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Séptimo Día |TESTIMONIO DE LIDO IACOPETTI

Cuando un pintor pinta música y un escritor crea con colores

La sinestesia en el arte de vanguardia. Jack Coulter, el joven irlandés que marca rumbos en la “pintura musical”. Escucha sonidos y los dibuja. La fusión de sensaciones en dos artistas argentinos

Cuando un pintor pinta música y un escritor crea con colores

Jack Coulter, pintor irlandés / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

31 de Julio de 2022 | 06:24
Edición impresa

“El arte es un solo tronco, y de ese tronco se desprenden las ramas, que son la pintura, la literatura, la música”, dice el pintor platense Lido Iacopetti, que fue profesor por varias décadas de Historia del Arte en el Colegio Nacional.

Se le había preguntado por el tema de la sinestesia en el arte, de mucha vigencia en la actualidad. La sinestesia se define como la percepción de una misma sensación a través de distintos sentidos. Los artistas sinestésicos perciben o transmiten dos sensaciones simultáneas. Un ejemplo seria decir que cuando escuchan una música, ven un color. O cuando ven una pintura, escuchan un sonido. Las alternativas de la percepción sinestésica son múltiples.

“El lugar al que me transporto es al cosmos, que me inspira”

 

Hay muchos artistas –escritores, pintores o músicos- que en sus obras permiten que el lector, espectador u oyente vivan lo que se llama un “estado sinestésico”. No se habla de ninguna patología, sino de una singular condición de origen neurológico.

La sinestesia ofrece una asimilación integral, esencialmente creativa, de varias sensaciones. Una persona oye una sinfonía y es como si viera un paisaje o sintiera que la música le transmite ideas o conceptos intelectuales. Lo mismo pasa con los cuadros o textos literarios. Los críticos afirman que la sinestesia le da hoy potencialidad una de las vanguardias intelectuales más representativas y con mayor proyección de nuestra época.

El aún muy joven pintor irlandés, Jack Coulter (1994), es una de las figuras más famosas de la pintura abstracta actual y tiene sinestesia desde que era niño. Sus primeros recuerdos de la infancia hablan de que sentía los latidos de su corazón y cada uno de ellos le resonaba como “pulsos de color”.

Andrea Fried / Web

Coulter saltó a la consideración universal en una de sus primeras exposiciones denominadas de “pintura musical”. Escucha sonidos y los traduce en colores, es una de las rápidas explicaciones de los críticos.

En un artículo de la revista Vogue se analiza el caso inspirador de Coulter, que a principios de este año pintó un concierto de violín de Mendelsohn, mientras lo ejecutaba la orquesta de Cámara de Londres.

“Jack Coulter tiene un raro don: ve el sonido”, dice la autora de esa nota. En otra entrevista, luego de señalar que ignora cuál es la esencia de su especial facultad, concluye casi resignado: “El color está cosido en mi ser” y todo lo demás que sus sentidos captan integra su arco iris.

En la gastronomía también tiene vigencia la sinestesia. El Gato Dumas valoraba la comida por sus colores. Decía que cualquier plato gourmet que reuniera, bien combinados y elaborados, el verde, blanco, rojo y amarillo sería exquisito indefectiblemente. Y no dejaba de lamentarse por el hecho de que “no existe ningún de color azul”.

RIMBAUD

Pero lo sinestesia no es de esta última época, sino que tuvo antecedentes valiosos en siglos pasados. Un cultor de la sinestesia, claro, fue el iluminado Arthur Rimbaud, que fusionó en uno de sus más famosos textos -“El color de las vocales”- su poesía con los colores.

A los 19 años de edad ese genio de la percepción le vio un color determinado a cada una de las vocales, en un poema inolvidable que empieza así: “A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales/, diré algún día vuestros latentes nacimientos...” (puso a la O antes que la U).

“El hombre moderno es más oscilante que el de ningún otro siglo”

 

Y fue sinestésico Vincent Van Gogh (1853-1890), otro tocado por los duendes. Hace también cien años pintaba inspirado en sonidos musicales, que le sugerían colores y formas. Varios historiadores del arte aseguran que Van Gogh poseía una forma de sinestesia, llamada cromestesia. Es decir, la que asocia sonidos con colores.

Se le recuerda este párrafo de una carta que le escribió a su hermano Teo: “Algunos artistas tienen una mano nerviosa al dibujar, lo que le da a su técnica algo del sonido peculiar de un violín”, escribió el pintor.

Se dice que Van Gogh quiso tocar el piano, pero que el intento lo abrumó, porque cada nota que tocaba le recordaba un color diferente, de modo que abandonó ya que tomó esa experiencia como un signo de locura. Afortunadamente, se alejó del piano y siguió pintando.

García Lorca (derecha) en Nueva York / Web

Hace pocos meses dos pintores argentinos, Andrea Fried y Nicolás Bernaudo, presentaron una muestra en el Museo Nacional de Arte Decorativo, basada sobre la sinestesia.

El director de ese museo, Martín Marcos, dijo que la exposición reflejaba “una experiencia plagada de estímulos visuales, auditivos y táctiles, que activa la sensibilidad e invita a establecer relaciones causales entre cada uno de los momentos que la componen”.

La muestra de los pintores Fried y Bernaudo se llamó “Sinestesia Aguda” y en las explicaciones de esta exposición se dijo que era una experiencia interactiva, con distintos lenguajes de artes plásticas y visuales, que le ofrecía al espectador “la posibilidad de experimentar un estado sinestésico”.

En cuanto a los escritores argentinos, muchos críticos coinciden en que hay uno de ellos que, por su voluntad vanguardista, por saltar entre dispersas inspiraciones y por el entrevero de su obra nutrida en múltiples percepciones, el escritor sinestésico por excelencia fue Oliverio Girondo.

En cuando a poetas españoles, se dice que Federico García Lorca –cansado de ser criticado por su poesía gitana, a la que consideraban “antigua”, como se lo dijeron sus amigos Buñuel y Dalí- viajó a Nueva York para buscar nuevos rumbos. Y creyó encontrarlos, escribiendo a partir de allí poemas embebidos de sensaciones extraliterarias.

El dijo de su experiencia en una carta que le mandó a su familia en 1930: “Escribo un libro de poemas de interpretación de Nueva York que produce enorme impresión a estos amigos por su fuerza. Yo creo que todo lo mío resulta pálido al lado de estas cosas que son en cierta manera sinfónicas, como el ruido y la complejidad neoyorquina”.

El crítico Daniel Herrera-Cepero no duda en señalar: “Es importante recalcar que Lorca concebía su libro como “interpretación” de la ciudad, una interpretación que casi podríamos llamar sinestésica, ya que busca equipararse con el objeto interpretado en lo que respecta a su carácter sinfónico (ruidos y complejidad)”.

IACOPETTI

“Como pintor y como profesor de Historia del Arte puedo decir que cada color tiene un sonido. Y que en esta cuestión de la sinestesia uno de los principales precursores fue el pintor ruso Kandinsky, que teorizó sobre la fusión entre la música y la pintura” dice Iacopetti.

“Cuando yo tenía 19 años un amigo me hizo escuchar la Quinta Sinfonía de Beethoven y me preguntó qué es lo que yo sentía...Y le dije que me imaginaba corriendo en un bosque...Y él me replicó: ¡eso es lo que hace Beethoven, inducirte a percibir cosas ajenas a la música!”

“El arte es un solo tronco, y de ese tronco se desprenden las ramas, que son la pintura, la literatura, la música”

Lido Iacopetti,
Pintor platense

 

Iacopetti admite que, por una diversidad de razones, no es “un buen oidor”, pero asegura que cuando él se encuentra frente a la tela y pinta “el lugar al que me transporto es al cosmos, que me inspira. Y allí voy como reconociendo las galaxias. Eso es lo que me convoca y entonces en mi caso hablo de pictocosmonosis, un concepto que une pintura, cosmos y conocimiento”.

Iacopetti mencionó a Wassily Kandinsky (1866-1944), pintor precursor del arte abstracto, chelista como músico, que abrevó sus obras en el manantial de la música. Alguna vez expresó: “el sonido de los colores es tan definido que sería difícil encontrar a alguien que expresara amarillo brillante con notas graves o un lago oscuro con sonidos agudos”. Pintura y sonido fueron una unidad en su visión.

Lido Iacopetti / EL DIA

Pablo Neruda escribía con tinta verde, pensaba musicalmente y en el poema 20 escribió: “Mi voz buscaba el viento para tocar su oído”, que, los críticos aseguran, es una sinestesia. El chileno mostró todo el tiempo que poesía, música y pintura eran un mismo y metafórico arte.

Cuando venía a La Plata a escribir, el español Ramón Gómez de la Serna, que fue un escritor aforístico y sinestésico por excelencia, se sentaba en el American Bar de calle 7 –así lo recordaban muchos platenses, ya idos- desenfundaba sus biromes azul, verde, roja y amarilla y escribía sus definiciones subversivas sobre la realidad.

Lo sinestésico profundo de este autor se dejaba ver en esta definición de lo nuevo que había venido en el siglo XX: “El hombre moderno es más oscilante que el de ningún otro siglo, y por eso más metafórico. Debe poner una cosa bajo la luz de otra. Lo ve todo reunido, yuxtapuesto, asociado”.

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