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Vida y secretos de He Man: el personaje de los panchos de 44 y 12

Revelaciones de uno que marcó una época en la noche de los ‘80 y ‘90. Querido y criticado, no pasó desapercibido en la trama local. Un día dejó la Ciudad y quedó la incógnita: ¿qué fue de su vida?

Vida y secretos de He Man: el personaje de los panchos de 44 y 12

He Man 2022: una heladería en Mardel y la búsqueda de jóvenes valores en el fútbol

Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

4 de Diciembre de 2022 | 04:34
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“Ese loco fue el único que me hizo correr”.

Con permiso o sin el, Emiliano Ernesto Zabala (55) ocupa un espacio en la pared del recuerdo de una generación de platenses que supieron de él. Algunos lo conocieron en persona, fueron sus amigos o quizá un poco menos que eso, pero lo trataron, hasta que un día le perdieron el rastro. Otros solo lo conocieron “de nombre”, por comentarios o por esas anécdotas que triangulan en el fárrago de “la noche”. La noche de los ‘80 y parte de los ‘90, no una noche cualquiera. Podría decirse, sin caer en grandes injusticias que también hubo quienes lo padecieron, lo enfrentaron y también quienes lo estimaron al punto de tener de él hoy un cálido recuerdo. Fue uno de esos personajes que al nombrarlo en una mesa de café todavía dispara un “ah, sí” en la memoria de muchos platenses.

Un día no se supo más de él. Su presencia dejó ese lugar que se había ganado a codazos y que había hecho trabajar en triple turno a las usinas del rumor y las habladurías urbanas. Más de uno se habrá preguntado en este tiempo qué fue de la vida de He Man, el de aquellos primeros panchos con “de todo” que llegaron a la Ciudad. El de las anécdotas de liturgia futbolera en el lejano tiempo aquel de los partidos con visitantes y un marco de violencia que, visto a la distancia y comparado con lo que pasa hoy en la calle, no parecía ser para tanto.

IMBORRABLE

“Yo sufrí y tuve que pagar el costo de una fama que me hicieron, que se exageró. Por esa y otras razones un día tuve que dejar La Plata. Pero nunca la voy a dejar del todo porque acá vive una de mis hijas, me quedaron grandes amigos y sigue siendo la ciudad que amo”.

Para reconstruir la historia de He Man hay que arrancar por Santo Domingo, un pueblito en el partido de General Guido donde hasta los cinco años, Emiliano asegura que vivió como un pibe inmensamente feliz.

“Imaginate, criado en el campo. Caballos, vacas, para mí la vida era un juego, todos los días. Mi papá me llevaba con él a recorrer el campo, a ver a los animales. Me adoraba mi viejo”.

Un día toda esa felicidad se oscureció. Fue un sólo golpe en una única imagen imborrable.

“Abrí una puerta y me encontré a mi viejo ahorcado. Yo tenía cinco años. Mi papá tenía una depresión y un día le dio por tomar esa decisión. Mi mamá quedó muy mal, muy mal. Todo se vino abajo de una manera que no se puede describir. La pobre no podía salir de la cama. Yo terminé en un hogar, Los Grillitos, en Mar del Plata. Estuve ahí hasta los 11 años, cuando mi mamá recién pudo recuperarse y lo primero que hizo fue ir a buscarme. Mi vieja era muy religiosa, rezaba mucho. Mi vida cambió, imaginate. Yo era un pibe muy inquieto, pero no era malo. Tengo presente un recuerdo que me viene cada vez que como dulce de batata: mi papá compraba las latas esas redondas y como a mí me encantaba me dejaba comer lo que quisiera. Un día, en el hogar, yo agarré la lata y vino un pibe más grande a sacármela y le clavé un tenedor en la mano. Yo no tenía noción de lo que era compartir”.

En la nueva vida que le tocó después de su paso por Los Grillitos, le tomó el gusto a lo que define como sus dos pasiones: la de ser hincha de River, que heredó de su papá y la que bebió en las calles de Mar del Plata: la venta ambulante.

“Siempre enganchaba algún camión que iba para Buenos Aires y me iba a ver a River. De local, de visitante, donde fuera. Me gustaba ir a la hinchada, a lo que ahora le llaman los Borrachos del Tablón. Tenía 17 años una vez me metieron preso por menor de edad. Estuve una semana detenido hasta que me fueron a buscar de Mar del Plata. Con todo lo que se ha hablado de mí, yo no tengo un solo antecedente penal, nada”.

BESARSE EN MARDEL

Dice que en medio de la hinchada, allá por 1980, su cabello largo y rubio, su torso musculoso le hicieron ganar el apodo de He Man. Y que hasta los rasgos de su cara coincidían con el personaje aquel de la DC Comic.

Uno de esos romances de verano que parecen responder fielmente a lo que marcan los Estelares cuando preguntan “¿Quién no se ha besado en Mardel?”, le abrió a He Man un antes y un después y lo unió a La Plata, esa ciudad que hasta entonces pasaba de largo en la Ruta 2 cuando iba a Buenos Aires a ver a River.

“A los 21 conocí a mi primera pareja, a Sandra. Me enamoré mal, fulminante”, se ríe y cuenta que fue en la calle, cerca de la plaza Colón, donde a esa altura vendía pequeños almanaques con los signos de zodíaco.

“Pagué el precio de una fama que me hicieron con mucho de exageración”

“Yo ofrecía los almanaques pero con un chamuyo sobre la personalidad de cada signo. Les preguntaba de qué signo eran y entonces le decía vos sos una persona así, asá, sos muy sensible, tenés carácter fuerte. A la gente le gustaba eso y yo vendía como loco. En esos veranos llegué a tener diez vendedores. A plata de hoy no te exagero pero recaudaba como 50 mil pesos por día”.

Ese romance de verano se transformó en una relación tan fuerte que lo mudó a La Plata donde siguió probando, acaso con menos suerte, en el asunto del zodíaco.

“Una tarde, desde la ventanilla del micro veo un localicito vacío en alquiler en 44 y 12, chiquito. Me bajé del micro y lo fui a ver y ahí me avivé que arriba, en un altillo, tenía una habitación con un bañito. Y lo alquilé, pero para vivir ahí. Al tiempo le digo a Sandra: ‘¿y si ponemos un kiosquito?’. Y ahí arrancamos. Fue una aventura. Si algo no había, yo te lo traía. Al principio lo teníamos abierto 12 horas y un día quedó libre el local de al lado, donde había una casa de caños de escape. Y así nació el Poli Shop de 24 horas. Nosotros fuimos los primeros en el negocio de las 24 horas, en La Plata no había, era una novedad”.

LOS PANCHOS DE CARACAS

Estaba por venir otro golpe de suerte. Otra vuelta con éxito impensado: los famosos panchos de 44 y 12 que dejaron una marca en la juventud de muchos y de muchas.

“Me voy de luna de miel a Venezuela y en el aeropuerto de Caracas veo a un tipo que vendía hot dogs, como le dicen ellos. Y miro bien y veo que el tipo tenía al lado de la panchera una especie de bandeja enorme con un montón de ingredientes, aderezos, lo que te imagines. Vendía los panchos cargados con papas, aceitunas, de todo. Yo le dije a Sandra: ‘esto hay que llevarlo a La Plata’. Y cuando volvimos hice hacer una batea de acero inoxidable y ahí le metí de todo, como diez salsas diferentes. Era vender panchos a toda hora, sobre todo de noche, de madrugada. Ni hablar los fines de semana cuando la gente salía de los boliches. Casi una cuadra de cola y hubo días en que llegué a vender 5.000 panchos. Una locura. Compramos un departamento ahí en Plaza Paso y otras inversiones más”.

De aquellos años del “24 horas” tiene decenas de anécdotas la mayoría emparentadas con las buenas y malas de la noche y muchas de ellas vinculadas a la violencia futbolera. Su pertenencia a la barra riverplatense no era secreto para nadie, especialmente para algunos personajes de las barras de los cuadros locales que, asegura, casi que se habían hecho una costumbre ir a “visitarlo” de vez en cuando al local de 44 y 12.

LA CORRIDA

“Te podría decir que me pelee con casi todos los conocidos de esa época. Estaba laburando y por ahí escuchaba: ‘eh, He Man, salí cagón’. Y cuando no era uno de Gimnasia era uno de Estudiantes. Hasta los 12 años yo había hecho boxeo con mi ídolo en Mar del Plata, Uby Sacco y bueno, a veces tenía que plantarme. Alguna vez con Pablo Prado, otra con los Papupa, todos se querían pelear con He Man y yo me plantaba, íbamos a la plaza de 13 y 44 para no hacer bardo en la puerta del negocio. Con el único con que el corrí fue con el Loco Fierro. No tengo problema en decirlo. Me lo encuentro un día en la esquina de 57 y 6. Escucho que de atrás me gritan: ‘He Man, gallina, La Plata es de Lobo, vení’. Y veo que saca un sable y se me viene encima. Y yo dije este loco me mata con ese sable. Y corrí y él atrás tirándome sablazos, hasta que me pegó uno en la espalda y me cortó la remera. Fue al único contra el que corrí. Después nos hicimos amigos, sobre todo con los hermanos”.

Los ‘90 le vinieron bien, pese a que por esos años se disparó la competencia en el asunto pancheril. En otros planos, recuerda que la pareja estaba bien. Todo marchaba. Pero así como una muerte trágica le había cambiado la vida a los 5 años, otra vez el destino volvería a ponerlo contra la pared.

OTRA VEZ LA MUERTE

En la noche del 23 de enero de 1999 su suegra, Beatriz “Bety” Martínez fue brutalmente asesinada a puñaladas en su casa de City Bell. Martínez tenía 61 años y era, como sus hijas, una mujer de particular belleza. El crimen conmocionó a la Ciudad por sus ribetes y por algunas vinculaciones políticas de la víctima. Después de una investigación con muchas idas y vueltas fue condenado un joven de la zona, identificado como Reynaldo Palacios, alias El Rulo. La Justicia siempre creyó que Palacios no actuó solo esa noche y hasta puso en duda que haya sido el autor material y lo acusaron como co-autor. Pero no se pudo probar nada más y sus supuestos cómplices zafaron. El hecho fue para He Man un antes y un después.

“La mató He Man, decían. Así, como yo te lo digo ahora, con esa liviandad. La policía me investigó, los medios de comunicación me nombraban como sospechoso. Solo porque yo era He Man, el de la barra de River, el del maxikiosco de 24 horas, el que se peleaba, el de los panchos. La sociedad me crucificó. Venían al negocio y me decían: ‘dicen que la mataste vos’. Yo con mi suegra me llevaba de diez, era una muy buena persona, todo el mundo lo sabía pero igual la gente hablaba y hablaba”.

Cuenta entonces lo que le contó una y mil veces a la policía y a la Justicia. “Era la costumbre de los fines de semana ir a la casa de mi suegra, pero ese domingo diluvió. Con Sandra vivíamos enfrente del negocio en uno de los edificios de Plaza Paso. Llovía tanto que nos quedamos todo el día encerrados. Yo quise ir al local y cuando me asomé vi que la 44 estaba inundada y me volví. Al otro día nos enteramos de lo que había pasado. Pero la policía insistía, los diarios me nombraban, la sociedad me señalaba. Fue durísimo. Tiempo después con Sandra nos separamos. Ella se quedó con el departamento y yo con el negocio. Pero no lo supe llevar. Tomé malas decisiones. La verdad es que ese negocio era una cosa con Sandra y otra diferente sin ella”.

LOS HELADOS DE Grayskull

A ese cambio le siguieron otros y cuenta que tras la separación conoció a Romina, la madre de Luna, su hija platense.

“Luna es una divina, va a estudiar Derecho. Yo me separé de su mamá y decidí regresar a Mar del Plata donde hoy estoy feliz con Lourdes, mi tercera pareja, la madre de Antonella, de 12, Francesca de 14; e Isaías, de 7. El varón, un premio que no esperaba porque había tenido todas hijas mujeres que las amo. Isaías, se llama como el profeta, es bueno, ama a sus hermanas, cocina, quiere ser cheff y boxeador, dice. Un personaje. Yo quiero que sea buena persona, lo demás no importa, que sea lo que él elija ser”.

En Mar del Plata abrió una heladería que una de sus hijas se encargó de bautizar: Grayskull, el castillo de donde He Man, el verdadero, obtenía su poder. Hoy se dedica a representar futbolistas y descubrir nuevos valores. Y también incursiona en el espinoso mundillo de los préstamos financieros.

“He tenido una vida difícil pero no me quejo. Me arrepiento de no haber estudiado una carrera, de no haber tomado otras decisiones. Pagué el precio de una fama en la que había mucha exageración. Y eso lo puede decir la cantidad de amigos que tengo en La Plata, que me llaman, que visito cuando vengo a ver a Luna. Gente que quiero mucho como Dani Funes, Fabián Scorcelli, Nico Pedernera y otros muchos más. Me voy a olvidar de muchos, seguro”.

Hay personas que se convierten en personajes y a veces pasa que el personaje se termina comiendo a la persona. No parece ser el caso de He Man, el de los panchos de 44 y 12.

 

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He Man 2022: una heladería en Mardel y la búsqueda de jóvenes valores en el fútbol

En el círculo de la barra de River de los ‘80 donde lo bautizaron He Man

En el bautismo de Antonella, una de sus hijas marplatenses

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