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Estudiantes, que no tuvo profundidad, se quedó sin ideas en el segundo tiempo. Gimnasia fue de menos a más y al menos logró llevar adelante su plan. El punto fue un castigo al Pincha y una leve caricia para el Lobo
Martín Cabrera
mcabrera@eldia.com
Estudiantes y Gimnasia jugaron ayer uno de los clásicos más aburridos de la historia. O el peor, vaya uno a saber. Empataron 0-0 y recién cuando se termine el torneo se sabrá si el punto conseguido por cada uno tiene algún valor. Ahora, al cierre de la fecha, el Pincha no se pudo meter en zona de clasificación a la Copa Libertadores y el Lobo sigue en zona de descenso, con un largo recorrido como visitante por delante.
Pero más allá de lo numérico, lo que mostraron en cancha ambos equipos fue muy pobre. Y claro que las críticas le tienen que caer más a Estudiantes: por ser local, por sus objetivos planteados y porque tiene mejor plantel para afrontar el encuentro. Sin dudas que decepcionó y sólo le queda el consuelo de haber dejado su valla en cero y seguir en el lote de los equipos que clasifican a la Sudamericana 2024.
Gimnasia se fue con una sonrisa. Al menos pudo cumplir con su objetivo planteado y el punto puede ser un impuslo para seguir sumando como visitante en una lucha que será durísima en las próximas siete fechas. No se salvó ni mucho menos, pero una derrota hubiese sido un golpe demasiado duro para lo que le viene.
El Pincha fue protagonista en el primer tiempo. Se plantó en campo rival y con su juego asociado intentó desnivelar por las bandas, principalmente por la derecha con Leo Godoy. Pero extrañó como nunca antes a un delantero de área y cada llegada se fue desvaneciendo como hielo al sol.
Sólo con la pelota parada pudo asustar a Durso y compañía. Cada tiro de esquina (tuvo 8 en ese período), fue un dolor de cabeza que evidenció los problemas de Gimnasia en la marca aérea. Dos veces Fede Fernández y otra Santiago Núñez pudieron convertir de cabeza.
El Lobo esperó agazapado en el medio, con un buen desempeño del uruguayo Rodrigo Saravia y con el peligroso Abaldo, que un par de veces pudo romper la línea de Benedetti por la derecha de su ataque. De entrada llegó al fondo y con el “centro de la muerte” casi le sirve el gol a Cristian Tarragona, que remató afuera. Iban 9 minutos.
Estudiantes intentó ser protagonista en el primer tiempo y lastimó con su pelota parada
Los de Domínguez tuvieron la idea pero no la plasmaron en el juego. Demaisado lento en el traslado de la pelota y una lateralización que a veces exasperó a sus hinchas. Tal vez eso le haya hecho perder la tranquilidad, algo que el propio entrenador destacó en la conferencia de prensa. No encontró su posición Méndez y al chileno Altamirano le quedó incómodo el partido hasta se fue lesionado.
Salvo esos cabezazos mencionados y algunas insinuaciones, no tuvo llegadas de peligro al arco de Durso, que en la primera respondió bien ante un remate desde afuera de Santiago Ascacibar. Sin peso adentro del área dependió de un centro de Sosa y alguna cabeza salvadora. Muy poco para un equipo que supo jugar mucho pero mucho mejor que ayer.
Gimnasia recuperó la pelota en el segundo tiempo y se plantó en campo rival
Gimnasia sufrió esos 45 minutos iniciales. En la mayor parte corrió detrás de la pelota y se tuvo que refugiar en su campo. Yonathan Cabral vio la amarilla porque tuvo que salir lejos de la “cueva” para frenar un ataque de Rollheiser. No se fue muy contento pero al menos pudo llevar adelante el plan. Además del correcto trabajo en el medio tuvo a Guillermo Enrique como su abanderado y una muestra fue una pelota recuperada por mal pase del Corcho Rodríguez, que luego de trabarla dos veces se animó a probar al arco. Pasó lejos, pero fue un mensaje a sus compañeros para que se empiecen a animar.
El complemento fue diferente. Gimnasia pudo manejar más y mejor la pelota. Se plantó en campo rival y si bien estuvo lejos de inquietar a Mariano Andújar, logró salir del agobio y llenó de dudas a su rival, que empezó a cometer errores en los pases y su gente comenzó a fastidiarse. Estudiantes jugó muy mal y empezó a perder en los duelos en la mitad de cancha. Dependió exclusivamente de lo que pudiera hacer Rollheiser, que ayer fue poco.
Enrique creció por la banda derecha. Saravia se animó a manejar la pelota y cada vez que Tarragona se tiró por la izquierda complicó a Bendetti. Él solo se generó un par de situaciones de gol, con entrega y jerarquía.
Estudiantes recién en el final se animó a jugar. Empujado por su gente, que veía cómo su equipo no intentaba nada, presionó para animar a sus jugadores. El ingreso de Eros Mancuso fue un acierto y un error: debió jugar desde el minuto 0. Por la izquierda llevó la pelota, frenó los ataques de Enrique y volvió a poner a su equipo en el área de enfrente.
A los 35 Ascacibar no pudo conectar la pelota adentro del área (no le bajaba más), luego Núñez casi sorprende con un cabezazo y a los 45 minutos Rollheiser recibió solo por la banda derecha y por apurado tiró la pelota por arriba del travesaño. Pareció morir ahí mismo la ilusión de Estudiantes, que en el descuento tuvo otra oportunidad: el remate cruzado de Mancuso que pasó cerca del palo izquierdo de Durso.
Y así se fue el clásico 167, de los más aburridos de la historia. Ni siquiera dejó alguna polémica arbitral, algún cruce entre jugadores. La primera reacción del hincha albirrojo fue de silbido y luego cantar en contra del rival de toda su vida por la cercanía del descenso. Gimnasia se fue más tranquilo y sus allegados lo festejaron en la platea. Fue el primer punto en el torneo como visitante y logró mantener la valla en cero después de 12 fechas en las que había recibido uno o más goles. Está claro que debe mejorar, lo mismo que Estudiantes, pero el punto le deja un sabor más dulce. En lo futbolístico los dos desaprobaron y se llevaron un cero gigante. Miserias y decepciones en un clásico que rápidamente pasará al olvido.
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