Ahora, a cuidarse de los jejenes: alertan por un rebrote del Oropouche

Es una enfermedad viral trasmitida por un tipo de jején. Es muy riesgosa para las embarazadas y puede ser fatal

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Viruela del mono, encefalitis equina, gripe aviar, Covid... en los últimos años nuevas enfermedades y otras conocidas que reemergen parecen sucederse y tener en vilo a la población. Ahora parece ser el turno de la poco conocida Fiebre del Oropouche, una zoonosis transmitida a los humanos por los jejenes, que ya se ha cobrado víctimas fatales y es especialmente riesgosa para mujeres embarazadas.

A raíz de los numerosos brotes reportados, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) declaró este año la alerta epidemiológica por la Fiebre del Oropouche. Se trata de una enfermedad viral, aislada en 1955 en Trinidad y Tobago a partir de trabajadores rurales del poblado de Vega del Oropouche.

Desde entonces, a lo largo de los años, distintos países de las Américas (Brasil, Perú, Colombia, Guayana Francesa, Ecuador, Argentina, Bolivia, Trinidad y Panamá) reportaron brotes aislados, algunos de gran escala, pero sin mayores consecuencias sanitarias ni víctimas fatales. Pero el año pasado un estudio estimó que entre 2 y 5 millones de personas podrían estar en riesgo de exposición.

Si bien las principales poblaciones de jejenes Culicoides se encuentran en Misiones, Corrientes, Salta, Jujuy, Tucumán, Mendoza y Córdoba, el cambio climático no sólo puede incrementar su abundancia, sino extender sus zonas de distribución.

“Sin síntomas característicos, se vuelve una enfermedad subdiagnosticada”

“Este factor se suma a la propia capacidad del vector para colonizar nuevos territorios. Ya hemos visto ejemplos como es el caso del mosquito Aedes aegypti, que se ha ido beneficiando de los inviernos más temperados y adaptándose gradualmente a climas más fríos hasta cubrir prácticamente todo el territorio argentino”, explica la doctora Mahia Ayala.

Investigadora del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores, Ayala y su colega Paula Bergero, del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (ambos Institutos de la UNLP y CONICET) acaban de publicar un informe alertando sobre la situación.

¿EN QUÉ CONSISTE?

Como explican las investigadoras en su informe, “La enfermedad tiene inicio súbito, pero no presenta un sello muy distintivo en cuanto a síntomas: fiebre, dolor de cabeza, dolores de músculos y articulaciones y a veces fotofobia. Su agente causante es el virus de Oropouche (OROV), que es transmitido a las personas por la picadura de los jejenes del género Culicoides”.

“La carencia de síntomas característicos y/o propios la convierte en una enfermedad subdiagnosticada, necesitando análisis de laboratorio para su confirmación”. Y es que “la sintomatología es similar a otras arbovirosis, más frecuentes y conocidas, como el dengue, zika o chikungunya lo cual incrementa la dificultad del diagnóstico”.

“El jején Culicoides paraensis habita tanto en ambientes naturales como en urbanos”

“El jején Culicoides paraensis habita tanto en ambientes naturales como urbanos, es quien infecta a los humanos y es el responsable del ciclo urbano de esta enfermedad. La movilidad de las personas por trabajo hacia ambientes silvestres aumenta, el riesgo de intromisión del virus al ciclo urbano. En la medida que se incrementa la transformación de zonas agrestes para cultivo de frutas, se crean nuevos lugares muy propicios para el desarrollo del vector”, afirman.

En cualquier caso, “varias causas se han señalado como probables para la emergencia de la Fiebre del Oropouche en la región -resalta el informe-:, cambios en el uso de la tierra (deforestación, urbanización y colonización de áreas nuevas), afectan las zonas habitadas por el jején y modifican el nexo entre los ciclos urbano y silvestre. Además, temperaturas y patrones de lluvia más favorables aceleran la dinámica poblacional del vector y favorecen la transmisión de la enfermedad”.

SU PREVENCIÓN

“Actualmente, la única manera de prevenir el contagio es evitar el contacto con el jején considerado vector de la enfermedad, ya que no existe un tratamiento específico ni hay vacunas disponibles. En nuestro país, el vector presenta una amplia distribución , las condiciones climáticas favorables, la proximidad geográfica y la movilidad constante de personas, nos pone en riesgo de posibles brotes”, advierten las autoras del informe.

“En este contexto complejo -afirman-, es clave la prevención de picaduras, la importancia de eliminar criaderos, la educación sobre los síntomas y una adecuada vigilancia epidemiológica por parte del sistema de salud”.

“Mientras tanto, desde la ciencia, debemos abocarnos a estudiar la epidemiología del virus, y en vistas de la capacidad de infección para provocar víctimas fatales, es sumamente relevante realizar investigaciones que identifiquen factores de riesgo que comprometan el bienestar de las personas que puedan contraer la enfermedad”, señalan.

En forma complementaria, “el desarrollo de modelos de la propagación de la enfermedad – que incluyan tanto efectos de las poblaciones humanas como factores ambientales- aportan a la comprensión de la dinámica de la Fiebre del Oropouche, y nos permitirá generar estimaciones del riesgo y de posibles escenarios de la evolución de esta zoonosis emergente”, aseguran las investigadoras de la UNLP y el CONICET.

 

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