGIÓN

Aquel amor por las letras llevó también a Luis Pazos a desarrollar una importante trayectoria en los medios de comunicación, donde se convirtió en una pluma destacada. Trabajo en EL DIA, Clarín y la revista Gente. Y recorrió el mundo realizando entrevistas y coberturas periodísticas de todo tipo, desde la política a la farándula hasta episodios que conmovieron a la opinión pública nacional.

“Hice de todo -recuerda- pero sin dudas lo que más me impactó de todos esos años fue el caso de María Soledad Morales. Estuve casi un año y medio en Catamarca cubriendo aquel caso, hasta que un editor me relevó porque me dijo que yo ya no estaba realizando una cobertura periodística del caso, sino que ya era parte del caso. Y la verdad es que tenía razón, porque yo ya estaba involucrado. Fue aquella una historia estremecedora, que sacó a la luz todas las miserias del poder, de los abusos, con marchas en las que miles de personas, en un estruendoso silencio, nos pedía a nosotros, los periodistas, que hiciéramos justicia. Una vez me enteré que había un plan para asesinar a la hermana Pelloni, emblema del caso, y me ofrecí para sacarla de Catamarca. ‘No puedo -me contestó- mi vida ya no me pertenece’. Cómo no me iba a involucrar en aquello. Todavía tengo recuerdos imborrables de aquel caso”.

Pazos, con la máscara de la felicidad

Bueno, pero también hubo episodios gratos, viajes, entrevistas a famosos…

“Si, fueron años muy intensos y muy lindos, el periodismo me permitió recorrer casi todo el mundo, y ver cosas desde adentro que desde afuera no se pueden ver. La vida de famosos como Susana Giménez, o algunas decepciones, como las que tuve con Borges”.

¿Por qué con Borges? “Porque fue un escritor extraordinario, pero como ser humano me decepcionaba. Tenía una soberbia tan grande que la trataba de ocultar con una modestia absolutamente falsa. Pero además, y creo que es lo que más me molestaba, porque cobraba por las notas. Y no solo eso, tenía una forma de agarrar el dinero, casi con desesperación, que me fastidiaba”.

Hurgando por su vida, Luis también cuenta que estuvo muy cerca de convertirse en sacerdote, y que posteriormente, se casó cinco veces.

“Sin dudas lo que más me impactó de todos esos años fue el caso de María Soledad Morales”

 

“Sí, mi familia era muy religiosa, y yo lo tuve como una vocación durante mucho tiempo. Aun hoy soy un hombre de Fe. Para mí la fe es más importante que la razón, y la razón ya no me interesa. Pero después empezó lo del periodismo, los viajes, y mi vida fue cambiando. Me casé tres veces legalmente y tuve otras dos convivencias largas. Con Pampita Curuchaga estuve casado 11 años y vivíamos en plaza Italia; con Lía Piñero, que es la mamá de dos de mis hijos, Camila y Manuel, otros 11 años; y en pareja con Sibila Camps y María Núñez, que es la madre de Guadalupe, mi hija mayor. Y ahora con mi flamante esposa, Silvia Gascón, con quien nos casamos el año pasado, cuando yo ya había cumplido los 80. Lo hicimos por amor, como dos jóvenes. Vivimos juntos desde hace 20 años, y la verdad es que no sé por qué no nos casamos antes, porque fue y es el gran amor de mi vida”.

Galardonado en 2020 con el Premio a la Trayectoria por la Academia Nacional de Bellas Artes, Luis Pazos tiene una última cosa para decir.

“No hay que rendirse, jamás, nunca, suceda lo que suceda. Hay que seguir aunque no haya destino, porque al destino hay que construirlo. Yo peleo día a día contra mi enfermedad, pero no me voy a rendir, nunca. Para mi rendirse es algo impensable”.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE

+ Comentarios

Para comentar suscribite haciendo click aquí

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Básico Promocional

$120/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2250

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme

Full Promocional

$160/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3450

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme
Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$120.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $2250.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla