El Mundial que nos hace felices: sobreactuación, lágrimas, presión y todas las necesidades

Edición Impresa

Por MARTIN CABRERA

mcabrera@eldia.com

Nunca un Mundial se vivió con tanta pasión en Argentina. La Selección fue campeona en México 1986 y el país se paralizó cuatro años después en Italia. También “le cortaron” las piernas en el ‘94. Miles fueron a Brasil y lloraron con la final perdida. Y cuántos se ilusionaron con Messi en Rusia 2018. Pero nunca hubo tanta fe puesta en un grupo de futbolistas como ahora, con un cóctel de esperanza, épica y exitismo total.

Lo podrá explicar algún sociólogo, algún psicólogo o un algún analista internacional. Lo que se vive en Argentina no sucede en otra parte del mundo. Ni en Sudamérica y mucho menos en el resto del planeta. La locura por las figuritas nos hizo vislumbrar que algo estaba por pasar. Y pasó nomás.

¿Qué tiene el Mundial? ¿Qué lo hace tan necesario para la inmensa mayoría de los argentinos? No solo lloran y se emocionan los que todos los fines de semana van a ver un Estudiantes-Patronato o Gimnasia-Sarmiento. Del Mundial hablan todos y todas. No hay distinción. Es una rareza encontrase con alguien que no conozca o no hable de la Scaloneta.

En ese contexto se mezcla de todo. Están los que hacen política y buscan utilizar un triunfo para tapar una realidad que no gusta y los que pretenden dejar bien en evidencia que ese equipo no tiene semejanza con nuestro presente. Se habla de “los pibes de Malvinas” y los brazucas... Hay sobreactuación también. Goles que se relatan como si fuera de una final o abrazos poco sentidos para el 2-0 en un partido de fase de grupos.

 

Este Mundial Qatar 2022 superó todos los niveles de exitismo conocido en nuestro país

 

¿Cómo se explica este fenómeno de la Selección? No hay ni existirá una sola razón, hay miles y de todos los colores. Hay que ser ciego para no verlo. Todas las frustraciones de años (políticas, sociales, culturales y demás) se mezclan en un caldo de cultivo que recién empieza pero que está para seguir creciendo.

En cada abrazo, en cada grito desmedido en la ventana para el festejo de un gol, en cada palabra en redes sociales bien podría entenderse un hartazgo de larga data: la inflación, el dólar, la falta de empleo, la inseguridad, la injusticia... Durante el Mundial hasta parecería que no hay grieta y que Cristina se abraza con Macri para gritar un gol. Claro que no existe esa realidad, como tampoco es real el estado de éxtasis luego de ganar un partido. Es efímero pero alcanza, al menos durante el tiempo que dure el camino de la Selección. Y nos hace felices. O eso creemos.

También mucho tendrá que ver la época del año. Nos ponemos más sensibles en diciembre, por las presiones de doce meses que golpearon. Y cómo pegaron. Si hace un rato que se terminó la pandemia ¿Terminó? El Mundial llegó con todo para meternos en una cápsula al infinito. Y más allá.

Las postales de la Ciudad marcan el pulso de banderas argentinas colgadas en las ventanas, o vecinos comunes paseándose por las calles con la camiseta de la Selección. O los que ponen la banderita al auto. Nunca antes este pueblo necesitó tanto de un éxito, y el deportivo parece ser el que tenemos más a mano. En esa mochila están depositados los sueños de gran parte de los habitantes de este país. Pesa bastante pero por ahora se carga. Vamos por todo...

Qatar2022

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE