Psicocardiología: ¿Por qué el estrés duradero afecta al corazón?

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De corazón y de alma es una frase que bien puede aplicarse a la salud. “Si alguna de las dos partes no está bien, suele suceder que la otra sufre”, comenta el médico y profesor Volker Köllner.

Por eso, explica el médico jefe de Medicina Psicosomática en el Centro de Rehabilitación Seehof en Teltow, en las inmediaciones de Berlín, a veces no alcanza si el tratamiento contempla únicamente uno de estos dos lados.

Entonces resulta de utilidad tomar en cuenta estas interacciones, para lo cual existe incluso una disciplina específica en medicina, la psicocardiología.

Un gran número de estudios demuestra que la salud del corazón y la psiquis están estrechamente relacionadas. La depresión, por ejemplo, aumenta el riesgo de infarto casi tanto como el tabaquismo.

“También sabemos que el estrés que experimentan las personas en una etapa muy temprana de su historia vital es un factor de enfermedad”, dice Köllner.

Asimismo, la violencia y los abusos sexuales en la infancia aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, aunque posiblemente estas no se manifiesten hasta décadas después.

CUANDO EL CORAZÓN SE SIENTE PARTIDO

El síndrome “broken-heart” demuestra que el enorme estrés, ya sea por la noticia de una muerte o la pérdida de un trabajo, por ejemplo, puede afectar directamente al corazón.

Se trata de una insuficiencia cardíaca aguda, en la que disminuye la capacidad de bombeo del órgano. Muchos enfermos tienen que ser tratados en la unidad de cuidados intensivos, donde el corazón -a diferencia de otras enfermedades- se recupera nuevamente.

Sin embargo, el estrés se convierte en un problema para el corazón mucho más frecuentemente cuando se vuelve crónico. Son las propias reacciones físicas al estrés las que dañan el corazón a largo plazo, aunque se inscriban en nuestro cuerpo por una razón inteligente.

“El estrés es parte de la estrategia humana de supervivencia”, apunta el profesor Christoph Herrmann-Lingen, director de la Clínica de Medicina Psicosomática y Psicoterapia de la Universidad de Medicina de Gotinga. “Cuando el peligro es inminente, la respuesta al estrés garantiza que estemos preparados para luchar o huir”.

El sistema nervioso vegetativo ocupa un lugar central, ya que dirige funciones vitales como el latido cardíaco. Bajo estrés, nuestro corazón no solamente late más rápido, para que el cuerpo esté preparado para el rendimiento máximo, sino que también se adhieren en mayor medida las plaquetas sanguíneas, para poder detener mejor las hemorragias.

“El cuerpo se prepara para que se le inflija una herida”, manifiesta Herrmann-Lingen, quien también es miembro del Consejo Asesor Científico de la Fundación Alemana del Corazón. La consecuencia indeseable: se fomenta así el desarrollo de vasos coronarios estrechos.

El aumento permanente del sistema cardiovascular también puede provocar una presión arterial alta, que puede dañar los vasos sanguíneos del corazón. El riesgo de infarto o de insuficiencia cardíaca aumenta. (DPA)

 

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