El rol de las colaciones en una dieta saludable
Edición Impresa | 1 de Junio de 2025 | 04:21

En la vorágine de los días, donde muchas veces el almuerzo se posterga por una reunión y la cena llega cuando el cuerpo ya pidió auxilio tres veces, las colaciones vuelven a ocupar un lugar clave en la conversación sobre alimentación saludable. Lejos de ser un antojo disimulado, o una excusa para picotear sin culpa, estas pequeñas ingestas entre las comidas principales están siendo reivindicadas por muchos nutricionistas como aliadas para mejorar la relación con la comida y sostener la energía durante la jornada. Pero claro, como en todo, el problema no es comer entre comidas, sino qué se come.
Durante mucho tiempo, la palabra “colación” estuvo asociada a una especie de deber prescripto, casi con tono escolar: había que hacerlas porque sí, porque “el cuerpo necesita comer cada tres horas”. Esa afirmación, hoy, ya no se sostiene como verdad universal. Lo que se impone ahora es una mirada más flexible, que escucha al cuerpo y propone estrategias personalizadas. Según varios especialistas en nutrición, las colaciones no son obligatorias, pero sí pueden ser muy útiles, sobre todo en personas con rutinas largas, actividad física intensa o necesidades energéticas específicas. También lo son para quienes, por saltarse esas ingestas intermedias, llegan a las comidas principales con hambre voraz y se sobrealimentan sin registro.
Pero el punto crucial no es si se come o no entre comidas, sino qué se elige para hacerlo. Ahí es donde la educación alimentaria cobra todo su sentido. No es lo mismo bajarse una bolsa de snacks ultraprocesados frente a la computadora que tomarse diez minutos para comer un puñado de frutos secos, una fruta fresca o un yogur natural. Los nutricionistas coinciden en que las colaciones deben ser nutritivas, aportar fibra y proteínas, y ayudar a mantener estables los niveles de glucosa. En otras palabras: evitar el sube y baja de energía que muchas veces termina en mal humor o en decisiones alimentarias impulsivas.
Hay un principio rector que parece ganar cada vez más consenso: si la colación reemplaza el hambre real por una saciedad genuina, bienvenida sea. Si es apenas un gesto automático, un reflejo de ansiedad o aburrimiento, tal vez convenga revisar ese hábito. Comer entre comidas no es ni bueno ni malo en sí mismo; lo que lo define es el contexto y, sobre todo, la calidad del alimento.
Lo que queda claro es que la demonización de las colaciones está en retirada. Lejos de ser un enemigo silencioso, ese pequeño snack bien elegido puede convertirse en una herramienta para reconectar con el cuerpo, evitar picos de hambre y, por qué no, disfrutar un momento de pausa. En tiempos donde el estrés y el multitasking reinan, comer con atención, incluso una manzana a media mañana, puede ser un acto de rebeldía saludable. O, como diría cualquier abuela argentina, un poco de sentido común con sabor a hogar.
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