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"Pandillas de Nueva York"

Favorita al Oscar y filmada en Italia, la última película de Martín Scorsese, una superproducción, cuenta una fábula de venganza y traición en que impera la violencia y la esclavitud. Con resonancias actuales, "Pandillas de Nueva York" relata con exorbitancia la etapa inaugural de la democracia capitalista más poderosa jamás conocida.

23 de Febrero de 2003 | 00:00
POR AMILCAR MORETTI

Con diez nominaciones para el Oscar, "Pandillas (Gangs) de Nueva York" hace ostentación de ser exorbitada y ambivalente porque Martín Scorsese, su director, lo es, y porque la exorbitancia y la ambivalencia conforman también el carácter distintivo de Hollywood y de la civilización norteamericana. La película repite lo dicho treinta años antes por Arthur M. Schlesinger, asesor del presidente Kennedy, colaborador del delegado en la ONU Adlai Stevenson, agente del organismo antecesor de la CIA, profesor en Harvard y premio Pulitzer. En su libro "La violencia como modo de vida en EE. UU.", Schlesinger escribe: "Nos agrada formarnos la imagen de un pueblo pacifista, tolerante, afable, que ha vivido siempre bajo el gobierno de la ley y no de los hombres. Y, en efecto, el respeto por las personas y leyes ha sido un rasgo característico en la tradición norteamericana. La mayoría de los habitantes mantiene este respeto durante casi toda su vida. Sin embargo, éste no es de ninguna manera el único rasgo de nuestra tradición. Pues fuimos también un pueblo violento. Cuando nos negamos a conocer la existencia de esta característica, rehusamos ver a nuestra nación tal como es. Debemos reconocer que el impulso de destruir coexiste con nuestro impulso creador, que el impulso destructivo está dentro de nosotros y surge a favor de cierta oscura e intolerable tensión acumulada en nuestra historia y en nuestras instituciones. Comenzamos, después de todo, como un pueblo que eliminó a los pieles rojas y esclavizó a los negros. Sin duda realizamos esta tarea a menudo con la ayuda de la Biblia y el breviario. Pero ninguna nación por justas que sean sus creencias, pudo actuar como lo hicimos, sin traicionarse a sí misma; es decir, sin ocultar profundamente dentro de sí misma, en sus costumbres, sus instituciones, reflejos condicionados y su psiquis, la propensión a la violencia. Aún cuando pretendiéramos que aquellos indios y negros no eran seres humanos, sabíamos que en realidad eran también criaturas de Dios. Es casi como si esta experiencia inicial fijara un primer anatema sobre nuestra nación, un anatema que todavía ensombrece nuestra vida".
Desmesurada, desbordada, "Gangs de Nueva York" es una película con y sobre la violencia pero sin ferocidad, siempre en el límite del humor en razón de esa peculiar constante norteamericana que asocia la violencia al humor. "Gang..." trata acerca de la violencia y la sangre como componentes fundacionales de Nueva York -ciudad emblemática de la cultura norteamericana y a la vez capital del mundo- y de Estados Unidos como Estado-nación expansivo, imperial. Está más cerca de "Titanic" que de "El nacimiento de una nación" (1915), la película hollywoodense que creó el lenguaje del cine. Un crítico porteño señaló algo aclaratorio: la película no puede ser tomada de modo literal y tampoco se la debe analizar como un documento sobre la historia de N. York. Es metáfora, es metonimia, es síntoma. Scorsese, se dijo, es ambivalente. Es un gran artista y un hombre de la cultura. Sabe lo que pasa y cómo son las cosas en su país. Como intelectual público tiende a evitar definiciones; como artista siempre ha sido ambiguo, tal vez equívoco, oscilante entre rendir tributo y sentirse fascinado por la violencia que retrata, y reconocerla como el anatema originario de su nación. De allí, entre otros habituales, sus temas de la culpa y la redención, mezclando severo puritanismo calvinista y torturado catolicismo.
"Gangs..." es un cuento, pero un cuento con sustancia. Aunque tal vez inadvertido para el afán de distracción de la audiencia, reitera que el "sueño (norte)americano original" nació contaminado. Al panteísmo trascendentalista y romántico de Emerson, Thoreau, Whitman y el democratismo respetuoso del sujeto admirado por el francés Tocqueville, se impusieron la violencia y la esclavitud como soportes sobre los que se construyó la locomotora del capitalismo norteamericano, una arrolladora máquina que aún no se detiene y que, como afirma Schlesinger, fue concebida por los Padres Fundadores "no como un producto terminado sino como un experimento". Gore Vidal, el popular escritor yanqui, alertó hace poco que el desgarro de este experimento es la antinomia entre aquella república inaugural y el imperio global. Otro novelista, John Le Carré, ex agente anticomunista del servicio de espías inglés (M15 y M16, equivalentes de la CIA), fue días atrás más lapidario: "Estados Unidos entró en uno de sus períodos de locura histórica. Este es el peor que recuerdo". Viendo la película de Scorsese, con la metáfora de sus imágenes con tanta nieve blanca manchada de roja sangre, se entiende de dónde nace lo que denuncia Le Carré y hacia dónde apunta el realizador, exaltado o no por el ideal o el anatema de la violencia.
Filmada en Italia, en una Nueva York reconstruída en Cinecittá, con un costo de más de 100 millones de dólares y duras peleas con el mandamás de la productora Miramax, Harvey Weinstein, quien recompaginó la película, eliminó media hora de duración e introdujo cambios sustanciales (al parecer agregó la voz en off que cuenta los sucesos), "Gangs..." muestra que en E. Unidos crimen y democracia fueron simultáneos. No sólo el asesinato individual sino también la violencia de pandillas y la sofocación cruentísima por parte del ejército de las revueltas populares, como la que se ve, de 1863. "Gangs" es el reverso de "La edad de la inocencia", otra película de Scorsese sobre la misma ciudad, la misma época y la misma sociedad. Sólo que en vez de la alta burguesía sobre la que trata la novela de Edith Warthon, en "Gangs..." aparece la contraparte de marginados, marginales y plebe. No hay obreros y el mundo del trabajo sobreexplotado no se muestra. Poderosos y excluídos, si se recuerda bien, para Scorsese los valores de ambos universos polarizados son proporcionales y simétricos: de un lado, los ricos y la hipocresía; del otro, el populacho y la traición. La manipulación engañosa y la brutalidad y la sangre. El cinismo está en las dos esferas. En "Gangs..." se fusionan en la secuencia final, cuando la represión del estallido popular. La gran carnicería del pueblo. Un orden construido a sangre y fuego desatados por los dueños del dinero. Abajo, con escepticismo, los desposeídos, que también apelan a la cultura de la violencia. Scorsese lo pone en boca de uno de los personajes: "Siempre puedes contratar a pobres para matar a pobres".
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