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Recursos, poder y conflictos

Recursos, poder y conflictos

Eugenio Koutsovitis

21 de Noviembre de 2025 | 01:15
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eleconomista.com.ar

En esta nueva era de interdependencia fracturada, la economía internacional y la competencia geopolítica se superponen hasta confundirse: los acuerdos comerciales son instrumentos de presión, y las alianzas diplomáticas, herramientas para asegurar el acceso a los bienes escasos del planeta.

Crisis del paradigma globalizador: La globalización, concebida como una red de interdependencias abiertas y beneficiosas, atraviesa su punto de inflexión. El ideal de libre comercio y cooperación multilateral se ve desplazado por una dinámica de bloques. Estados Unidos encabeza un bloque occidental que busca preservar su supremacía tecnológica y energética mediante políticas industriales activas y nuevas alianzas de seguridad.

China, en cambio, propone un modelo alternativo de desarrollo sostenido por el control de materias primas y de las rutas logísticas críticas. Entre ambas potencias, actores intermedios como India, Brasil, Turquía o Arabia Saudita ensayan estrategias de autonomía flexible, moviéndose según su conveniencia entre los polos de poder. La creación de la Critical Minerals Production Alliance por el G7 en 2025 refleja esta tendencia: los minerales estratégicos se reconocen como un activo de seguridad nacional, al mismo nivel que la defensa o las finanzas.

Energía, alimentos y minerales: el nuevo triángulo de poder: Pese al discurso sobre la transición energética, el petróleo y el gas continúan siendo los cimientos de la economía mundial. La Agencia Internacional de Energía advierte que las tensiones en Medio Oriente, la volatilidad de la OPEP+ y los impactos del cambio climático sobre la infraestructura aumentan la vulnerabilidad del sistema energético. Un bloqueo en el Estrecho de Ormuz o el Canal de Suez tendría consecuencias inmediatas en los precios internacionales y en la estabilidad de numerosos Estados. El gas natural licuado (GNL) emerge como alternativa transitoria, pero su dependencia tecnológica y logística mantiene viva la competencia global.

El control de los alimentos y del agua también adquiere valor estratégico. América del Sur, el Mar Negro y Norteamérica concentran la producción alimentaria, mientras África y Asia experimentan un acaparamiento de tierras por parte de potencias extranjeras y fondos soberanos. Este fenómeno, conocido como land grabbing, se traduce en tensiones sociales y en una nueva forma de dependencia: la seguridad alimentaria como dimensión de la soberanía nacional.

El tercer vértice de esta ecuación lo ocupan los minerales críticos -litio, cobre, cobalto, níquel y tierras raras-, esenciales para la industria tecnológica y la transición ecológica. China domina el procesamiento y la manufactura intermedia, lo que genera una asimetría estructural en las cadenas globales de valor. En respuesta, Occidente multiplica sus esfuerzos por diversificar el suministro: Australia invierte en fundiciones estratégicas, India cierra acuerdos con Perú, Chile y Argentina, y la República Democrática del Congo impone cuotas a la exportación de cobalto para retener renta minera. En esta competencia, la disputa no es sólo económica, sino también ambiental y geopolítica.

El tablero internacional refleja esta lucha por los recursos. En Ucrania, la guerra congelada consolida un nuevo equilibrio entre Europa y Eurasia. La Unión Europea ha reducido su dependencia del gas ruso, pero al costo de una nueva dependencia del GNL estadounidense y de proveedores africanos. Rusia, marginada de los mercados occidentales, intensifica su comercio con Asia, acelerando la regionalización del sistema económico.

En Medio Oriente, la persistente inestabilidad --acentuada tras la ofensiva israelí en Gaza- mantiene al mundo pendiente de los precios del petróleo. Irán, Arabia Saudita, Turquía e Israel disputan influencia mediante alianzas cambiantes y operaciones indirectas. Los proyectos de diversificación económica, como Vision 2030, buscan anticipar el agotamiento de la era petrolera, pero el equilibrio regional sigue siendo frágil.

En el Mar del Sur de China, las tensiones giran en torno a la libertad de navegación y al control de los flujos comerciales. Por esas aguas circula cerca del 40 % del comercio mundial. Un enfrentamiento naval o un incidente aéreo podría paralizar la producción global de microchips y generar una crisis económica inmediata. La militarización de islas y arrecifes refleja la creciente fusión entre seguridad y economía.

En África, los recursos naturales son simultáneamente oportunidad y maldición. El Sahel y los Grandes Lagos concentran minerales estratégicos, pero también conflictos armados y economías informales. Iniciativas de industrialización local, como las de Zambia o Namibia, intentan romper el ciclo de dependencia exportadora, aunque enfrentan limitaciones institucionales. La estabilidad del continente será un factor decisivo en la próxima década.

Perspectivas hacia 2035

El poder internacional de las próximas décadas dependerá de quién logre garantizar energía, alimentos, agua y datos sin comprometer su cohesión interna. Europa profundizará su transición verde; China buscará consolidar su autosuficiencia energética y tecnológica; y Estados Unidos combinará liderazgo en innovación con autosuficiencia energética. América Latina y África, dotadas de los recursos más demandados, podrían convertirse en polos de desarrollo si logran superar sus déficits de gobernanza.

El comercio tenderá a regionalizarse: Asia reforzará su liderazgo industrial, América avanzará hacia mercados energéticos integrados y Europa priorizará la resiliencia sobre la eficiencia. En paralelo, los BRICS promoverán monedas digitales y mecanismos financieros alternativos al dólar, configurando un sistema monetario más fragmentado. En materia de seguridad, la guerra híbrida —que combina ciberataques, control de información, sabotaje energético y dominio espacial— reemplazará a los conflictos tradicionales.

Hacia 2035, el mundo será esencialmente multipolar. Las ideologías cederán lugar a los recursos como fundamento del poder. La estabilidad dependerá de la capacidad de administrar la escasez y de articular cooperación en un entorno de competencia constante. La paz ya no será ausencia de guerra, sino equilibrio dinámico entre interdependencia y control.

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