Influencers negativos: el riesgo de imitar modelos cuestionables
Edición Impresa | 16 de Agosto de 2023 | 03:48

Se llamaba Zhanna Samsonova, tenía 39 años y aseguraba haber encontrado el secreto para la eterna juventud. Por medio de videos y posteos en su cuenta de Instagram, postulaba que lo mejor para conservar una salud perfecta y no padecer ninguna enfermedad era una dieta restrictiva sólo a base de frutas crudas, brotes de semillas, batidos y jugos, la que intercalaba con “ayunos secos”, durante los cuales no comía ni bebía nada durante días. Semanas atrás, la joven que llevaba diez años siguiendo este régimen alimentario, murió por un cuadro vinculado con su extrema desnutrición.
La muerte de Zhanna, quien llegó a reunir más de 12 mil seguidores con su extraña prédica en Instagram, reavivó el debate sobre la legitimidad de los influencers, estos nuevos referentes surgidos de la cultura de las redes sociales que logran captar la atención de miles y a veces millones de seguidores con mensajes no siempre validados por la ciencia o recomendables desde el punto de vista de la salud.
Y es que con sus trucos, opiniones y consejos legitimados por su cantidad de seguidores, los influencers se han convertido en los últimos años en referentes incuestionados de la alimentación, las relaciones sociales y el vestir para miles de jóvenes que los ven como modelos a seguir para bien o para mal.
De ahí que el médico psiquiatra Enrique De Rosa Alabaster señala que “el caso de Zhanna parece ser el de un trastorno alimentario en parte, pero no sólo eso sino la evolución de este en asociación a componentes del mundo actual”.
“Vivimos una época de búsqueda de desestigmatización de la enfermedad mental, pero eso lleva a que en algunos casos esto signifique normalizar situaciones claramente definidas como patológicas hasta hace poco”
Enrique De Rosa Alabaster
Médico psiquiatra
“Vivimos una época de búsqueda de desestigmatización de la enfermedad mental, pero eso lleva a que en algunos casos esto signifique normalizar situaciones claramente definidas como patológicas hasta hace poco. Es interesante, quizás preocupante sea la palabra adecuada, que mientras que nadie dudaría que un dolor por detrás del esternón, posterior a un esfuerzo físico o a un episodio de estrés debe llevar a una consulta inmediata, a una evaluación cardiológica ante la probabilidad de un Infarto agudo de miocardio (IAM), en el área de los comportamientos todo es no solo opinable sino queda normalizado como características de las diferentes personas o elecciones personales”, explica el profesional.
El problema es que “Zhanna, claramente, no solo tomó una elección sino que la promulgaba, difundía su método que, sin duda, fue imitado por un porcentaje, cualquiera fuera este, de sus seguidores”, explica De Rosa Alabaster.
El hecho es que el caso de esta influencer rusa no es una excepción. A lo largo de los últimos años han ganado popularidad en distintas redes sociales numerosos influencers cuyos mensajes resultan cuestionables y en muchos casos peligrosos.
“Estamos en un momento en que la lógica de los influencers permeó en otros ámbitos. Pero no hay que olvidar que los influencers son parte, a veces, de la propagación de desinformación”
Tomás Balmaceda
Filósofo y periodista
Ejemplos de ello son Naim Darrechi, un tiktoker español de 20 años y más de 28 millones de seguidores, que ganó popularidad con vídeos de canciones y otros de contenido humorístico, y hace apología del sexo sin protección; o la influencer ucraniana Marina Yers, que tiene 22 años y más de 3,8 millones de seguidores en TikTok, quien afirma que “el agua deshidrata más que hidrata» y niega que exista el Covid.
MODELOS DEL SIGLO XXI
Como explica el filósofo y periodista Tomás Balmaceda, coautor del libro “Cultura de la influencia”, ésta “es una habilidad propia del siglo XXI, un liderazgo clave para el momento en que vivimos. El siglo XX estuvo marcado por liderazgos verticales en donde quizás el último gurú fue Steve Jobs, esta representación del súper hombre. Ese modelo hoy desapareció y los verdaderos liderazgos ya no son verticales”.
“La influencia tiene esta idea de que quien es influido no siente que está haciendo algo porque lo obligaron, le mintieron o le dieron una orden. El que está influido siente que hace algo por sí mismo. Sin embargo, ha recibido esta especie de fuerza suave, una inclinación”, explica Balmaceda.
“Cuando empezó esta etapa de Internet en 2007, que se la llama generalmente Internet 2.0 y es cuando llegan las redes sociales, la propuesta que había era la horizontalidad. Se creía que todos los usuarios de internet podían ser generadores de contenidos, que las personas podrían contar las noticias o dar sus opiniones con un celular, dar opiniones y filmar contenidos. Esas promesas no se cumplieron. Porque a pesar de que se pensaba que iba a ser un internet mucho más social, lo que sucede es que se mantienen las estructuras de jerarquías. Y los influencers marcan eso, que sigue habiendo jerarquías. Esa idea de cercanía no es una cercanía en el sentido tradicional, sino mediada por pantallas y por hábitos”, afirma.
Por otra parte, “los usuarios sospechamos de los medios, de los periodistas y de las corporaciones. Dejamos de confiar en los medios tradicionales y además estamos en un momento en que la lógica de los influencers permeó en otros ámbitos. Pero no hay que olvidar que los influencers son parte, a veces, de la propagación de desinformación”, sostiene Balmaceda.
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