“Es un mundo más triste”: el emotivo homenaje de Woody Allen a Diane Keaton

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Woody Allen no necesitó más que un encuentro casual en un restaurante de la Octava Avenida para enamorarse de Diane Keaton. Así lo relata él mismo en un texto publicado ayer en The Free Press, donde rindió homenaje a la actriz tras su fallecimiento el pasado sábado a los 79 años.

En el texto, Allen recuerda el primer contacto profesional entre ambos, durante los ensayos de “Play It Again, Sam”, cuando Keaton fue contratada como una actriz “prometedora e increíble”. Durante la primera semana, ni siquiera se hablaron. “Ella era tímida, yo era tímido, y cuando dos personas tímidas se juntan, las cosas pueden ponerse bastante aburridas”, escribió. Pero todo cambió una tarde, cuando coincidieron en una pausa y compartieron algo de comida. “Ella era tan encantadora, tan hermosa, tan mágica, que pensé: ‘¿Es posible enamorarse tan rápido?’”, confiesa el director.

Ese instante fue el comienzo de una conexión que trascendió lo romántico. Allen, con su habitual mezcla de humor y melancolía, reconoce la profunda influencia de Keaton en su trabajo. “Es gramaticalmente incorrecto decir ‘la más singular’”, escribe, “pero todas las reglas quedan suspendidas cuando se habla de Diane Keaton”.

“solo me importaba lo que ella tuviera que decir”

El director recuerda también cuando le mostró a Keaton, en privado, su primer largometraje, “Robó, huyó y lo pescaron”. Ella lo encontró “bastante gracioso y original”. Para Allen, esa reacción fue suficiente para confiar en su criterio durante toda su carrera: “Nunca leí ni una sola crítica de mi trabajo y solo me importaba lo que ella tuviera que decir al respecto. Si a ella le gustaba, consideraba que la película era un éxito artístico”.

La colaboración entre ambos dejó una serie de títulos memorables como “El dormilón” (1973), “La última noche de Boris Grushenko” (1975), “Manhattan” (1980) o “Días de radio” (1987). Pero fue “Annie Hall” (1977), inspirada directamente en Keaton, la que se convirtió en un hito para ambos, otorgándole a ella el Oscar a mejor actriz protagonista.

“Pasamos unos años maravillosos juntos y finalmente ambos seguimos adelante”, escribe Allen con franqueza, “solo Dios y Freud podrían averiguar por qué nos separamos”. El humor sigue presente en su despedida, al recordar una vieja broma compartida: “Ella como actriz y yo como su chófer, que antes era su director”, en alusión al icónico dúo de “Sunset Boulevard”.

El texto culmina con una de las reflexiones más sentidas del cineasta: “Hace unos días, el mundo era un lugar en el que estaba Diane Keaton. Ahora es un mundo en el que ya no está. Por lo tanto, es un mundo más triste”, concluye, antes de aferrarse al legado de su musa y amiga: “Aun así, quedan sus películas. Y su gran risa sigue resonando en mi cabeza”.

 

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