Ocurrencias: un perverso chapucero

Edición Impresa

Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

El periodismo impreso ganó una medalla de oro, desplazando a pantallas y micrófonos en estas olimpiadas denunciadoras. Recordó que más allá de las indudables ventajas que otorga la era digital, el diario en papel es y seguirá siendo el mejor testigo, el más preparado y riguroso a la hora de descubrir y exponer excesos y brutalidades de los que mandan. Fueron los diarios en todas las épocas y en todas las regiones -cada a uno con su ideología y sus intereses- los que pusieron al desnudo el bochorno, la desfachatez y la corrupción de un poder donde los delincuentes aparecen con demasiada frecuencia. El español David Trueba, aclara: “El periodismo no es conventual ni sus ejecutores monjitas de la caridad. Tiene filo, sesgo, uñas, colmillos y riesgo. Y exige coraje, intuición, rigor y olfato”.

Y esta semana la prensa escrita volvió a exponer el poderío de su presencia. El diario Clarín, al denunciar la trama de corrupción por el tema seguros, dejó a la vista la aberrante conducta hogareña de este caballero de Olivos, que en la facultad rendía culto a la tolerancia y en su hogar le daba clases de martirio a su pareja. Alberto se mostraba como un padre/presidente preocupado, sensible y dedicado, mientras filmaba sus levantes en el despacho presidencial para alardear con sus travesuras. Cuando Clarín reveló los mensajes de Fabiola, ella entonces se animó a presentar la denuncia. Los medios fueron su mejor guardaespaldas ante la eventual reacción de un hombre violento y trastornado que aún tenía influencias suficientes para seguir golpeando. La explosiva revelación demostró una vez más que es la prensa impresa, por encima de auditorías, detectives, espías y organismos de investigación y control, la que sabe barrer debajo de las alfombras para exponer y explicitar las huellas desgraciadas de los que se creen con derecho a todo. Una vez más la gráfica supo ponerle marco, imagen y datos a la conducta desquiciada de un ex mandatario de infame accionar. No hace falta detallar los hechos, aunque los moretones y el miedo de Fabiola muestran los contornos de un cínico ejemplo de académico enamoradizo que coqueteaba con el feminismo y fajaba a su compañera. Una vez más, fue la palabra escrita la que expuso a la luz esta historia infame y oscura, dándole la razón a Carl Bernstein, uno de los artífices de Watergate: “El periodismo sigue siendo la mejor versión de la verdad que es posible obtener”.

El expresidente, hay que reconocerlo, colaboró mucho para poder exhibir en detalle su siniestra trama de barbaridades

Al denunciar la trama de corrupción por el tema seguros, quedó a la vista la aberrante conducta hogareña de este caballero de Olivos

Sorprende tanta perversidad, tanto candor y tanta torpeza. Este maligno novelón no necesitó delatores ni cámaras intrusas. El expresidente, hay que reconocerlo, colaboró mucho para poder exhibir en detalle su siniestra trama de barbaridades. No será el primero que usa el poder para sacarse las ganas. Pero sin duda es el primero en filmarse y después instalarlas en un teléfono que llevó a su casa. Da horror y pena escuchar por un lado el ruego de Fabiola para que no le siga pegando y por el otro, el penoso encuentro con Tamara en el despacho oficial. Lo de Fernández es de una torpeza tan exagerada que ningún guionista se atrevería a imaginar la historia de un presidente que se filmaba flirteando en Casa de Gobierno, que aparecía ante la opinión pública como gente templada y ejemplar y que en la intimidad de su casa descargaba como un terremoto su inentendible furia. El maltratador siempre utiliza la violencia con un doble objetivo. En un primer momento, mientras la relación se mantiene, la violencia actúa como un mecanismo de control y sometimiento, y en una segunda fase, cuando la relación se ha roto y sus salvajadas han trascendido, amenaza con matarse para seguir negociando culpas con la desdichada.

El rostro y la voz de Fabiola diciendo “es el tercer día seguido que me pegás”, dibujan una escena de vértigo y pavor. Encima, tenía que guardar silencio por el poder absoluto de su verdugo. Los versos de Baudelaire siguen dibujando al falso y aplomado profesor que en la facu enseñaba Derecho y en Olivos daba cátedra de sangrienta hipocresía: “Yo te golpearé sin cólera / y sin odio, como un leñador (…) ¡Tus queridos sollozos resonarán / como un tambor que bate a la carga! (…) ¡Yo soy el siniestro espejo / donde la furia se contempla!”.

 

chapucero

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