¿Importando para el desarrollo? Dudas y números que confrontan
Edición Impresa | 29 de Junio de 2025 | 05:15

Instituto de Economía Aplicada
Universidad del Este (UDE)
Ante la publicación de datos recientes sobre la balanza de pagos y el balance comercial de bienes, se desataron polémicas en torno a la situación del frente externo de la economía argentina y el rol de las importaciones en el programa de estabilización de la Administración Milei. El INDEC informó que el saldo comercial de mayo ascendió U$S608 millones y que en los primeros cinco meses del año acumuló un saldo positivo de U$S1.883 millones, un 79% menor al del mismo período de 2024.
Esta fuerte disminución en el balance comercial externo se debió a que el incremento de 2,6% de las exportaciones fue más que compensado por la suba de 34,3% de las compras al exterior.
Ante esto, algunos sectores de opinión y ciertos funcionarios públicos afirmaron que lejos de suponer una preocupación y una situación a atender, el aumento de las importaciones era algo esperable y, hasta un punto, deseable dado que las mismas se destinan, en gran parte, a alimentar la demanda interna de bienes de inversión, síntoma de una capitalización en curso de la economía que, en definitiva, contribuye a la sostenibilidad del programa de estabilización al proveer de mayor producción y exportaciones futuras.
Importaciones
Comenzaremos poniendo en contexto la situación actual del balance comercial de bienes. En particular, las importaciones de los primeros cinco meses de 2025, las que totalizaron U$S30.584 millones, al ser medidas en términos reales deflactadas por el índice de precios de importación se encuentran en un máximo histórico desde 2002, palmo a palmo con el registro de los primeros cinco meses de 2018, momento previo a la firma del acuerdo Stand By con el Fondo Monetario Internacional por U$S50.000 millones en junio de ese año.
Al desagregar este nivel récord de compras al exterior por uso económico de los bienes importados, se pueden encontrar elementos interesantes para el análisis. Como mencionamos previamente, las importaciones totales aumentaron un 34,3% interanual en el acumulado a mayo, pero las de bienes de capital un 69,3%. Sin embargo, ésta última es igual a la suba de 70,3% de los bienes de consumo y menor a la de 113,9% de los vehículos automotores.
Por otra parte, cuando evaluamos la participación de estos usos en las importaciones, se observa que las compras de bienes de capital representaron un 20% del total en 2025, mayor que la incidencia de éstos en los últimos siete años anteriores, pero menor a la participación de los mismos en 2017 (22,3%), cuando las importaciones crecían fuertemente como en la actualidad.
Nivel de actividad
A su vez, hace diez días el INDEC publicó su informe de avance del nivel de actividad en el primer trimestre de 2025. Las cuentas nacionales demuestran que la inversión viene recuperándose desde el cuarto trimestre de 2024 y, en el primero de este año, llegó a representar el 20,2% del PIB, participación idéntica a la de su par de 2023, pero aún por debajo del 20,6% del primer trimestre de 2022 o del 21,5% correspondiente a 2018.
En paralelo, la Inversión Extranjera Directa (IED) también es sintomática de la debilidad en el incentivo a invertir en el marco de la economía local, especialmente desde la instauración del control de cambios allá por 2019. Desde ese momento muestra una tendencia decreciente y en los primeros cinco meses de 2025 acumula un flujo saliente de U$S-1.679 millones, lejos del promedio de ingresos de U$S2.471 millones por año en la gestión de Macri o de los U$S2.524 millones promedio del período 2007-2015.
En consecuencia, en base a la experiencia histórica no podemos decir, al menos por ahora, que se esté desarrollando un proceso de capitalización relevante en la economía argentina y, por otro lado, es difícil divisar, tal como lo describen algunos funcionarios del gobierno, un boom importador explicado por el incentivo a invertir cuando existe una suba generalizada en los distintos usos de las importaciones a partir de un de tipo de cambio real apreciado en niveles similares a los más bajos de la administración Macri en junio de 2017.
Este último factor resulta una causa fundamental en el deterioro del frente externo pues éste se da aun con el ingreso de la liquidación de las exportaciones fruto de la cosecha gruesa del sector agropecuario en el mes de mayo y con un superávit de la balanza energética que al primer cuatrimestre del año alcanzaba los U$S2.684 millones, a partir de los aportes de Vaca Muerta y del gasoducto Néstor Kirchner (hoy Perito Moreno) tanto para potenciar las ventas en el exterior como para aplacar las importaciones del sector.
Una manifestación patente del atraso cambiario es la del déficit de servicios de la balanza de pagos, que en el primer trimestre tuvo un saldo negativo de U$S-4.502 millones explicado principalmente por los gastos en divisas del turismo emisivo, que supuso una salida de U$S-3.464 millones en los primeros tres meses del año.
Por ello, el déficit de la cuenta corriente, que se vuelve crónico ante la persistencia de un dólar barato, requiere de financiamiento. Lo que en el último cuatrimestre de 2024 se obtuvo a partir de los dólares que ingresaron al sistema financiero local a través del blanqueo, en 2025 se logra a costa de un mayor endeudamiento externo del Estado, tal como el nuevo acuerdo con el FMI, los préstamos de otros organismos multilaterales, el REPO obtenido por el BCRA o la emisión de deuda del Tesoro en pesos que se suscribe en dólares por no residentes, o mediante el deterioro en la posición de activos externos disponibles (públicos y privados).
De esta manera, el programa económico ve horadarse las fuentes genuinas de creación de divisas, aunque promete un nuevo agro para 2028, y recae crecientemente en las fuentes financieras de dólares, esta vez externas, poniendo en cuestión la sostenibilidad del modelo.
Las importaciones totales aumentaron un 34,3% interanual en el acumulado a mayo pasado
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