El agua virtual y la subterránea

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El agua virtual es la cantidad de agua empleada de modo directo e indirecto para la producción de un bien, producto o servicio. Y las cifras de consumo verdaderamente asustan: desde la plantación de algodón hasta la fabricación, un jean requiere en promedio 8.000 litros de agua, mientras que para un kilo de papas, unos 290 litros. Y si se suma la huella hídrica de los bienes de consumo a la utilización de agua en el hogar, se llega a un consumo promedio de 4.000 a 5.000 litros per cápita y por día.

Además, la agricultura es, contemplada a nivel global, la mayor usuaria del agua. Alrededor del 70 por ciento del agua dulce accesible para el ser humano fluye hacia la agricultura de regadío. Por lo tanto, la regla de hierro de los expertos para el ahorro de agua es que se deberían comprar productos producidos a nivel regional, de temporada, ecológicos y, en lo posible, que no sean de origen animal.

Es en ese sentido que los especialistas remarcan que una de las mejores

posibilidades para ahorrar agua virtual es renunciar a los productos de origen animal, sobre todo la producción de carne, que consume cantidades gigantescas de este recurso, y es precisamente el cultivo de forraje para los animales lo que lo genera.

En cuanto a las aguas subterráneas, son un recurso de suma relevancia porque suponen una reserva esencial para el suministro de agua potable y la explotación en usos agrícolas, industriales y ambientales. Los casi 300 acuíferos localizados albergan más del 90 por ciento del agua dulce disponible en el mundo y su volumen es cien veces superior al aportado por las superficiales.

Es así que la explotación de los acuíferos, formaciones geológicas permeables que permiten el almacenamiento de agua dulce bajo tierra, tiene un rol relevante en el ciclo hidrológico al proporcionar una buena parte de los recursos utilizados en todo el mundo.

 

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