El Centro y los barrios jaqueados por una ola delictiva que no descansa

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Castigado hace varios años por la inseguridad, el barrio de Tolosa volvió a verse desbordado en las últimas jornadas por una ola delictiva que no descansa y que se mueve a sus anchas, sin que se atine a ponerle freno a la delincuencia. Sin embargo, como se sabe, el problema concierne a toda la Ciudad y a su periferia.

En el caso de Tolosa, preocupados por la seguidilla de robos que los aflige, los vecinos reiteraron ante las autoridades policiales una serie de quejas y de reclamos, tal como lo vienen haciendo con frecuencia.

“Somos de la calle 118 entre 527 y 528, donde los hechos delictivos son recurrentes desde hace dos meses. Lamentablemente, se trató de casos perpetrados con armas de fuego, llevados a cabo por un grupo de 4 ó 5 individuos, que atacan indiscriminadamente a quienes transitan por la zona”, detallaron en el petitorio.

Los ataques alcanzan por igual a peatones, a gente de cualquier edad, a casas de familia, a locales comerciales, a hospitales.

Los vecinos contaron que una chica fue asaltada en estos días por una banda de delincuentes armados en la esquina de 117 y 528. Hay robos piraña, pululan los motochorros, hay arrebatos y asaltos de extrema violencia a toda hora.

Presencia de agentes policiales en las calles, refuerzo de los patrullajes y rondas durante las horas de la tarde y la noche, entre otras acciones de prevención son las que siguen pidiendo los atemorizados pobladores.

En los últimos días se conocieron protestas por la cantidad de delitos, por parte de comerciantes y vecinos de calle 9 entre 42 y 46, de residentes de los barrios de El Mondongo y de Los Hornos, de Abasto, Olmos, Ringuelet y City Bell.

En muchos de los episodios que reflejaron las crónicas de este diario actuaron bandas armadas, integradas por varios delincuentes. Recientemente fue asaltado un kiosco ubicado a pocos metros del Ministerio de Seguridad.

En algunos casos los vecinos asaltados permanecieron varias horas amordazados, encerrados en alguna dependencia de sus casas, mientras los ladrones buscaban meticulosamente dólares, dinero, aparatos electrónicos y cuanto hubiera de valor en los domicilios, en situaciones que sólo por azar no desembocaron en desenlaces más graves.

Un estado de justificada alarma se ha expandido en nuestra región, a partir de la activa presencia de una delincuencia que no da respiro y que pone vidas y bienes de las personas en riesgo total.

Se ha dicho ya varias veces que los vecindarios han agotado literalmente sus posibilidades de defensa frente al delito. Proliferan aquí y allá todo tipo de rejas, sistemas de alarmas domiciliarias y vecinales, puertas trancadas, rollos de alambre de púa, entre muchas de las otras medidas que la gente toma para frenar a la delincuencia.

Es hora de que las autoridades y los distintos organismos estatales con incumbencia en el tema de seguridad -sean ejecutivos, legislativos y judiciales- decidan de una buena vez por todas adoptar políticas y estrategias eficaces para detener al delito. Cuando se habla del “peso de la ley”, se alude a un concepto que debe regir en todo momento.

 

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