Acompañamientos y salsas que lo realzan: un arte de equilibrio

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Comer sushi no es solo una cuestión de frescura del pescado o precisión en el corte del felit a utilizar: también es un arte de equilibrio, donde las salsas y los acompañamientos cumplen un papel esencial para redondear un sabor inconfundible. Cada detalle, desde la intensidad del wasabi hasta la suavidad del jengibre encurtido, está pensado para potenciar sabores, limpiar el paladar y honrar una tradición que nació en Japón pero conquistó al mundo entero.

La salsa de soja, o shoyu, es la más conocida. Su combinación de sal y umami resalta el sabor del pescado, pero usada en exceso puede opacar los matices del plato. El wasabi, ese toque picante que muchos subestiman, no solo aporta carácter: tiene propiedades antimicrobianas y, en dosis justas, realza la frescura del pescado. Por su parte, el jengibre encurtido —o gari— actúa como un purificador del paladar, permitiendo apreciar cada pieza de sushi como una experiencia nueva.

En las versiones más contemporáneas, las salsas se multiplican. La ponzu, cítrica y ligera, es ideal para sashimis delicados; la spicy mayo aporta cremosidad a rolls cocidos o tempurizados, y la eel sauce, densa y dulce, da brillo y profundidad a las piezas con anguila o salmón. En la fusión gastronómica moderna, estas combinaciones no solo enriquecen el sabor, sino que invitan a reinterpretar el sushi desde otras culturas sin perder su esencia.

Más allá del gusto, estos acompañamientos tienen una función simbólica. Representan el respeto por el producto y la búsqueda del balance perfecto entre lo dulce, lo salado, lo ácido y lo picante. En la mesa, el sushi no se trata solo de comer pescado con arroz, sino de experimentar la armonía de cada elemento. Porque, en definitiva, el secreto de un buen sushi está tanto en la pieza como en todo lo que la rodea.

 

 

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