Medicina, entre el reino del revés y la improvisación constante

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Hace tiempo que la facultad de Medicina de La Plata se mueve entre el reino del revés y el de la improvisación. Algo demostrado una vez más la última semana cuando, en cuestión de días, la materia Terapia Intensiva pasó de ser optativa a estar incluida entre las obligatorias del quinto año para volver a quedar como optativa. 

La decisión, como informó oportunamente EL DIA, disparó un casi automático revuelo estudiantil ante lo que se interpretó como un radical cambio en el plan de estudios, y que además serviría únicamente a quienes tienen una vocación de especializarse en esa materia (Terapia Intensiva).

La distinción entre materias opcionales y obligatorias no es menor y bien vale para entender la polémica suscitada. Porque mientras las cátedras optativas no cambian el título de médico, las obligatorias sí lo hacen. Quien no las cursa no puede recibirse ni -en el caso puntual de Medicina- iniciar su práctica de residencia. Como hoja de ruta de toda carrera, un plan de estudios no es algo que pueda modificarse según el humor del Decano.

Por eso el tono de la protesta de los futuros médicos contra lo que entendieron como una medida retroactiva que alteraba sus planes sin mayores fundamentos. Algunos, incluso, amenazaron con ir a la Justicia cuando la Facultad argumentó que la obligatoriedad de la materia había sido aprobada por el Consejo Directivo. La cuestión de fondo no es que el cambio sea retroactivo, es que la facultad debía decidir si todas las especialidades médicas debían estudiarse antes de la graduación.

No le quedó a la Facultad otra que volver sobre sus pasos y poner marcha atrás en la decisión, que, adujeron, se debió a un “error administrativo” y que Terapia Intensiva, una especialidad que la pandemia revalorizó, seguirá siendo optativa hasta nuevo aviso. 

Lamentablemente no es un hecho aislado. En la otrora prestigiosa casa de estudios el sector que conduce la Universidad impuso un sistema que multiplicó la cantidad de alumnos sin dotarla de los recursos imprescindibles para formar a los futuros médicos.

Se pasó de un promedio de 300 ingresantes por año a 7mil, mas de la mitad extranjeros, que llegaron a La Plata atraídos por la facilidad de ingresos y la gratuidad. No suelen referirse al nivel de la enseñanza. 

Y ese cambio significó generar extremas facilidades para el acceso a las aulas. Creció exponencialmente la cantidad de estudiantes y la Facultad ya no fue un foco de atención por el nivel de enseñanza, sino por la cifra récord de estudiantes. En realidad, la atracción debería tener como base una reconocida formación de excelencia. Ninguna facultad de Medicina se impuso como objetivo el número y no la calidad.

Por eso el tono de la protesta de los futuros médicos contra lo que entendieron como una medida retroactiva que alteraba sus planes sin mayores fundamentos. Algunos, incluso, amenazaron con ir a la Justicia cuando la Facultad argumentó que la obligatoriedad de la materia había sido aprobada por el Consejo Directivo. La cuestión de fondo no es que el cambio sea retroactivo, es que la facultad debía decidir si todas las especialidades médicas debían estudiarse antes de la graduación.

No le quedó a la Facultad otra que volver sobre sus pasos y poner marcha atrás en la decisión, que, adujeron, se debió a un “error administrativo” y que Terapia Intensiva, una especialidad que la pandemia revalorizó, seguirá siendo optativa hasta nuevo aviso.

El caso derivó una vez más en asambleas estudiantiles porque la pretensión impulsiva de cambiar el plan de estudios sumó otra tensión a una facultad en la que la excelencia académica de otros tiempos, desde que allá por 2015 se quitó el examen de ingreso y de un promedio de 300 ingresantes por año se pasó a los más de 7 mil de este ciclo, más de la mitad de ellos extranjeros que, según reconocen, llegan a La Plata atraídos por la gratuidad.

Sin un crecimiento proporcional ni en la infraestructura edilicia ni en la planta docente, el aluvión de ingresantes en 60 y 120 ha resentido seriamente la calidad en la formación de los futuros médicos que deben cursar en aulas superpobladas, muchas veces sin poder llegar a ver o palpar un preparado anatómico ni tener el necesario vínculo con profesores o pacientes. Incluso las prácticas profesionales indispensables para la formación de los médicos fueron menos que escasas y en algunas no se llevaron a cabo.

Porque aún cuando la mayoría de las facultades de la UNLP iban retomando la presencialidad suspendida, durante la pandemia, Medicina fue hasta no hace mucho una carrera (casi) virtual que cualquier alumno podía estudiar desde su casa en La Plata, Río de Janeiro o Quito. Muchos de los que ingresaron en 2020 avanzaron en la carrera sin venir a Argentina y con exámenes por Zoom durante uno o dos años. y no se hicieron planes de prácticas esenciales. Fueron los alumnos los que pidieron una mayor exigencia y levantaron el reclamo por la presencialidad (que el Decano comprometió a cambio de ser reelecto). Después sobrevino la lluvia de “bochazos” que se sucedieron en los últimos dos años y que motivaron algunas protestas.

Para los jóvenes, los malos resultados están atados a esa extendida virtualidad que Medicina aprovechó más de la cuenta ante las dificultades para albergar a sus más de 30.000 estudiantes activos, sin docentes ni aulas que acompañen semejante caudal. Algunos profesores, en cambio, miran más allá de la pandemia y aseguran que la problemática viene de más atrás. De aquel diciembre de 2015 cuando se estableció el nuevo régimen de ingreso sin dotar a la facultad de los recursos ante la entrada masiva de alumnos. Por el contrario, logró que prestigiosos catedráticos renunciaran.

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