Dolor, lágrimas y abrazos en Tolosa, a un año del asesinato del mecánico

Anoche, la mujer, las hijas y varios allegados, le rindieron homenaje en la puerta de su domicilio. Hubo sentidas palabras

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En la calle 524 entre 6 y 7, de Tolosa, anoche se vivieron momentos de profunda angustia y dolor. Frente a una vivienda con rejas negras, un grupo de personas alzó un pequeño altar con velas encendidas e imágenes de Alejandro Fernández, el mecánico asesinado de un balazo cuando trabajaba dentro de la fosa de su local, situado en las cercanías del inmueble.

A un año de ese bestial ataque, su mujer, las hijas y varios allegados, se dieron cita en el domicilio familiar para rendirle un sentido homenaje.

Hubo palabras muy profundas, recuerdos, abrazos interminables y ojos desbordantes de lágrimas.

Por el caso, cabe recordar, está detenido el hermano de la esposa de Fernández, Juan Carlos Lamarque, quien ya tiene prisión preventiva con doble conforme; es decir, está a punto de ser enviado a juicio oral y publico por el delito de “homicidio agravado por alevosía en concurso real con robo”.

La familia, que cuenta con la asistencia letrada del doctor Emanuel Ocaranza, aguarda con mucha expectativa el desarrollo del proceso penal enarbolando el reclamo de justicia.

De acuerdo a la instrucción de la causa, a cargo de la fiscal María Cecilia Corfield, Lamarque sería el autor de la mortal agresión, situación que fue confirmada en todos sus extremos por el juez de garantías, Agustín Crispo.

La trama detrás del disparo tendría que ver con una cuestión económica, ya que habitualmente, según se comentó, Fernández le prestaba dinero.

Todo sucedió el 3 de noviembre de 2021 en el taller de camino General Belgrano entre 525 y 526.

Anoche, en Tolosa, hubo varios representantes de la Asamblea de Inundados de esa localidad, quienes demuestran gratitud eterna hacia Fernández, ya que el día de la trágica inundación, en 2013, auxilió con su gomón a los vecinos que tenían el agua al cuello y salvó decenas de vidas.

Fernández, además de mecánico, trabajaba en la Policía de la Provincia de Buenos Aires y tenía una afición: los autos de carrera.

En ese sentido, muchos contaron que el local donde lo mataron estaba lleno de premios y trofeos por su participación en esa actividad.

 

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