15 de Septiembre de 2002 | 00:00
El pibe repartía pizzas por 38 y 15 cuando otro pibe apareció desde la nada. Le apoyó el caño en la cara, lo insultó como si lo odiara de toda la vida y le arrancó los pocos pesos que llevaba ganados bajo el frío de la noche. El asalto duró un parpadeo pero el chico siguió temblando durante un rato interminable, como pagando ese valor agregado que la inseguridad le impone a las víctimas.
Eran las diez y media de una noche del viernes. Las de esos días, según la policía platense, son "las peores noches". Un equipo periodístico de este diario salió a recorrerla a bordo de un patrullero y a ver y oír algunas de las historias nocturnas de una Ciudad con miedo, más allá de las estadísticas.
Desde el "móvil", como le dicen los policías, o "la licuadora", como le dicen los ladrones, la Ciudad parece segura. Hasta las calles más recostadas sobre la periferia tienen otro aspecto: se ven calmas y previsibles.
La radio policial conecta a esa burbuja con el mundo que late del otro lado de las ventanillas. Cada comunicación es una historia en código. Y no sólo de asaltos está hecha la trama.
OPERATIVO CIERRE DE COMERCIOS
A las 19.30 suena la orden de "máxima operatividad". Es la hora de cierre de comercios, cuando se supone que -más allá de la crisis- las cajas están llenas de billetes frescos. La red de patrullas se organiza como esperando un malón que a veces llega en oleadas, como los verdaderos malones.
En 42 y 4 un cadete de la Escuela Vucetich sospecha de una pareja y se lo cuenta a un patrullero. En 4 bis y 609 dos encapuchados de buzos rojos asaltan a un motociclista y se esconden en unos monoblocks. Por la radio se instruye a los policías que acuden a la emergencia: "traten de calmar a la víctima".
A las 20.30 se devela el misterio de 42 y 4. La pareja sospechosa son ex novios que todavía tienen algo pendiente. En diagonal 75 entre 14 y 15 un taxista le hace una seña secreta a una patrulla porque sospecha de su pasajero. Desde Ringuelet el chofer de otro móvil pide instrucciones: el tipo que lleva para averiguación de antecedentes "se está causando lesiones dentro del patrullero". La parte trasera de una patrulla es una jaula, un perfecto anticipo de las condiciones de encierro en las comisarías.
ASALTOS, UN REHEN
Antes de las 21 ya se produjo el primer asalto armado en City Bell y a punta de pistola un motociclista se convirtió en peatón en 139 y 479. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, a esa hora empiezan a sonar alarmas de viviendas particulares, algunas suenan por fallas técnicas y otras por "fallas humanas".
En una verdulería de Villa Elisa el asalto incluye el rapto de un cliente. Se lo llevan en su auto, un Ford Orion gris que se perderá en el agujero negro de la noche. Antes los ladrones tendrán una gentileza: se detendrán a sólo dos cuadras de la comisaría de la zona para permitir que el rehén se baje.
Desde 80 y 122 suena la voz preocupada de un policía: "hay unos caballos sueltos, son un peligro para el tránsito...los quise arriar a un costado pero no me obedecen".
A las 21.30 un transeúnte se abalanza sobre una patrulla que pasa por diagonal 74 y 4 y denuncia: "en Plaza Italia hay un tipo con un cuchillo enorme".
TIROS EN LA NOCHE
Suenan tiros en 134 y 524, suena otra alarma en 33 y 19 y suena el motor de una patrulla que recorre el Centenario: "solicito auxilio mecánico", avisa el conductor. El pedido se repetirá toda la noche desde otros puntos de la Ciudad.
Por 17 y 40 el dueño de un comercio corre a unos ladrones (la radio no dice cómo ni con qué los corre) que huyen en un Gacel y desde Los Hornos llega un pedido humanitario: "que se proceda sobre un ebrio que camina alegremente entre el tránsito veloz".
Se siguen develando misterios: el cuchillero de Plaza Italia está completamente borracho y no le encuentran el cuchillo. Los caballos de 122 y 80 siguen amotinados.
En 1 y 77 dos sujetos merodean un cajero automático y escapan cuando llega la patrulla. En 36 y 151 unos vecinos se toman a golpes y en la plaza de 38 y 25 asaltan a un ciclista. No será la única bicicleta de la noche robada a punta de navaja.
A las 22 se difunde otra orden: "operativo restaurantes".
Desde La Loma llega un aviso desesperado y confuso: una mujer dice que hay un hombre en su pasillo y cree que tiene un cuchillo. Cuando llega la patrulla el desconocido ya no está. Con el correr de la noche la intervención policial hará saber que el sujeto es el yerno de la denunciante.
Suenan disparos por el lado de La Cumbre. La orden es interceptar a un Peugeot 504 blanco. Increíblemente, en una ciudad llena de autos como ese, ahora no aparece ninguno. Pero hay otras intercepciones: autos viejos con vidrios polarizados. Se aplica una versión automotriz de la llamada "portación de cara".
HISTORIAS DE MIEDO
Hay otra alerta de ladrones en acción: dos motos tipo Enduro. En una viaja una "rubia, gordita" y en la otra dos sujetos jóvenes. También se los tragará la noche.
Una explosión inquieta al barrio de 12 y 59. La incertidumbre crea un registro de tensión hasta que se sabe que alguien anda manipulando fuegos artificiales en esta época del año. A pocas cuadras, en 13 y 62, alertan sobre un intento de suicidio. En la habitación 12 de un hotel de la zona, un hombre mayor escribió una carta, la acomodó en la mesa de luz junto a la foto de sus hijos y tomó varias pastillas.
En 40 y 125 dos muchachos clavan los frenos de un Duna blanco y salen corriendo como si el demonio se los hubiese chistado desde el asiento trasero. Se pierden en las callecitas de El Dique y el auto queda ahí, de par en par. Si antes hubo un robo su víctima no lo denunció.
A las 22.30 una patrulla corre a 38 y 15. En el kiosco de esa esquina le han dado refugio a un repartidor de pizzas que acaba de ser asaltado. El pibe tiene convulsiones y no le salen las palabras. El ladrón escapó en un ciclomotor color cremita, con el escape roto, para el lado de La Favela.
Desde una casa de la calle 40 llega otro aviso desesperado e inquietante. Un profesional está desaparecido desde el mediodía y su esposa teme un secuestro.
A las 23 avisan que un nene de 6 años se ha perdido en pleno centro. Un cuarto de hora más tarde los padres avisan que "está todo bien" y que el chiquito se demoró en un negocio.
UNA NOCHE "TRANQUILA"
El viernes ya tiene al sábado hasta la cintura y la orden general es "operativo control de taxis". En las aguas espesas de la madrugada antes habrá un asalto a un locutorio céntrico y una parejita le robará una bicicleta cara, de esas que tienen cambios, a un joven en plaza Rocha.
A las tres en punto un patovica de boliche romperá una mandíbula y su víctima lo denunciará como pueda. Habrá otro hospitalizado por la violencia de la noche y una patota causará daños en la estación de City Bell.
"Comparada con otros viernes es una noche súper tranquila", dictaminan los que tienen varias noches dentro de la burbuja.
Las cáscaras del viernes por la noche quedaron junto a los cordones. La radio policial sigue aclarando asuntos sin que nadie se lo pida.
El "secuestrado" de la calle 40 regresó a casa sano y salvo, después de una noche porteña y agitada.
Y el cuchillero de La Loma se fue a dormir. Tal parece que abandonó la idea de visitar a su suegra.
O que decidió dejar el asunto para otro momento.
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