Investigan un caso de “sextorsión” en La Plata contra un adolescente de 13 años
Edición Impresa | 9 de Julio de 2025 | 03:19

La tranquilidad de un hogar en Melchor Romero se vio abruptamente alterada el pasado sábado 5 de julio, cuando una madre descubrió a su hijo de 13 años en un estado de nerviosismo extremo.
El adolescente, completamente alterado, le pedía dinero con insistencia mediante su billetera virtual, balbuceando excusas que no lograban convencer.
Fue entonces cuando la mujer, alarmada por la situación, decidió interrogarlo con firmeza.
En ese momento, su hijo se quebró y confesó una verdad estremecedora: había sido víctima de “sextorsión” tras enviar fotos íntimas a un desconocido con quien se comunicaba a través de la aplicación “Zangi”.
El trasfondo de esta situación, lo más grave por caso, es que además de la extorsión que estaba sufriendo, el chico acababa de convertirse en víctima de un caso de grooming.
El grooming es una forma de acoso o abuso en la que un adulto se contacta con un menor de edad a través de medios digitales -como redes sociales, videojuegos o aplicaciones de mensajería- con el objetivo de ganarse su confianza para luego manipularlo, explotarlo sexualmente o extorsionarlo.
Este proceso suele ser gradual: comienza con charlas amigables y aparentemente inofensivas, pero con el tiempo el adulto va introduciendo temas sexuales, solicitando fotos íntimas o intentando concretar un encuentro físico.
Es un delito grave que vulnera los derechos y la integridad de niños, niñas y adolescentes, y que requiere de vigilancia, prevención y acompañamiento por parte de los adultos responsables.
Ante esta posibilidad latente, la madre indagó con desesperación y fue así que tras tirar de la punta del ovillo el chico reveló un escenario tan doloroso como revelador.
El muchacho le contó que, en medio de una conversación virtual, se dejó llevar por la confianza generada en ese falso vínculo y terminó enviando imágenes de alto contenido erótico.
Lo que parecía una charla inocente se transformó en una pesadilla digital: la persona del otro lado de la pantalla empezó a extorsionarlo, exigiéndole dinero bajo amenaza de difundir las imágenes a sus contactos y familiares.
Aterrorizado por la posibilidad de ser expuesto, el joven no supo cómo reaccionar y cayó en una espiral de ansiedad que lo dejó al borde del colapso emocional.
Al tomar el control del celular, la madre no solo comprobó que su hijo utilizaba “Zangi”, sino que además tenía instaladas otras aplicaciones desconocidas como “RandoChat”, “Talkie” y “Talktive”, plataformas utilizadas para conversar con extraños sin dejar registros claros.
También descubrió que, desde TikTok, el joven era contactado por distintos usuarios que lo redirigían sistemáticamente a esas apps, donde se concretaba el engaño.
La madre, conmocionada, advirtió cómo su hijo había sido atrapado en una red peligrosa sin que nadie a su alrededor lo notara.
Este caso pone de manifiesto una problemática cada vez más frecuente: el uso irresponsable y solitario de dispositivos con acceso a internet por parte de adolescentes cada vez más vulnerables al ataque de depredadores digitales.
El grooming y la sextorsión no son los únicos peligros a los que quedan expuestos los chicos. La adicción a los juegos de apuestas y la alteración de las rutinas de estudio y descanso son consecuencias reales de un entorno virtual sin control también representan serias amenazas para los más chicos.
Las autoridades y especialistas insisten en la necesidad de que los padres y tutores no se desentiendan del uso que sus hijos hacen del celular o la computadora, independientemente de su edad.
Acompañar, observar, dialogar y generar confianza no es una invasión a la privacidad, sino una herramienta de protección.
En un mundo digital donde las relaciones se establecen con desconocidos a un clic de distancia, el riesgo es tan real como invisible.
Pero no solo los jóvenes deben estar alertas. Cada vez más adultos caen en trampas similares, confiando su intimidad a personas que jamás han visto cara a cara.
El contenido erótico compartido sin recaudos puede ser usado como arma de extorsión, acoso o exposición pública.
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