Ahora la CGT pierde la paciencia, la imagen de Milei en baja y el posible impacto del paro
Edición Impresa | 23 de Marzo de 2025 | 04:36

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
Conseguido el blindaje legislativo al DNU que avanza con un nuevo endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI), un logro libertario teniendo en cuenta la fragilidad legislativa del oficialismo, el Gobierno afronta una agenda política inmediata en la que sobresale el paro general de la Confederación General del Trabajo (CGT) convocado para el 10 de abril próximo.
De concretarse, será el tercero que el gremialismo le hace a la gestión de Javier Milei. Los anteriores, en verdad, parecieron no impactar demasiado en el capital político de un gobierno bastante disruptivo, que al sindicalismo tradicional le ha costado comprender y con quien en verdad ha tenido una relación relativamente civilizada a pesar de no ser de extracción peronista.
Pero ahora los gremios de la CGT, de notable pasividad durante la última gestión justicialista de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que se caracterizó por la suba bastante aguda del costo de vida, barruntan que se estaría evidenciado un principio de desgaste en el gobierno actual, que acaso podría ser favorable para reformular los términos de las conversaciones permanentes que mantienen con la Casa Rosada (vía el secretario de Trabajo Julio Cordero, Guillermo Francos y el asesorísimo Santiago Caputo).
La caída de la imagen positiva
Los sindicalistas, como todos los políticos, consumen encuestas. Entre los estudiosos de la opinión pública existe una suerte de coincidencia en que se empieza a reflejar en los sondeos una cierta declinación en la imagen del presidente Milei, luego de un año de alta ponderación sobre todo por la evaluación positiva del control de la inflación.
El punto de partida de aquel declive es materia de análisis, pero podría situarse en el escándalo cripto de $Libra. El episodio no habría tenido impacto en el núcleo “duro-duro” de La Libertad Avanza, pero sí en ese universo de votantes que eligió al libertario en el balotaje de 2023 y que en los pasos electorales anteriores a aquel test (PASO, primera vuelta) se había inclinado por Horacio Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich.
El dato es interesante porque se trata de un espectro que los libertarios ya dan como propio y por eso han trazado una suerte de estrategia de abducción o cooptación del PRO -sus dirigentes y supuestamente sus adherentes- hacia el redil de LLA, en lugar de proponer una alianza político-electoral tradicional entre fuerzas afines en términos ideológicos. Eso ha generado la tensión actual entre Milei y Mauricio Macri, de final todavía no muy claro y por cierto abierto.
Lo notable es que aquella baja incipiente en la imagen presidencial no se traduce aún en una declinación preocupante de la intención de voto del espacio violeta. Básicamente, dicen los expertos, porque del otro lado todavía no se ha configurado nada con un volumen lo suficientemente serio como para considerarse una opción a los libertarios.
Por supuesto que figura el kirchnerismo duro, cuyos simpatizantes jamás, por ninguna circunstancia, se inclinarían por Milei. Pero, para decirlo en forma muy resumida, aún no asoma una figura opositora que hoy pueda cooptar ese desencanto que supone la baja de varios puntos en la imagen del Presidente. Ni siquiera Cristina con su ya patentado “Che, Milei” para sus tuits explosivos (gran hallazgo dialéctico de la exvice).
El límite del “aguante”
Así, conviene volver al paro de la CGT. Fuentes gremiales explican que, más allá de lo que se diga oficialmente (marchar para respaldar a los jubilados, en contra de la violencia anti-piquete, etc.) los caciques gremiales estarían oliendo otra cosa, en base a la auscultación de sus bases: se habría comenzado a alejar la idea que imperó en el primer año de Milei de que la mala situación personal de mucha gente se debía a la “herencia” del gobierno anterior, el de Alberto y Cristina.
En efecto, hay sondeos reservados que marcarían que en muchos sectores sociales, en especial la clase trabajadora formal e informal, se estaría percibiendo un cierto límite a la paciencia que se le ha tenido al gobierno libertario -el aguante al ajuste, básicamente- con la ilusión de que eso ayudaría a mejorar el futuro. Futuro que ya llegó para ese universo.
En principio, se excluye de este análisis a los sectores más humildes, los receptores de planes sociales, porque estos beneficios en muchos casos han subido por encima de la inflación. De hecho, punteros del peronismo y de organizaciones piqueteras han contado en reuniones políticas que por esta cuestión, y por el fin de la intermediación de los llamados “gerentes de la pobreza”, el justicialismo disputa mano a mano con los violetas el favor social en muchas zonas humildes.
El paro del próximo 10 de abril se prepara aún cuando la CGT no es una unión monolítica. Un ejemplo es la decisión del camionero Hugo Moyano, el viernes último, de aceptar la pauta salarial de referencia que le sugirió el Gobierno.
Es algo histórico: firma Camioneros -de paritaria generosa- y después el resto de los gremios suelen seguirlo. Pero ahora se acordó una paritaria muy tranquila entre marzo y mayo a pesar de que el índice de inflación del Indec de febrero fue de 2,4%. La demanda original del sindicato había sido un alza de entre 8% y 10%. Estamos ante un muy optimista Moyano respecto a lo que se viene en esa materia: 1,2% para marzo; 1% para abril y 1% para mayo, más otras sumas que le sirven para aumentar el número entre los propios. ¿Una suerte de desmarque del paro convocado por la CGT, que anota entre sus principales motivos el rechazo a los límites a las paritarias que impone el Gobierno? Es posible.
La Rosada sabe que el éxito del paro depende del grado de adhesión de los gremios del transporte, en especial trenes y colectivos, a quienes también ha solicitado un cierre de paritarias por debajo de la inflación de febrero. Sobre esos dirigentes sindicales trabajará el Gobierno después del fin de semana largo.
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