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El milagro que posibilitó que Sor Ludovica sea beata

Ocurrió en La Plata en octubre de 1992. Es la curación de una nena nacida con espina bífida

El milagro que posibilitó que Sor Ludovica sea beata
23 de Diciembre de 2003 | 00:00
El sábado pasado el papa Juan Pablo II promulgó finalmente el decreto que corrobora el milagro de Sor María Ludovica de Angelis, la curación de una niña platense; una vez cumplida esta formalidad, será beatificada en un acto público a celebrarse en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el año próximo en fecha a confirmar, tal como lo había adelantado EL DIA en su edición del pasado 20 de noviembre.

Sor María Ludovica de Angelis, italiana de nacimiento, vivió y desarrolló su santidad en vida en La Plata. Hermana de la Congregación de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, había nacido en San Gregorio, Italia, el 24 de octubre de 1880, pero arribó a La Plata en 1907 y permaneció en nuestra ciudad hasta su muerte, el 25 de febrero de 1962. La casi totalidad de su obra la desarrolló en el Hospital de Niños, en donde fue administradora y también superiora. Imposible sintetizar su vida y su obra, pero podría decirse que esta italiana baja y robusta, de carácter decidido y gran fortaleza de espíritu, se caracterizó por su caridad con los enfermos y con los pobres, extendiéndola al personal del hospital. La heroicidad de sus virtudes fue reconocida en el Vaticano en 2001 al ser consagrada como Venerable.


EL MILAGRO PLATENSE

La hermana Emilia Paternosto, de la misma orden que Ludovica y que cumple hoy sus funciones en el mismo hospital, es notaria del proceso de canonización y a su vez, notaria en el proceso del Milagro. Junto a ella la protagonista de esta historia, hoy quinceañera, destinataria de la gracia y sus padres, que defienden el anonimato para no exponer públicamente a su hija y que no participan de la entrevista. A, por bautizarla con una inicial, nació en mayo de 1988 con una patología congénita, espina bífida, con las vías urinarias, vejiga y un riñón muy deteriorados y severamente afectados los miembros inferiores, inmovilizados. Nació y fue atendida por médicos de una clínica privada. Su estado era tan severo que a los dos meses la intervinieron para colocarle una cánula que posibilitara el funcionamiento parcial de sus vías urinarias.

Al cumplir los 9 meses un tío de la niña, hermano de su madre y médico, fue a verla a la hermana Emilia para que rezara a sor Ludovica. La religiosa les dio las llaves del panteón en el cementerio local y el médico, su hermana y la niña en brazos, se trasladaron al cementerio local. Ingresaron a la bóveda de las Hermanas de la Misericordia, no lejos de la entrada principal, y colocaron a la nena en el piso, junto al féretro que guarda los restos de sor Ludovica. La pequeña, que hasta ese momento no movilizaba sus piernas, se apoyó en ataúd y se puso de pie. A los 20 meses caminaba. La familia siguió orando a sor Ludovica porque los otros problemas eran muy severos.

"Cuando la nena tenía 4 años -cuenta la hermana Emilia- sus padres la trajeron al Hospital de Niños porque había que operarla. Cerrarle aquella operación realizada de pequeña, extirparle un riñón que no funcionaba y tratar de reconstituir la vejiga con una parte del intestino delgado, es decir, una operación sumamente compleja. Estando todo listo para operarla, una inflamación hizo que el médico decidiera postergarla. Regresan tres meses más tarde. La niña está óptima para la intervención. Actualizan los estudios, todo está listo y cuando inician la operación, se dan cuenta que la vejiga funcionaba y se había ampliado lo mismo que el riñón. Sólo hubo que reimplantarle los uréteres". Este es el milagro que analizaron con todos los estudios y la historia clínica en mano, científicos italianos y llegaron a una conclusión: "una curación científicamente inexplicable".

El cuerpo de Sor Ludovica descansará, por unos días más, en el panteón del cementerio platense en donde la gente, sobre todo madres y pequeños, le deja cartas como la mamá de Ayelén, pidiéndole por su hija o la pequeña Maylén, pidiéndole que "cures mi manito y mi piernita para caminar", algo que según cuenta la hermana Emilia, ya hace. Luego el cuerpo será retirado, se verificará con médicos y notarios que corresponde a ella y su estado, se extraerán reliquias de las cuales una irá al Vaticano y se lo colocará luego en un lugar que designará el Arzobispo para su "pública veneración". A partir de entonces deberá comprobarse un nuevo milagro para que acceda a su santidad.

La hermana Emilia, de activa participación en el proceso de canonización de sor María Ludovica, ante los restos de la religiosa que será declarada beata en 2004 como lo confirmó el Vaticano. Dentro de unos días deberán ser trasladados a otro lugar para su "pública veneración"

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