Algunos motociclistas deben suponer que son los reyes del tránsito
Edición Impresa | 13 de Septiembre de 2025 | 04:37

Hace más de dos décadas, en la ciudad capital de una provincia mediterránea de la Argentina sus autoridades decidieron que, como parte de las tramitaciones para obtener el registro para conducir motocicletas, los aspirantes debían concurrir los fines de semanas y en horas nocturnas a las guardias de los hospitales públicos. Ello, para que tomaran clara conciencia de las graves heridas con que aparecían muchos conductores de esos vehículos.
Tal como lo señalaban entonces los médicos a cargo de esas guardias, los aspirantes a obtener el carnet tomaban clara conciencia de los peligros que representa manejar estos vehículos.
Estas consideraciones, acaso, podrían servir para reflexionar sobre el grave desafío que hoy supone para el tránsito en las calles de La Plata no sólo el crecimiento exponencial del número de motos, sino la manifiesta indisciplina con que se comportan muchos de sus conductores. El resultado lo vienen marcando las estadísticas de siniestralidad, que no cesan de crecer tanto en el número de incidentes, como de heridos y víctimas fatales.
En la semana que termina, si bien falta que transcurran este sábado y la jornada de mañana, la crónica policial se vio saturada por accidentes de motociclistas en nuestra zona. Los numerosos incidentes viales protagonizados por las motos debieran inducir, por lo pronto, a revisar a fondo el comportamiento en las calles de estos conductores. Un caso ciertamente llamativo lo exponen los deliverys, que transitan a velocidades impropias, zigzaguean peligrosamente y muchos de ellos circulan sin luces, sin cascos, sin chalecos reflectantes y, por si fuera poco, con auriculares colocados para escuchar música.
En vías camineras habitualmente atestadas de automotores de distinto porte –automóviles, micros, camionetas, camiones- los motociclistas circulan por cualquier andarivel y zigzaguean buscando el más rápido avance, para lo cual no trepidan en pasar a centímetros de las puertas y espejos laterales de esos vehículos. Ni los conductores de motos ni los que manejan automotores conocen cuál es el andarivel por el cual deberían circular los motociclistas. Todo queda en manos del libre albedrío.
Se está frente a una espiral de peligro en cotidiano crecimiento, en donde menudean los malos hábitos: falta de casco, no acatamiento de los semáforos, velocidades excesivas, maniobras bruscas, escapes abiertos, frenadas y hasta wheelies en las calles. Y a eso hay que sumarle las leyes propias del azar, de los casos fortuitos, de modo que la muerte o graves lesiones acechan todo el tiempo.
Y a ese inventario objetivo y caótico se le suman en los últimos tiempos –casi como una burla- las temidas caravanas de moto que recorren la Ciudad hasta horas de la madrugada, para impedir el descanso y el sueño vecinal, para atronar con centenares de escapes abiertos y, para dejar en claro, que la voluntad de muchos motociclistas es que ellos “reinan” en las calles. Las autoridades deberían empezar desde cero, para demostrarles, con el rigor que el caso merece, que es la ley la que reina en las calles.
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