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Revista Domingo |LLUVIAS ARTIFICIALES

Tendencias: la “siembra de nubes”, el viejo proyecto tecnológico para hacer que llueva

La idea no es nueva, ya que los intentos comenzaron en la década del 40, pero ahora en países como China o Emiratos Arabes ya se utilizan drones que “bombardean” nubes para fabricar precipitaciones. Los proyectos en nuestro país

Tendencias: la “siembra de nubes”, el viejo proyecto tecnológico para hacer que llueva
30 de Enero de 2022 | 08:16
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Si hay algo peor que el exceso de agua, es su falta. Y es por eso que, desde hace años, empresas y gobiernos han invertido en tecnologías para poder manipular al clima, desde la primera máquina creada en 1946 para “fabricar” nieve artificial, hasta los drones que “producen” lluvia en Dubai, pasando por las mezclas químicas que usa China para “sembrar” nubes. Sin embargo, estas tecnologías parecen ser cada vez más novedosas, y hasta un desarrollo argentino promete dar soluciones a la “lucha antigranizo”, a través de un programa que se desarrolla en la Facultad de Ciencias Aplicadas de la UNCuyo, en Mendoza, que avanza en un sistema para proteger a los cultivos de las heladas, y en tecnología para “hacer llover”, aunque para su concreción se requieren aun mayores aportes económicos.

Mientras tanto, se apunta desde allí al montaje de una cámara de glaciación, un espacio en el que se emula a las nubes para permitir probar el ioduro de plata, de composición distinta al que se utiliza actualmente, para comprobar y mejorar su funcionamiento, una tecnología que por ahora también se desarrolla en la Universidad de Córdoba, al mismo tiempo que se desarrolla un avión no tripulado para acercarse a las nubes.

LOS PRIMEROS PROYECTOS

Reducir el impacto de la falta de agua sobre actividades que dependen fundamentalmente de ella, como la agricultura, o ayudar a combatir siniestros masivos de incendios, fue desde siempre un objetivo que persiguieron empresas y gobiernos en todo el mundo, que han invertido durante décadas en el desarrollo de tecnologías para la modificación meteorológica. Hasta que se determinó, entre algunos éxitos y muchos fracasos, que esto era realmente posible.

Es así que el primer desarrollo sobre el tema data de 1946, cuando el químico y meteorólogo norteamericano Vincent Schaefer logró producir nieve artificial en un laboratorio de la General Electric.

Aunque su intención original era generar un descenso fuerte de la temperatura, cuando introdujo un trozo de hielo seco en un congelador, Schaefer descubrió que podía formar una nube de cristales de hielo a partir del agua enfriada. Y fue el 13 de noviembre del mismo año cuando llevó su experimento al territorio, y desde un avión sembró hielo seco en una nube ubicada al norte del estado de Nueva York, y desencadenó una nevada. Ese hito dio inicio a “Cirrus”, un proyecto dirigido por el científico y premio Nobel de química Irving Langmuir, cuyo propósito era modificar el clima.

Experiencias similares comenzaron a repetirse y, desde entonces, se multiplicaron las empresas que se dedican a la modificación del clima mediante la siembra de nubes. Reunidos en la Asociación de Modificación del Clima, estos emprendimientos definen a la siembra de nubes como una “técnica de manipulación meteorológica que consiste en alterar, mediante bengalas pirotécnicas y/o generadores de combustible líquido, nubes individuales o sistemas de nubes para favorecer las precipitaciones”.

Y combinando estos procedimientos con tecnologías actuales, Emiratos Árabes y China se pusieron ahora a la vanguardia en este tipo de experimentaciones. Así, mientras los primeros optaron por el uso de drones para generar descargas eléctricas en las alturas, en China se está construyendo una red terrestre de generadores de yoduro de plata, cuyas partículas en el aire formarán cristales y desencadenará precipitaciones, según destacan los especialistas asiáticos.

Fue así que el 2 de diciembre de 2020, el Consejo de Estado de China había anunciado un plan de tres etapas para desarrollar un sistema de modificación del clima. La primera, tiene como objetivo que para 2025 “el área afectada por las operaciones de aumento de la lluvia (o nieve) artificial llegue a más de 5,5 millones de kilómetros cuadrados”.

En una segunda etapa, también para 2025, se proyecta que “el área protegida por las operaciones de prevención de granizo llegue a más de 580.000 kilómetros cuadrados”; y por último, para 2035, se espera que la innovación en investigación y tecnología ofrezcan claves que permitan alcanzar un “nivel global avanzado” y mejorar la prevención exhaustiva de los riesgos de seguridad”.

Mientras tanto, Emiratos Árabes, que registró su verano más caluroso este año con picos de 51 grados centígrados, según informó el Centro Nacional de Meteorología emiratí (NCM), ya utilizó drones que provocan lluvia mediante la aplicación de descargas eléctricas en las nubes, sin necesidad de utilizar compuestos químicos.

Se multiplicaron las empresas que modifican el clima mediante la siembra de nubes

 

Esta solución, que formó parte de las conferencias durante la Cop26 en Glasgow, arrojó buenos resultados, y el Centro Nacional de Meteorología emiratí informó que ya lograron registrar precipitaciones artificiales en Abu Dabi, Dubai y Sharjah. Inclusive, circuló un video en el que se observaba cómo varios vehículos circulaban bajo la lluvia provocada, y hasta se emitieron alertas meteorológicas por vientos de hasta 40 km por hora.

Claro que, junto a los progresos en la materia, también crecieron las suspicacias ante semejantes inversiones en proyectos de ingeniería climática.

Por ejemplo, un artículo publicado en la revista especializada “New Scientist”, reprodujo datos de una investigación reciente que verifica que la “siembra de nubes” puede aumentar las precipitaciones, pero en niveles inferiores al 10%, lo que demanda grandes cantidades de energía como para volverla una modificación sostenible y a gran escala.

Por el momento, los experimentos consisten en llevar ondas eléctricas a través de drones hacia las nubes que están a gran altura, y de esa manera generar las lluvias.

Una vez catapultados, estos pueden volar durante unos 40 minutos, y durante el vuelo los sensores del drone miden la temperatura, la humedad y la carga eléctrica dentro de una nube, lo que les permite a los investigadores saber cuándo y dónde deben hacer la operación.

Mientras tanto, otros de los “países secos” utilizan el proceso de “siembra de nubes” mediante aviones o cohetes que vuelan a baja altura para lanzar partículas sólidas, como la sal o el yoduro de plata.

LA PELEA POR EL AGUA

El agua es un recurso natural, renovable e insustituible; natural porque se produce sin intervención del ser humano; renovable porque a través del ciclo hidrológico de evaporación, condensación y precipitación se regenera; e insustituible porque es un elemento vital que aún no se ha conseguido crear desde cero. Pero en el último tiempo, también se reveló como un recurso finito, ya que sus ciclos de regeneración están siendo superados por la velocidad de extracción.

Según indica la FAO en su informe sobre temas hídricos, en el siglo XX el consumo mundial de agua creció a un ritmo acelerado, dos veces más rápido que el aumento de la población en el mismo periodo, y “ONU Hábitat” ya había advertido en 2019 que una de cada cuatro ciudades en el mundo se encuentra en regiones donde la demanda de agua es superior a la disponibilidad, y sus pronósticos anticipan que para 2025 dos tercios de la población mundial vivirá en zonas afectadas por el “estrés hídrico”. Es decir que, dentro de algunos años, más de 5 mil millones de personas en el mundo se verán afectadas por su escasez, por lo que ya se baraja que el agua será para la geopolítica del siglo XXI lo que el petróleo fue para el siglo XX, y no se descarta que la lucha por el agua constituya un nuevo conflicto planetario, con las tecnologías de manipulación climática como uno de sus instrumentos.

En este marco, ya se observa con recelo que el gobierno chino lleve utilizando programas de manipulación del clima desde hace años, y que recientemente haya dado un paso más allá al anunciar su objetivo de expandir su capacidad de operaciones de forma sustancial, ya que China planea ampliar su programa de lluvia o nieve artificial para llegar a cubrir 5,5 millones de kilómetros cuadrados en 2025, casi el 60% de su territorio.

Y la iniciativa generó preocupación en países vecinos como India, entre la incertidumbre sobre el impacto de esta tecnología y las tensiones regionales.

No obstante, la llamada “siembra de nubes” no es nueva, ni en China ni en otros países del mundo.

“Son bastante comunes – asegura la experta en clima Dhanasree Jayaram – y muchos países utilizan esta tecnología. China lleva usándola mucho tiempo, India también lo hace, en África subsahariana y el noreste del continente también, donde hay sequías muy problemáticas. O Australia, por ejemplo”.

“La siembra de nubes consiste en rociar sustancias como yoduro de plata en las nubes – explica la climatóloga- para tratar de que produzcan precipitaciones, y es una de las técnicas utilizadas en manipulación del clima. Las primeras investigaciones al respecto comenzaron a finales de los años 40, principalmente en Estados Unidos, pero aún hay grandes dudas sobre este método”.

“Hay muy pocos artículos científicos escritos sobre su eficacia – sostiene por su parte John C. Moore, científico jefe de la Facultad de Ciencias del Sistema Terrestre y Cambio Global de la Universidad Normal de Pekín – y fue desarrollándose sin haber pasado por ningún tipo de validación científica. Aún hoy hay científicos especializados en aerosoles en China que hacen experimentos con aviones y reconocen que lo hacen de manera rutinaria, sin tener una investigación científica completa. La manipulación del clima allí a través de la siembra de nubes es una suerte de cuestión operacional, no es un ejercicio de investigación o nada remotamente científico, y básicamente se hace a nivel comunal, de ciudades y pueblos”.

En concreto, Moore señala que 50.000 municipios chinos ejercen la siembra de nubes de forma habitual para evitar daños en sus campos de cultivo, básicamente para tratar de intentar prevenir que tormentas de granizo acaben destruyendo los cultivos.

La siembra de nubes consiste en rociar sustancias en las nubes para que produzcan lluvias

 

Mientras tanto, investigadores de la Universidad Nacional de Taiwán señalan que la falta de coordinación en actividades de manipulación del clima puede llevar a acusaciones sobre el “robo de lluvia” entre países vecinos.

“En cualquier caso - señala Moore - no hay evidencia científica que respalde este tipo de acusaciones, aunque con el monzón asiático la situación es más delicada. Porque uno de los factores impulsores del monzón es la diferencia de temperatura entre la meseta tibetana y el océano Índico, por lo que si se realizaran cambios significativos en la meseta tibetana, entonces sí eso podría tener efectos bastante drásticos. Particularmente no creo que la tecnología en sí misma sea alarmante. Podría ser útil, y cada uno tiene soberanía en su territorio, pero el problema llega cuando se lo hace de forma unilateral. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si algo sale mal con este tipo de tecnología? ¿Quién va a pagar?. Por esto es urgente establecer un marco global para regular estas prácticas y los posibles conflictos que genere”.

 

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