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La Ciudad |SU AMOR POR LA HISTORIA ARGENTINA

“Para ser buen cirujano, hay que ser un buen carpintero”

La maestría académica de Federico Christmann, acompañada con valores humanísticos de excelencia, lo transformaron en una figura de gran relevancia

“Para ser buen cirujano, hay que ser un buen carpintero”

Federico Christmann fue un médico excepcional

2 de Marzo de 2023 | 03:40
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Se dijo en varias oportunidades que Federico Enrique Bruno Christmann no sólo fue un extraordinario cirujano -y como tal maestro de René Favaloro-, sino que acompañó sus altas cualidades académicas con valores humanísticos de excelencia.

Este excepcional médico nació en La Plata el 30 de diciembre de 1898, hijo de Enrique F. Christmann y Adela Hartkopf, y fue en 1917 cuando ingresó a la Universidad Nacional de La Plata, recibiéndose de médico en 1923.

El 3 de septiembre de 1927 se casó con Petra Margarita de Lázaro con quien tuvo dos hijas, Elsa Margarita y Nelly Christmann.

Fue asistente en las cátedras de Anatomía en la UNLP (1924) y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (1927) y en ese mismo año comenzó a trabajar como médico residente en el Hospital Rawson para, en 1930, pasar al Hospital Policlínico de La Plata, hoy Hospital San Martín. Y allí, en 1938, fue designado jefe de cirugía.

El propio Favaloro mencionaba en vida una y otra vez que Christmann había sido su gran maestro, y que de él había aprendido la simplificación y estandarización que aplicaría después a la cirugía cardiovascular.

Es que justamente Christmann fue un cultor de la simplificación y estandarización en la técnica quirúrgica, y cuando se le preguntaba por ello solía afirmar que “para ser un buen cirujano hay que ser un buen carpintero”.

Y fue tan brillante en la práctica como en la docencia. Entre 1929 y 1934 fue profesor de cirugía clínica en la UNLP, y entre 1932 y 1939 fue también médico del Hospital Italiano, aunque también presidente de la Comisión de Investigación Científica de la Universidad y siguió vinculado a la actividad académica de la UNLP, donde también ejercería el decanato en 1960.

Entre sus muchas actividades, fue miembro del Instituto Médico Platense desde 1939; vicepresidente del VII Congreso Nacional de Medicina y presidente de la sección Cirugía (1942); vicepresidente de la Sociedad Médica de La Plata en 1929, 1947, 1954 y 964; secretario en 1930 y la presidió en los períodos 1931, 1942, 1943 y 1948.

Fue también miembro de la Sociedad de Cirugía de Buenos Aires, de la Academia Nacional de Medicina y presidente de la Asociación Argentina de Cirugía. Otra de sus facetas la desarrolló en la publicación de material científico. En ese sentido, en 1929 escribió en colaboración con Carlos Ottolenghi, Juan Manuel Raffo y Gunther von Grolman, el libro Técnica Quirúrgica.

Ese manual alcanzaría gran difusión al punto que se afirmaba que “de los médicos graduados en las universidades argentinas hacia la mitad del Siglo XX en adelante, pocos habrá que no hayan estudiado o no conocieran el texto Técnica quirúrgica, del profesor Federico Christmann”.

Fue así que también, entre 1939 y 1943, escribió en seis volúmenes sus Archivos de Clínica Quirúrgica, obra que alcanzó una preferencia similar a la anterior en el ámbito universitario, y en 1942 publicó con Gregorio Aranés su libro “Temas de cirugía de urgencia”.

Otra de sus facetas intelectuales se relacionó con su amor por la historia argentina y una de las formas en que plasmó ese interés fue a través de las investigaciones que realizó acerca de la salud del general José de San Martín.

Esos trabajos se vieron reflejados en dos de sus obras, que son objeto de permanente consulta por parte de los investigadores: “San Martín desde el punto de vista médico” (1950) y el artículo “La salud de San Martín y la medicina de su época” (1976). En 1979 escribió “El vasco Gorostiague”, biografía del doctor Santiago Gorostiague, rector de la UNLP, y en 1982 sus “Vivencias y testimonios de mis últimos 80 años”.

SU HUMANISMO

Christmann fue un verdadero arquetipo del intelectual universitario platense, enfocado no sólo en los conocimientos de la profesión sino cultor de valores literarios y artísticos, atento a las demandas de la cultura.

En 1949 creó la “Fundación Christmann”, que solía reunirse en la nueva casa de su amigo el doctor Pedro Domingo Curutchet. La fama de esa casa, la Casa Curutchet, considerada una de las principales obras y la única en América del arquitecto Le Corbusier, trascendería la de la misma fundación, responsable por otra parte años después de su recuperación, tras décadas de estar necesitada de atención.

Se reflejó aquí que alguna vez había dicho que “para ser un buen cirujano había que ser un buen carpintero”, y vaya si dominaba este oficio. En su hermosa quinta de City Bell, sobre el camino Belgrano, había montado su propia carpintería en la que llegó a fabricar nada menos que un velero.

Esta actividad lo llenaba de alegría y nada lo hacía enojar cuando creaba con sus herramientas obras relevantes, como la del velero que construyó con sus propias manos. A tal punto era feliz que tomó de muy buen humor, haciendo chistes junto a todos los presentes, cuando al botar su velero advirtió que se había olvidado de colocar el timón.

Un médico platense que pidió reserva de su nombre recuerda a Christmann como “una persona de extraordinaria humildad, pese a su bien ganada fama académica. Era un tipo agradable, un caballero que, a la vez, se entregaba totalmente abierto a la charla con todo el mundo, ya que era llano, accesible”.

“Yo era un médico joven y una vez me atreví a pedirle si podía atender a una paciente mía que tenía un absceso, una pequeña infección a la que había que hacerle sólo un drenaje y él accedió en forma inmediata. Mi padre, que también era médico, se enojó conmigo: “Cómo se te ocurre pedirle esa tontería a Christmann…”. Al día siguiente, en el Instituto Médico el cirujano Christmann operaba a mi paciente…”.

Christmann formó parte de una pléyade de médicos platenses, surgidos de las aulas de la Facultad de Medicina de la UNLP, que también dictaron cátedra en los quirófanos, en los consultorios y en la mejor bibliografía médica. La Plata fue durante muchas décadas del siglo pasado uno de los polos médicos más valiosos de América.

 

 

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