Las picadas de motos y de autos, un flagelo que no se detiene en nuestra zona

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Hace demasiado tiempo que las picadas de automóviles y de motos se han convertido en un flagelo para los cambiantes vecindarios en las que se realizan. Puede hablarse así de plaza Moreno –la muy céntrica calle 54 entre 12 y 7 llegó a ser utilizada como “pista”- de la zona de la plaza Malvinas, de sectores de Punta Lara, de tramos de la avenida 44, de calles de Gorina o Punta Lara, de las avenidas internas del paseo del Bosque, que entre otros lugares fueron elegidas sucesivamente por quienes no trepidan en alterar la tranquilidad de la gente con el ruido de los motores, sobre todo en horas nocturnas y de la madrugada que son las elegidas para desarrollar estas competencias ilegales.

A medida que la Policía los corrió de uno de esos sitios, pasaron al otro, en una situación que se reitera sin solución de continuidad desde hace muchos años. Ahora, tal como lo reflejó un artículo publicado ayer en este diario, vecinos de la zona oeste de La Plata denunciaron que la avenida 520 a la altura de la calle 149, en la localidad de San Carlos, se ha convertido desde hace varios meses en el escenario de peligrosas picadas de motos.

Al igual que lo vienen haciendo los vecinos de la zona de El Bosque y Punta Lara (otros de los lugares conocidos por la realización de estas prácticas), quienes residen en este sector expusieron su profunda preocupación por estas masivas reuniones organizadas al detalle, en las que se cometen otros tipos de delitos como el consumo y venta de drogas y alcohol y juego clandestino.

Frente a los reales peligros por este tipo de encuentros, los vecinos demandan medidas urgentes tendientes a impedirlos. “No se trata de diez tipos que se juntan a tomar algo y que se les ocurre correr una carrera. Son juntadas planificadas y se vuelven tan masivas por las redes sociales. Y no lo hacen por diversión. Detrás de todo esto hay plata en juego”, denunció un vecino. Detallaron asimismo que estas picadas ilegales tienen lugar los sábados a la noche y durante las madrugadas de los domingos.

De lo que se trata, tal como se dijo muchas veces en esta columna, es de que el accionar de los organismos públicos -policiales y municipales- se concrete en forma sostenida, hasta que se logre la definitiva erradicación de estas actitudes antisociales.

Debe tenerse en cuenta que aquí no se habla en absoluto del comportamiento habitual de conductores de motocicletas, que las utilizan para acudir a sus trabajos o para contar con un vehículo más económico, sino de un grupo de ellos -nutrido, por cierto- que se reúne por las noches y recorren, juntos y a altísimas velocidades, sin respetar semáforos ni norma alguna, determinadas zonas urbanas, cometiendo a su paso desmanes con quien se les cruce y con todo lo que encuentren en el camino.

En cada oportunidad en la que se tocan temas referidos al tránsito, los especialistas llegan a dos coincidentes conclusiones. Por un lado, a la necesidad de sancionar con toda la severidad posible a quienes infrinjan las normas; y por el otro, a que se impartan en la población sólidos principios educativos, que apunten a la importancia de respetar las leyes para que en las calles reine el orden y no la anarquía.

Y a comprender, de una manera cabal, que los espacios públicos no existen para darles usos particulares, sino para que formen parte de la propiedad común de todos los habitantes.

 

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