La “Boyhood” argentina se puede ver en el cine del Malba

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“El príncipe de Nanawa”, la “Boyhood” argentina de Clarisa Navas, sigue en el Malba, a meses de su estreno: en uno de esos éxitos en salas independientes que después no figuran en el recuento de la taquilla, el documental de casi 4 horas que retrata una década en la vida del joven Ángel es ya una especie de éxito secreto, y volverá a verse en el cine del Museo de Figueroa Alcorta 3415 el domingo a las 20.

El documental nació cuando Navas encontró a Ángel filmando un documental en Nanawa, en la frontera entre Paraguay y Formosa, y a quien siguió durante diez años. De horas de encuentros, charlas y filmaciones en la cotidianeidad, la cineasta y el protagonista editaron las casi 4 horas que forman “El príncipe de Nanawa”, una de las grandes películas argentinas del año. El punto de partida es ese encuentro entre la cineasta y el joven, muy chiquito, a propósito de un documental televisivo: Navas filmó a Ángel, desenvuelto, lleno de palabras, y le prometió volver, mostrarle ese material. Pero ya comenzó a pensar en hacer algo juntos.

“Pero no podía imponerle a un niño una estructura, tenía que conversar con él, ver cómo podíamos hacer una película juntos”, relata, en diálogo con EL DIA. Comenzaron a encontrarse. Ángel, dice Navas, se imaginaba algo más de ficción, actuando, mientras su madre le ponía como condición que le fuera bien en la escuela para participar. Empezaron a filmar desde la intuición, “no hubo algo muy pautado: fue entregarle la cámara a Ángel, que él empezara a grabar su cotidianeidad. Lo que sí quedó claro desde el principio es que cuando esto se editara, él iba a poder elegir qué cosas quería que aparecieran, y qué cosas no”.

El proyecto fue creciendo ese tiempo: “No sabíamos cuándo sería el fin, cuántos años duraría”. Duró diez años: una década en la vida de Ángel, desde la niñez a la adolescencia, en Nanawa.

“La película no quiere decir algo sobre alguien”, dice Navas sobre su acercamiento a Ángel. “Son imágenes que muestran lo que Ángel quiere decir de sí mismo y su lugar, también nuestro vínculo. No había un cálculo, no es que pensábamos escenas que dijeran tal o cual cosa, fue algo muy espontáneo, la película no quiere narrar la vida de alguien”.

 

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