Vivir más y mejor: tropiezos y caídas; por qué aumentan las muertes y qué hábitos pueden reducir el riesgo
Edición Impresa | 23 de Noviembre de 2025 | 03:26
Las caídas, ese episodio que suele narrarse como un accidente doméstico más o menos trivial, se han convertido en una amenaza creciente para la salud pública de las personas mayores. Detrás de cada golpe, de cada pérdida momentánea de equilibrio, se esconde un riesgo cuya dimensión se vuelve más evidente a medida que envejece la población: en los últimos 30 años, las muertes por caídas en mayores de 65 años se han más que triplicado, según organismos sanitarios internacionales. El dato alarmante no solo expone la fragilidad física asociada al envejecimiento, sino también una pregunta incómoda: ¿estamos medicando en exceso a los adultos mayores y contribuyendo, sin querer, a esos desenlaces fatales?
Especialistas en salud pública llevan décadas alertando sobre el peligro de las caídas geriátricas. Causan fracturas de cadera, hemorragias cerebrales, inmovilidad prolongada, dolor crónico, pérdida de autonomía e institucionalización. Y aunque se multiplicaron las guías de prevención, los programas estatales y las recomendaciones médicas, los resultados no parecen acompañar: las estadísticas siguen en ascenso. Algunos investigadores sostienen que el uso extendido de medicamentos que actúan sobre el sistema nervioso central —como benzodiacepinas, antidepresivos, opiáceos y gabapentina— podría explicar parte del fenómeno al provocar somnolencia, mareos y desorientación, condiciones que aumentan directamente la probabilidad de una caída. También señalan que proliferan los llamados fármacos FRID, aquellos asociados a un mayor riesgo de pérdida de equilibrio, entre los que figuran incluso antihistamínicos y ciertos medicamentos cardíacos.
Pero otros especialistas introducen matices: advierten que la población mayor de hoy es más longeva y también más frágil que la de décadas pasadas, porque la medicina logra mantener con vida a pacientes con múltiples enfermedades crónicas que antes no hubieran sobrevivido. A esto se suman factores clásicos, como el deterioro de la visión, los problemas musculares, el abuso de alcohol, los errores de medicación y los peligros dentro del propio hogar. Y, además, recuerdan que hasta hace no tanto las caídas no se consignaban como causa de muerte: se atribuían a otras patologías, lo que hace que las comparaciones históricas sean difíciles.
Ante este escenario, la comunidad médica coincide en una estrategia que empieza a tomar fuerza: la “desprescripción”. No se trata simplemente de eliminar pastillas, sino de revisar críticamente cada tratamiento para evaluar si sus beneficios superan sus riesgos. Diversas redes de investigación en geriatría insisten en que muchos medicamentos, aun cuando alivian síntomas como el dolor, el insomnio o el reflujo, pueden elevar entre un 50 y un 75 por ciento el riesgo de caídas en adultos mayores. Por eso promueven alternativas no farmacológicas —como terapia cognitivo-conductual para el insomnio, ejercicios de fortalecimiento muscular, fisioterapia o intervenciones psicológicas— y animan a pacientes y cuidadores a preguntar explícitamente si algún medicamento aumenta el riesgo.
Las historias personales ayudan a dimensionar el problema. Personas que durante meses sufrieron caídas repetidas descubrieron que el origen no estaba en su equilibrio ni en su fuerza física, sino en los efectos secundarios de un tratamiento. Al suspender o ajustar la medicación, las caídas desaparecieron. Estos casos funcionan como una llamada de atención: no todas las caídas son “accidentes inevitables”, muchas son prevenibles si se revisan los tratamientos y se fortalecen los hábitos cotidianos.
Vivir más y vivir mejor —y, sobre todo, evitar caídas que pueden cambiar la vida en un segundo— implica un abordaje integral. Requiere actividad física regular para mantener la musculatura y el equilibrio, una evaluación periódica de la vista y la audición, hogares adaptados sin obstáculos, una relación más activa entre pacientes y médicos, y una revisión constante de los tratamientos que puedan incrementar el riesgo. Ninguna intervención aislada parece suficiente, pero la combinación de todas puede marcar una diferencia real en un contexto donde las estadísticas siguen creciendo.
La lucha contra las caídas no solo se trata de evitar un golpe: se trata de proteger autonomía, calidad de vida y esperanza de vida. Y aunque la ciencia aún debate cuál es el factor que más influye en el aumento de las muertes, especialistas coinciden en algo esencial: una caída en la vejez nunca es un hecho menor. Y casi siempre, con información adecuada y buenos hábitos, es posible evitarla.
Cuidado con fármacos FRID, asociados al riesgo de pérdida de equilibrio
Medicamentos que actúan sobre el sistema nervioso central explicarán parte del fenómeno
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