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Maradona platense: las milanesas de Aldona, las tardes en Villa Elisa y la “odisea” del condón

Una extorsión descabellada, el pollo que no alcanzó y más de lo que nunca se contó del Diez en la Ciudad

Maradona platense: las milanesas de Aldona, las tardes en Villa Elisa y la “odisea” del condón

En La Plata vivió un Maradona que muy pocos conocieron, asegura su amigo

Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

10 de Abril de 2022 | 04:47
Edición impresa

 

“No mientas sobre mi y no diré la verdad sobre ti”.

Más de dos décadas antes de ese día en que la asunción de Diego Maradona como DT de Gimnasia le hiciera una marca a la Ciudad y al mundo del fútbol, el Diez tuvo una vida platense.

Walter Luján Fonseca, Keke, fue el que lo “hizo” platense en el contexto de una amistad que nació inesperadamente por la donación de un viejo colchón para un amigo que estaba preso en Dolores y en el marco del famoso Caso Coppola que como una novela por entregas ocupaba la atención de la opinión pública en aquellos 90.

“Los miserables quieren que hable sobre miserias pero yo prefiero recordar a ese Diego que en La Plata fue feliz, que se divertía como un chico, que se enojaba cuando perdía en los desafíos de truco o de pool y que cada vez que venía pedía lo mismo: ir a comer las milanesas de Aldona”.

Las travestis guardaron el secreto de que Maradona vivía en el barrio

 

Es posible que en el barrio de 2 bis y 532 los vecinos se enteren recién ahora que Maradona anduvo por ahí tantas veces como le dijeron que Aldona, la madre de Keke, había hecho milanesas. “Se ha llegado a comer 8 ó 9 y después se sentaba en la vereda, en un banco que había en la puerta de mi casa”.

Una vez pidió un auto prestado y lo chocó en la esquina de 6 y 46. Era un Escort XR3 que para “la historia oficial” terminaría manejando otra persona.

EL BARRIO QUE SABÍA

“Cuando me separé por primera vez me fui a vivir a 3 entre 70 y 71. Estaba solo, triste y el primero de los amigos que llegó a acompañarme fue Maradona. En el barrio había travestis en la calle y una vez lo vieron y él les pidió que no digan nada, que le hicieran el aguante. Te aseguro que nunca nadie tocó el timbre para molestarlo. Diego iba a un almacén en 70 entre 3 y 4 y compraba mortadela, galletitas, whisky. El del almacén no entendía nada. Esas cosas me causaban mucha gracia. Ver la cara de la gente, la sorpresa. Era así tanto con desconocidos como con amigos míos. Una vez lo llamó al “Gordo” Neco, que tenía el bar Imperio y le pregunto ‘¿qué estás haciendo?’. Me dice ‘estoy haciendo un pollo al horno, vení si querés’. Le digo ‘bueno, voy con un amigo’. Y caí con Maradona y le comió todo el pollo”.

Por momentos resulta inevitable hablar de las sombras que terminaron cercando a Maradona hasta su muerte. El famoso entorno, los amigos del campeón, los que parecían pendientes de él pero en realidad vivían pendientes de lo que podían obtener de él.

“Mirá, te doy un ejemplo de eso: yo nunca quise que Diego fuese a ninguno de mis negocios, salvo cuando inauguramos el Sport Café, en diagonal 74 y 10 que se comunicaba por dentro con Metrópolis. Fue a los únicos dos lugares donde fue. Me decía: dale, voy, me saco fotos, le doy manija al boliche. Nunca le dije que sí. El venía a La Plata a ver a un amigo, nada más que eso y yo siempre lo entendí así. Los demás vivían pensando en cómo sacarle el jugo”.

VILLA ELISA Y EL PICADO EN LA 32

Un campito perdido en medio del monte de Los Talas, en Berisso; una canchita en 25 y 508; una quinta en Villa Elisa en la avenida Arana entre caminos que pertenecía al Tano Tutti, del legendario boliche Chihuahua y una casa en Villa del Plata, en Punta Lara, fueron algunos de los refugios maradonianos que muy, muy pocos conocieron.

Una tarde casi le provoca un infarto masivo a los 22 pibes y algunos no tan pibes que jugaban al fútbol en la rambla de 32 y 19. Se bajó de la combi y preguntó: “che, ¿falta uno para jugar?”.

“En Los Talas se divertía como loco. Pescaba, jugaba al fútbol, se peleaba conmigo por boludeces y después nos amigábamos. Hemos tenido interminables charlas de las que me quedaron frases inolvidables. Una vez me dijo: “ ‘andá a buscar a tus hijos a la escuela, yo nunca pude hacerlo’. El decía que tenía una deuda interior que no podía pagar y recordaba cuando su madre le decía que no comía porque estaba descompuesta cuando la realidad era que ese día la madre no comía porque no había comida para todos. Por eso Doña Tota fue la única persona con autoridad sobre él, la única”.

Keke lleva tatuados nombres de amigos que ya no están. Y muestra en uno de sus brazos el espacio que ha reservado para “el Gordo”.

“Nunca fui sidieguista y él necesitaba eso. Que le digan que no cuando era no”.

Cuando daba la vuelta al mundo la noticia de que Maradona era el nuevo DT de Gimnasia, Keke dice que estaba trabajando en Mar del Plata y que hablaron por teléfono.

LA PEOR NOTICIA

“¿No vas a venir? Ya sé: estás de punta con los de saco”, fue la frase de despedida. Los “de saco” eran para Maradona los dirigentes, los poderosos, los otros, los del otro lado de una grieta que nunca nadie pudo obligarlo a cruzar.

“Me decía: ‘cuando me dicen Dios me están faltando el respeto. Están locos, yo solo soy un tipo que juego bien al fútbol’”, recuerda Keke y apunta otra “máxima” con la que solían reírse mucho: “no mientas sobre mí y no diré la verdad sobre ti”.

La peor noticia encontró a Keke en un hotel marplatense. “Bajé a desayunar y vi gente amontonada contra el televisor. Cuando volví a la habitación me contaron y mi primera reacción fue vomitar. Después lloré, mucho lloré”.

“Una vez me lo encuentro al Morsa, uno de sus cuñados y me cuenta que le habían cortado la luz por falta de pago. Eran 1.800 pesos y se los di. Al otro día me llamó Diego, furioso, preguntándome quién me creía yo para pagarle la luz a su hermana. Lo mismo un día en que fuimos a comer y yo pedí la cuenta y pagué. ¿Qué hacés?, me preguntó. Le digo pagué la cuenta. Y se quedó mirándome y me dio un abrazo. Para él eso era raro, que alguien no se aprovechara y que todo no saliera de su bolsillo”.

Cuando se le pregunta cómo se explica una amistad tan intensa en poco tiempo, Fonseca dice que “a lo mejor es porque sufríamos lo mismo. Los dos nos veíamos rodeados de gente que sólo quería usarnos, chuparnos la sangre”.

“Es mentira que Diego no sabía pedir ayuda. Ocurre que tenía una manera de hacerlo que muchos no percibían. Creo que ahí estuvo la clave de cómo murió”.

El tiempo del Maradona platense terminó cuando Fonseca dejó la Ciudad para emprender negocios en Villa La Angostura y Mar del Plata. Dice que nunca dejaron de hablarse. Vuelve sobre recuerdos locos como cuando el Diez se había empeñado en suspender una fiesta de fin de año en Punta del Este para quedarse en La Plata en una al aire libre que había organizado Keke en La Plata Rugby para recibir el nuevo mileño. “No había forma de convencerlo, lo tuvieron que venir a buscar”.

UN REFUERZO PARA EL NAPOLI

“Era un nene grande que hacía locuras como cuando lo hizo vestir de futbolista a Carlitos Ferro Viera y llamó a una conferencia de prensa para presentarlo como un nuevo jugador del Nápoli”.

Le quedan retazos de aquel histórico partido a beneficio de la Cruz Roja que de alguna forma significó que Diego cumpliera su promesa de ponerse la camiseta albiazul y dice que aquella locura “no podría haberla hecho sin el aguante que me hicieron mis socios y amigos, los hermanos Marcelo y Carlos Leuzzi, Leandro Pereira, El Chueco López Costa, Rodrigo Balatti, el Cabezón Dopazo y el Conejo Martínez. Dale que nosotros te cubrimos, me dijeron”.

“Me dijo: ‘Rial me pone una alfombra roja si voy con esto’”

 

En esos días del “Maradona platense” ocurrió un episodio que Keke pone como ejemplo del grado de locura y de audacia de “los buitres” que podían llegar a rodear a Maradona.

Cuenta que una mañana un empleado del Sport Café, que supo estar en diagonal 74 y 10 y que fue uno de los únicos dos boliches que pisó Maradona en sus años de “platense”, le avisó que una mujer “con un forro” pedía hablar con él.

“Cuando me dijo que la mujer venía con un forro pensé que me hablaba de alguien, de una persona. Lo primero que le pregunté fue si lo conocía a ese tipo, al forro”.

El empleado aclaró: “No, Keke, viene con un forro, un profiláctico y dice que lo que hay adentro es de Maradona”.

El Maradona “adicto” pero a las milanesas de una vecina de Tolosa

LA “ODISEA” DEL CONDÓN

Keke hace un esfuerzo para hablar de un episodio al que define como “muy desagradable”. La mujer estaba acompañada por otra más joven que dijo ser su hija. Y se limitó a decir, en tono acusatorio, que “eso” que estaba dentro del profiláctico era de Maradona.

Como era obvio que se trataba de fijar que la mujer joven había tenido sexo con el Diez, Keke cuenta que “lo primero que le pregunté a la chica fue si había sido una relación consentida y me dijo que sí. La madre también. Entonces ahí directamente les pregunté qué querían, qué pretendían. La mujer mayor me dijo entonces que con “eso” a ella le abrían las puertas de todos los canales de televisión. Recuerdo que me dijo ‘(Jorge) Rial me pone una alfombra roja si voy con esto’”.

Más allá de las consideraciones científicas que marcan las escasas o nulas posibilidades de que aquellos supuestos espermas de Diego siguieran vivos, Keke cuenta que consciente del show mediático que podía venir, tomó una decisión ahí nomás.

“¿Y usted cuánto quiere por ‘eso’ le pregunté directamente. Y me dijo 10.000 pesos (que en ese tiempo eran dólares) porque tenía un hijo que necesitaba operarse. Fui a la oficina, puse 10 mil pesos en un sobre y antes de dárselos le dije: tome, señora, tire eso acá. Y le indiqué un tacho de basura. Nunca más la vimos y la anécdota sirve para medir el riesgo en el que estaba Diego porque siempre había buitres rondándole”.

Pero la historia del profiláctico que a todas luces era parte de un supuesto plan para engendrar clandestinamente un Maradona “de probeta” tiene un Lado B.

¿Fue algo sencillo de resolver como cuenta Keke o fue, como se dice por ahí, una verdadera odisea enmarcada en una extorsión de la que nunca nadie habló? Es posible que tras el episodio narrado por Fonseca haya habido otro intento por crear en La Plata un Maradona de probeta.

Se cuenta entonces de una lisa y llana extorsión en la que aparecen tres apodos clave: Beto, el Gordo M y El Ciego. Las fuentes los describen como personajes de “la noche” platense que a partir de un entramado de relaciones casuales, marcada por la informalidad que suele traducirse en “un amigo de un amigo de otro amigo”, llegaron a Maradona.

Quizá el Maradona de probeta sólo haya sido un disparate nacido de una idea miserable”

 

“Ellos armaron lo del profiláctico. Y la persona que encabezó la extorsión mostró una foto de ese condón dentro de un freezer, habían congelado el profiláctico”, acepta contar, más de 20 años después, un confidente que prefiere seguir en el anonimato.

“Recuperarlo fue una odisea. Empezaron pidiendo 500 mil dólares y terminaron bajando a 50 mil. Más no te puedo contar. Lo cierto es que nunca se supo si ese material genético se recuperó en su totalidad. Más no te puedo contar, te repito”.

Sobran preguntas. ¿Existió entonces o existe un Maradona de probeta, nacido a espaldas del Diez por inseminación artificial? En algunos mentideros de la Ciudad se dice que sí y en otros, o en los mismos, que todo eso es un disparate nacido de una idea miserable como es robar el semen de una persona para engendrar un hijo a sus espaldas.

Keke dice que alguna vez le ha llegado esa versión y que contiene una verdad a medias: “La odisea fue la que vivieron los extorsionadores, que pensaron que la cosa les iba a resultar pero no fue así”.

“Es un proceso muy loco cuando la idolatría, la admiración por una persona se convierten en amistad y eso es lo mejor que me quedó de mi vida con Maradona”, resume Keke que apunta: “Te lo digo y se me pone la piel de gallina”.

Hubo entonces en La Plata un Maradona que iluminó, a su manera, calles, lugares y rincones de una ciudad que ya forma parte de su historia, de su épica y su leyenda interminable.

 

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