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¿Adiós al matrimonio?: juntos pero no revueltos

Un libro de publicación reciente asegura que, aunque las personas siguen casándose, ya no piensan en la pareja a partir de roles estereotipados de marido y esposa. ¿Cómo se unen dos personas en la actualidad?

¿Adiós al matrimonio?: juntos pero no revueltos

Durante el año pasado, en la provincia de Buenos Aires se registraron más de 24 mil divorcios en el Registro de las Personas / freepik

Cecilia Famá

Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com

26 de Junio de 2022 | 09:55
Edición impresa

“¿Cómo nos vinculamos en el siglo XXI?”, se pregunta en su último libro, “Adiós al matrimonio”, el psicoanalista Luciano Lutereau. “En el siglo XXI -agrega, en esta obra editada por Paidós- ya no está claro qué es una pareja. Vivimos en una sociedad ‘postmatrimonial’ en la que las personas, aunque siguen casándose, ya no se piensan a partir de los roles estereotipados del marido y la esposa. No sólo porque existen los contratos prenupciales, o porque cada vez menos parejas deciden compartir bienes, sino también porque la experiencia actual del vínculo amoroso supone que cada uno no pierda su individualidad por el encuentro con el otro. A veces, se llama a esto ‘libertad’”.

Entonces, ¿cómo se unen dos personas en la actualidad? A partir de la idea de que en una pareja siempre hay ‘al menos tres’ (uno, el otro y el deseo), en los diferentes capítulos de su nuevo libro Lutereau considera los clásicos síntomas del erotismo (celos, infidelidad, etc.) para llegar a la pareja misma como un vínculo sintomático. Aportando ejemplos y casos, el análisis de situaciones cotidianas y anécdotas de la práctica en el consultorio, Lutereau constata que en el grueso de la consulta terapéutica se pasó de matrimonios que, después de años, se preguntaban cómo seguir juntos, a relaciones que no logran poner primera, por más tiempo que pase.

Cada vez más parejas tienen a su primer hijo a una mayor edad respecto de otras épocas / Freepik

En un mundo en el que, a pesar de postular las relaciones abiertas o el poliamor, no dejamos de sufrir a causa de los vínculos amorosos, surge el interrogante de cómo vivir con otro, de qué forma compartir la soledad, amar con pasión (pero sin intensidad posesiva) y, llegado el caso, aprender a separarse y hacer un duelo.

¿Hay menos parejas que se casan y eligen otros acuerdos para “formalizar” su vínculo? La socióloga Paula Díaz de Arcaya dice que efectivamente, sí. “Si observamos los números de nupcialidad podemos ver que la tendencia a contraer matrimonio va en descenso. De todas maneras, el mayor descenso lo pudimos ver entre 1990 y 2016, donde el número anual de matrimonios registrados evidenció una baja que alcanzó al 47 por ciento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Al mismo tiempo, se consolidó un cambio en la edad promedio en la que las personas llegan al primer matrimonio. Esta edad se ha ido incrementando paulatinamente en un promedio de 5 años. Es decir que quienes se casaron por primera vez en 2016 son 5 años más grandes que quienes se casaron en 1990. Entiendo que los acuerdos cambiaron en función de la transformación de los mandatos sociales. Los llamados mandatos sociales siempre están, sólo que mutan, se transforman”.

“Las personas, aunque siguen casándose, ya no se piensan a partir de los roles estereotipados del marido y la esposa”

Luciano Lutereau,
psicoanalista

“Si pudiéramos descomponer los deseos y las motivaciones de los sujetos, veríamos que además de estar influidos por las características intra-psíquicas, la propia historia y las vivencias personales, estamos condicionados también por la época y la sociedad en la que vivimos. El mandato de formar una familia (teniendo a la familia tipo y hétero como única posible), el amor ‘para toda la vida’ y la presencia de preceptos religiosos condicionando la vida del sujeto han sido desplazados por otras aspiraciones, otras adscripciones e identificaciones. Y, al mismo tiempo, quienes somos madres y padres hoy, fuimos criados en hogares en los que muy probablemente estos mandatos no hayan entrado en discusión explícita y abierta, pero que sí vivimos las consecuencias de elecciones fundadas en las formas más que en el contenido”, sostiene la puericultora.

¿OTRA INSTITUCIÓN EN RIESGO?

“No nos casamos porque no sentimos la necesidad. No nos suman nada los papeles”. La que habla es Malvina (34), en pareja con Santiago (30), hace ocho años. Son padres de María Paz y Ludmila, mellizas de 3. “Vemos que amigos nuestros se casan por facilitar trámites como tener la misma obra social que la esposa o marido, o por cosas de ese tipo, burocráticas. Otros para hacer una gran fiesta y compartirla con familia y amigos. Sinceramente, nosotros simplemente no vemos que nuestro vínculo tenga que ‘oficializarse’ de ninguna manera. Sabemos lo que sentimos el uno por el otro: hemos formado una familia, que seguramente seguiremos ampliando. Es todo lo que necesitamos. Saber que somos arquitectos de nuestro amor y nuestros proyectos”, afirman.

Desde su espacio, Díaz de Arcaya subraya que “la institución del matrimonio no ha demostrado que por sí misma ofrezca un reaseguro de lo emocional, de lo vincular, como perdurable, y se cristaliza lo que sólo emana de esa figura legal: un contrato civil entre dos personas que bien pueden amarse o no. Por lo tanto, hoy, la formalización puede que tenga más que ver con pactos respecto de qué tipo de pareja conforman, cómo dividen los gastos, o quién desempeña tales o cuáles funciones, que con una norma instituida de fuerte impronta social pero poca gravitación en la estructura diaria de una pareja”.

“Estamos condicionados también por la época y la sociedad en la que vivimos”

 

Y agrega: “Los modelos vinculares y de familia siempre se ponen en conflicto porque las sociedades cambian permanentemente. Por eso la frase trillada ‘la juventud de ahora’ o ‘antes tal cosa, y ahora...’, son frases que van a existir siempre. No hay manera de que las estructuras que conforman las sociedades permanezcan inalterables. Lo esperable es que éstas muten. La conformación de la familia es diversa. Siempre lo fue. Una tribu es una familia. Y en occidente la familia tipo heteronormativa se instituyó y hoy esa estructura es interpelada desde distintos lugares. Concomitantemente fue cambiando el rol de la mujer tanto en la esfera de lo público como de lo privado, el rol de los hombres -especialmente en la esfera de lo privado-, los acuerdos explícitos en las uniones y quizás una construcción de los vínculos más fluida, flexible pero no menos intensa y real. Tenemos que saber que coexisten distintos modelos y que son las generaciones más jóvenes, junto a los colectivos segregados y/o minoritarios o en condiciones desiguales, los que invariablemente van a cuestionar y reconfigurar nuevas formas”.

“A lo largo de la historia y según la cultura en la que se inscribe, el matrimonio es instituyente de normas morales, de linaje, de parentesco, como transmisor de la herencia. Luego, las sociedades le han ido atribuyendo a ese contrato valores como el amor, lo indisoluble, lo eterno, lo perdurable, lo indestructible, lo irrenunciable, todo íntimamente ligado a un carácter religioso. Suponer una relación con otro como inalterable, inamovible y para toda la vida, hoy entraña un conflicto interno para muchos y muchas y creo que gran parte de las generaciones más jóvenes no ven en el matrimonio nada ligado a ese amor como experiencia de placer y de elección. Mientras que lo que sí perciben como infinitos, cambiantes, alterables son sus deseos. Entonces, si el marco legal no me garantiza la perdurabilidad de esto que siento, ¿por qué lo haría, no? La perdurabilidad de un contrato con independencia de los sentimientos que subyacen no resuelve un conflicto, sino que lo crea. Luego, podríamos entrar en cuestiones técnicas que me exceden respecto a la protección de derechos, y las compensaciones económicas; sobre todo hacia las mujeres, quienes suelen quedar en desventajas considerables aún bajo el contrato civil de matrimonio”, dice Díaz de Arcaya.

Mario (40) está en pareja con Roxana (31) y defienden la libertad de poder elegir no casarse: “Creemos que cada pareja tiene que tener sus propias normas, sus propias reglas. Y no estar condicionados por lo que impone la sociedad”, sostienen.

“Los llamados mandatos sociales siempre están, sólo que mutan, se transforman”

Paula Díaz de Arcaya,
socióloga

¿ES IMPORTANTE PARA LOS HIJOS?

Otro de los nuevos paradigmas del presente es un deseo de ser padres que no está ligado directamente a la idea de matrimonio o pareja. “Cada vez es más palpable un cuestionamiento no sólo de las instituciones como matrimonio y maternidad, como figuras, sino también como deseo, como motivación, como construcción de lo que deseo para mi vida y no lo que la sociedad necesita que reproduzcamos”, revela Díaz.

“En ese sentido, se viene produciendo un corrimiento de la edad promedio en la que una mujer y/o un hombre tienen un primer hijo/a por razones diversas; porque hay un mayor análisis de las posibilidades y de los condicionantes estructurales para ‘ma-paternar’ y criar (económicos, simbólicos, sociales, de red, etc.), porque ese deseo no aparece, porque la libido está puesta en el propio desarrollo tanto personal como laboral, porque no se piensa a la entidad ‘hijo’ como medio de realización. Miles de razones que hoy están puestas sobre la mesa y aunque sigue la mirada sobre ellas, no es lo mismo que 50 años atrás”, expresa la puericultora.

“Nosotros nos casamos antes de empezar a tener hijos. Pero luego me di cuenta que era un mandato, era lo establecido. Hubiera sido igual sin el matrimonio. Y fue un lío divorciarnos, dividir bienes, gastos de abogados...”, se lamenta Magalí (52), madre de tres adolescentes.

“Supone que cada uno no pierda su individualidad por el encuentro con el otro”

 

“También podemos pensar ese tener hijos ‘de a dos’ desde un punto de vista biológico y de la concepción, mientras era la mujer quien desarrollaba el mayor porcentaje de las tareas de reproducción, cuidado y crianza de esos niños y niñas. Hoy ese ‘de a dos’ biológico y heterohegemónico se puede ver transmutado vía la ciencia que posibilita la gestación, eventualmente, sin un otro. La gestación (por la vía que fuere) de a dos no garantiza la crianza de a dos. Mientras que la decisión unilateral de gestar y/o tener un hijo/a presupone de antemano la entera responsabilidad sobre el sostenimiento de ese otro y esta responsabilidad no queda velada”, dice la socióloga.

“Estos cambios milimétricos que se consolidan en una opinión del imaginario colectivo permiten movimientos en las nuevas costumbres que adquieren las sociedades en su conjunto. Y al mismo tiempo, hoy hay una conciencia cada vez mayor de la importancia que tienen las personas que desempeñan las tareas de cuidado en la crianza de los hijos e hijas; y estas tareas son mayoritariamente desempeñadas por mujeres. Durante décadas tanto las tareas como quienes las desempeñan fueron desdeñadas y subestimadas; y hoy están teniendo una incipiente, pero persistente visibilización”, agrega la especialista.

“Los modelos vinculares y de familia siempre se ponen en conflicto porque las sociedades cambian permanentemente” / Freepik

Hay más: “Cuidar, alimentar, amamantar, llevar chicos al colegio, estudiar, cocinar, sacar turnos y llevar al médico, ocuparse de los menores y de los mayores de la familia, llevar agendas de actividades, contactar con padres y madres, son tareas intensivas que requieren una puesta intensiva del cuerpo y tiempo (carga mental), pero contradictoriamente, no están remuneradas. Alguien las hace y en general, esas tareas las veníamos haciendo las mujeres. Hoy muchas parejas deciden tener o no hijos en base a pactos en torno a estas cuestiones centrales a la ma-paternidad. En esa tensión entre sostener y conciliar el desarrollo del trabajo remunerado con aquel que no lo es pero que es la fuente de reproducción de todo sujeto, puede encontrarse algo de la base sobre la cual se edifican los nuevos deseos. Por ello la dificultad para conciliar el trabajo remunerado con el que no lo es, la dificultad para conciliar trabajo y tiempo libre, reproducción y diversión, es una tensión permanente en las sociedades capitalistas, modernas, tecnologizadas y urbanas”.

Respecto de la solidez de los vínculos entablados desde lo formal, la experta señala que “tendríamos que definir aquello que es sólido y aquello que no lo es. ¿Es sólido sostener un contrato civil allí donde no queda más que un bien inmueble compartido? En la actualidad existe la unión civil/convivencial que permite que dos personas que comparten su vida afectiva y conviven puedan acceder a un marco legal, por ejemplo en materia de derechos sobre la vivienda, compartir aportes para la obra social, o recibir una pensión en caso de fallecimiento. Sin embargo, en términos patrimoniales y hereditarios no otorga ningún derecho. En términos de protección legal de bienes económicos ligados a la unión de dos personas quizás no hay contrato más seguro que el contrato civil del matrimonio. De todas maneras, no puedo entrar en el tema técnico porque no soy abogada, pero sí puedo decir que, la figura de la unión civil puede dejar a la mujer en una posición económica asimétrica. Aunque los entramados judiciales en cuestiones de divorcio pueden operar también con la lógica patriarcal”, finaliza la especialista.

Adiós al matrimonio
LUCIANO LUTEREAU
Editorial: Plaza & Janes
Páginas: 224
Precio: $ 1980

 

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