La importancia de no ponerle obstáculos a la creación de empresas dedicadas a la ciencia y la tecnología

Edición Impresa

Carlos Barolo

Nunca como en esta época, el crecimiento económico de los países estuvo tan directamente vinculado con la inversión en educación y consecuentemente en las investigaciones de ciencia y tecnología. En ese sentido, el posicionamiento logrado por Mercado Libre como la empresa más valiosa de América Latina debería ser un llamado para que el Estado no ponga obstáculos a la creación y desarrollo de compañías dedicadas a esa actividad.

Las naciones desarrolladas están destinando cada vez más fondos a la enseñanza pero, además, el crecimiento de la industria del conocimiento depende también de condiciones que no siempre son tenidas en cuenta.

De entre ellas sobresalen, el grado de libertad y democracia y el grado de apertura del sistema económico en cada país.

El caso Venezuela

La inferioridad de las dictaduras en este aspecto es cada vez mayor. La riqueza en recursos naturales aún en aquellos países con gigantescas reservas petroleras, como por ejemplo Venezuela, no garantiza el desarrollo económico y la mejora de las condiciones de vida de los pueblos.

La concentración de las decisiones en el campo de la ciencia, propias de las autocracias, como China, tampoco posibilitan lograr el crecimiento exponencial en las naciones en que las libertades de opinar, informarse y elegir rigen plenamente.

La diversidad e independencia de las empresas privadas es una condición inicial que produce dinamismo en el mundo de hoy.

Es así que en los Estados Unidos la competencia entre las compañías les exigió un grado de eficacia que no se alcanzó en otras naciones y especialmente en los regímenes autocráticos, en que la concentración política y económica crea trabas burocráticas a través de las cuales los funcionarios del Estado influyen sobre las empresas y la investigación científica que depende del poder político que evita las competencias.

El atraso en el desarrollo de la industria del conocimiento

En ese sentido, el atraso en el desarrollo de la industria del conocimiento de China es de tal magnitud, que Pekín considera como un acto agresivo la prohibición impuesta por Washington a las empresas tecnológicas de vender productos vinculados con la industria del conocimiento a China, a la que le tomaría años y gigantescas inversiones alcanzar el desarrollo de esta actividad en los Estados Unidos.

La burocracia estatal de China no valoró suficientemente los desarrollos de la inteligencia artificial y demoró las imprescindibles inversiones, que ahora paga con atraso. Además, dos tecnológicas de ese país que habían logrado algún éxito comercial sufrieron la decapitación de sus mandos empresarios y científicos y sus ventas se redujeron en un 60 por ciento, como ocurrió con Alibaba. Por supuesto, que eso determinó una reducción sustancial de lo destinado a investigaciones.

El modelo estadounidense se basó en promover la competencia y priorizar que el sector privado incursione en esa actividad, aunque a veces las empresas superponen esfuerzos en investigaciones con el mismo objetivo, lo que podría considerarse un error desde el punto de vista estrictamente económico.

Las condiciones para que surjan Steve Jobs o Bill Gates

Sin embargo, un mercado abierto promovió las circunstancias para que irrumpieran entonces jóvenes como Steve Jobs y Bill Gates que, en base a una idea y al logro de inversiones de pequeños ahorristas sin subsidios del Estado ni préstamos bancarios, iniciaron por separado dos compañías en sendos garajes, que están hoy entre las de más alta facturación del mundo.

Ese modelo económico se basa en empresas que no tienen un dueño sino miles de accionistas y en las ganancias que producen en un mercado dinámico, además de la confianza que generen en el futuro de cada empresa. Los líderes de esas compañías están sujetos al control de miles de accionistas que presionan para obtener ganancias, pero manteniendo la competitividad e invirtiendo en investigación.

No es el caso de las estatales, como en China o Rusia, donde los funcionarios tienen mucha menor audacia para encarar nuevos proyectos, porque los premios por el éxito no justifican los riesgos de un fracaso.

En cambio, en Apple o Microsoft, los éxitos generan salarios y honorarios gigantescos y hay mayor audacia para encarar nuevos proyectos, siempre bajo la auditoría y el control de los cientos de miles de dueños de las compañías, que para asegurar el futuro de las mismas exigen que se efectúen cuantiosas inversiones en investigación científica.

El despido y el regreso del creador de Apple

Como ejemplo de la rigurosidad de las exigencias de los accionistas, vale recordar lo que ocurrió en Apple cuando despidieron a su fundador y conductor Steve Jobs. El directorio de la empresa consideró que había cometido errores y decidió su cesantía.

No existió ninguna consideración política al respecto, pero cuando las nuevas autoridades de la compañía no mejoraron la situación, los accionistas influyeron sobre el directorio para que recontratara a Jobs con un salario mayor al que había tenido.

La libertad política favorece la investigación científica

El afán de lucro que suele ser despreciado en los centros de investigación científica de la Argentina ha sido un motor fundamental para que Estados Unidos tomara la delantera en la industria del conocimiento y que los segundos, China o Europa Occidental, no tengan las posibilidades que logró Washington a través de la economía abierta. Más aún, el éxito de las empresas privadas ha llegado hasta el punto que entre las diez compañías de mayor facturación de los Estados Unidos, cinco sean tecnológicas, logrando ingresos extraordinarios de los que pueden sustraer decenas de miles de millones de dólares para la creación de nuevos productos como la Inteligencia Artificial.

Solo Apple en nuevos desarrollos invierte treinta mil millones de dólares anuales y se calcula que este año entre las siete más importantes destinarán a investigación más de ciento cincuenta mil millones de dólares, cifra que según las proyecciones se incrementa mes tras mes.

Es un capital del que no dispone ningún Estado nacional y los dueños de las compañías aseguran sus ganancias futuras obligando a los líderes a mantener un ritmo de inversión en ciencia que es hoy imposible de alcanzar.

La detección de compañías con mayor futuro

Las miles de personas físicas que compran acciones acompañan generalmente a las cajas de jubilaciones que contratan los mejores especialistas para detectar las compañías con mayor futuro, y si bien los directorios deben rendir cuentas trimestralmente, en general las inversiones son a largo plazo y pensando de esa manera no escasean los fondos para la investigación científica que les permita mantener la delantera en el mercado.

Existen también fondos de inversión administrados por especialistas que analizan para sus clientes en qué actividades y en qué compañías se debe invertir, aunque no faltan especulaciones de corto plazo suponiendo que el producto a lanzar por una compañía sea un éxito y que las acciones aumentarán su precio. Para ellos el negocio es la compra y la venta de las acciones. Pero hay otros: el más famoso es el que dirige Warren Buffet, que maneja doscientos treinta y seis mil millones de millones y que desde 1965 a la fecha han logrado un rendimiento promedio anual del 19,8 por ciento. Es así como la empresa de Buffet se cuenta entre los mayores accionistas de Coca Cola, de Apple, de American Express, de bancos, compañías de seguros, y para cada una de ellas contratan especialistas que incorporaran al directorio de las mismas para representarlos y controlar el funcionamiento de ellas.

El freno a algunas fusiones

Las industrias tecnológicas y la farmacéutica, ambas basadas en la investigación científica, han crecido exponencialmente. Debido a ello, el gobierno ha impedido fusiones de compañías privadas que, de esa manera, pudieran adquirir una posición dominante en el mercado.

Esta misma semana se conoció que un juez analizaba la división de Google en dos empresas para impedir la posible generación de un monopolio. La protección de la competencia es el tema fundamental aún en las investigaciones científicas.

Por supuesto que ha habido crisis económicas y aún las tecnológicas no pueden abstraerse de esas situaciones, pero desde 1965 a la fecha en que se han registrado varias caídas de actividad económica el acierto ha sido que siguieron creciendo, superando las complicaciones planteadas por algunas recesiones.

Sin embargo, tal vez lo más importante es que han contribuido decisivamente en el desarrollo de investigaciones científicas y técnicas en todos los rubros. Nadie les fija las prioridades, y la consecuencia ha sido el liderazgo norteamericano ahora, por ejemplo, en Inteligencia Artificial.

 

 

 

ciencia
tecnología

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE