El temor a una importante abstención y la relevancia de hacer valer el voto

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Por Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

Por primera vez en la previa de una elección, la Cámara Nacional Electoral emitió un comunicado en el que se exhorta a la gente a hacer uso del “derecho fundamental” del sufragio. “El próximo domingo 13 de agosto la ciudadanía está convocada a ejercer, con su voto, la forma más directa de participación en el proceso de designación de sus representantes”, se lee en el comunicado de una carilla.

Ese gesto inédito del organismo que organiza las elecciones desde el Poder Judicial se entiende por el marcado ausentismo que se viene evidenciando en la saga de comicios provinciales que se realizaron en la primera parte del año. En efecto, en los 18 actos electorales realizados (Primarias provinciales, elecciones a gobernador y demás) la reducción del número de electores que concurrieron a votar ha sido uno de los datos sobresalientes.

Por fuera de las elecciones legislativas de medio término de la provincia de Corrientes y las PASO celebradas en Santa Fe, Mendoza y Chaco, donde la participación fue especialmente baja, la provincia que registró el ausentismo más elevado fue Río Negro: el 31,85% del electorado no fue a emitir su voto. El promedio general de ausentismo en las 18 provincias que tuvieron elecciones fue de 31,34%. Mirándolo al revés, la participación no llegó al 69%.

En la Argentina el voto es obligatorio, de acuerdo a la Constitución Nacional. Lo dicho: el texto de la Cámara Electoral resalta la relevancia de ejercer el “derecho fundamental” del mismo. ¿Se habrá olvidado la gente que tiene ese derecho? ¿El hastío es tan grande que prefiere no ejercerlo, a modo de protesta? Estos interrogantes, a horas de las Primarias, están retumbando en la política. De hecho, una de las pocas cosas en que coinciden tanto el oficialismo peronista como la oposición es en la preocupación, acaso el temor, por el ascendente número de ciudadanos que prefieren no votar. También, por el aumento del voto en blanco. Es algo que los interpela directamente.

Una mirada posible del tema se refiere a la dimensión trágica de la abstención. Ya no se trataría de un diagnóstico crítico del votante sobre los candidatos/políticos que se proponen en la góndola electoral para representarlos, cuyo lema más sintético sería aquel “que se vayan todos” del 2001, sino una convicción muy desesperanzada respecto al sistema mismo a través del cual se eligen esos representantes. La idea de que no sirve para nada ir a votar, salvo para la reiteración de experiencias fallidas en lo referido a mejorar la vida del elector.

DESCREIMIENTO

No se trataría de despreciar la democracia como el mejor sistema de gobierno -ninguna encuesta sobre valores de la ciudadanía dice eso- sino de un grado altísimo de descreimiento en los actores del sistema. La bronca expresada ya no votando “en contra” de alguien sino directamente no prestando ni un minuto del tiempo propio para concurrir a ejercer aquel derecho sagrado.

Desde el retorno de la Democracia a nuestro país, la participación de los ciudadanos en las elecciones siempre estuvo por encima del 70%, exceptuando las elecciones PASO de 2021. El contexto de la pandemia de COVID-19 explicaría esa merma. La concurrencia ese año fue de casi 68% del padrón electoral.

 

En la Argentina el voto es obligatorio, de acuerdo a la Constitución Nacional

 

Según datos oficiales, las cifras más altas de participación se dieron en las elecciones de 1983, la primera luego de la dictadura militar y de 1989: se superó el 85% de asistencia. Pleno fervor democrático.

PORCENTAJES

En la década de 1990 los porcentajes bajaron, pero no considerablemente ya que la participación se mantuvo en un 82% promedio. El dato de las legislativas de 2001 no fue tanto la no concurrencia a las urnas (votó el 75,4% del padrón) sino el voto en blanco o anulado a propósito: fue de un 25%, casi igual a los que no fueron a sufragar. Entre ambos ítems, unos 10 millones de argentinos prefirieron no elegir a nadie. Fue lo que se llamó el “voto bronca”.

Luego, hasta 2015, la concurrencia a las urnas se mantuvo por debajo del 80%. En las presidenciales de 2019, la participación en las PASO estuvo en un 76,40% pero en las presidenciales el porcentaje superó el 80%. Esta tendencia, que en las generales concurran más votantes que en las Primarias, parece repetirse siempre. Se vio también en 2021, cuando la participación del 67,78% en el primer test -se reitera, con pandemia- trepó al 71,39% en el comicio de octubre. La gente parece odiar la obligatoriedad de las PASO.

Aquella preocupación en las fuerzas políticas por el ausentismo se ha traducido en un pedido público de casi todos los candidatos presidenciales para que el ciudadano cumpla con el acto comicial de mañana. Sergio Massa, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, Javier Milei y demás le piden a la gente que vaya a votar. En términos estratégicos, cada uno debe tener sus razones; en los respectivos búnkers deben elucubrar teorías sobre porqué pueden seducir a esos desencantados o descreídos. La pelota, a esta altura, está del lado del votante.

 

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