En busca de equilibrio para su futuro
Hace diez años Japón se encontraba al borde de un estallido financiero y económico con un establishment político totalmente incapaz de hacer frente a la crisis. Hasta hace poco, esa época se recordaba como una pesadilla de la cual Japón pudo despertar, porque el país empezaba a responder a las expectativas. En 2001 asumió el primer ministro Junichiro Koizumi con la promesa de un cambio profundo tanto en el establishment político como en la capacidad del mismo de manejar los problemas económicos surgidos desde el estallido de la burbuja financiera en 1990.
Las dudas más recientes conciernen a la solidez de la recuperación de cuatro años, durante los cuales la economía creció a un remarcablemente firme 2% anual
Koizumi obligó a los bancos y a las empresas a liquidar pilas de préstamos incobrables. Así, las empresas volvieron a ganar dinero, y desde comienzos de 2002 la economía empezó a crecer nuevamente. Koizumi parecía debilitar los intereses especiales -agricultores, ministerio de construcción, burócratas- a los que había respondido por mucho tiempo su Partido Demócrata Liberal (PDL) y que habían sostenido su casi ininterrumpido gobierno durante medio siglo. De hecho, Koizumi le declaró la guerra al antiguo PDL.
A los votantes les gustó. Tras la bandera de la reforma del mercado, el PDL ganó las elecciones generales con su socio de coalición, New Komeito, en setiembre de 2005. Cuando Koizumi se retiró un año más tarde, la sensación generalizada era que Japón iba camino a la modernización económica.
Sin embargo, una vez más, se habla de un fracaso. La bolsa cayó de manera alarmante y sigue en vía libre en 2008. Según el índice Nikkei 225, las acciones japonesas están 27% por debajo de la suba de julio del año pasado. Los precios de las acciones ahora vuelven a estar a los niveles de setiembre de 2005, ni a la mitad de lo que estaban hace 20 años. En enero, los inversores extranjeros retiraron cifras récord de la bolsa de Japón.
RECUPERACION CON DUDASLas dudas más recientes conciernen a la solidez de la recuperación de cuatro años, durante los cuales la economía creció a un remarcablemente firme 2% anual. Aunque los cálculos más recientes del PBI para el último trimestre de 2007 sugieren un crecimiento por encima del promedio, muchos economistas sugieren que probablemente se hayan exagerado las inversiones y la cifra de crecimiento trimestral quizás sea revisada y bajada. Economistas de Goldman Sachs afirmaron en enero que la economía ya estaba en recesión.
En tanto, en los últimos meses reinó un caos político. Shinzo Abe, que sucedió a Koizumi renunció por problemas físicos y nerviosos en setiembre de 2007 y fue sucedido por Yasuo Fukuda. El caos se desató cuando, en julio, el opositor Partido Demócrata de Japón (PDJ) dirigido por Ichiro Ozawa, pasó a dominar la cámara alta del parlamento. Frenó el impulso de reformas. Así que ahora el presidente del parlamento, Tadamori Oshima, del PDL, y responsable de impulsar la agenda de Fukuda, se desespera porque "inversores y establishments políticos de todo el mundo miran hoy a Japón y concluyen que nosotros los políticos somos incapaces de decidir algo, ni siquiera si poner o no un pie detrás del otro". Si los inversores extranjeros venden, dice Oshima, Japón se torna tan irrelevante como lo fue hace una década.
CRECIMIENTO DEMOGRAFICOEl crecimiento demográfico también amenaza el futuro de Japón. Su población envejece más rápido que la de cualquier economía grande, por lo que los ancianos pasarán a ser una carga para los trabajadores. Hoy, un quinto de los japoneses tiene más de 65 años; para 2015 la proporción aumentará a uno de cada cuatro, o sea aproximadamente 30 millones. Actualmente Japón tiene una tasa de natalidad por debajo de la cifra de reemplazo generacional -relación entre la población joven (0-14) y la vieja (65 o más). Cuanto más alto sea el valor más fácil será que la población aumente en el futuro-: 1,32; y como hay poca inmigración, la población de 127 millones de habitantes ya empezó a disminuir y se achicará cada año aproximadamente 0,6% a lo largo de los próximos 50 años. Se prevé que caerá por debajo de los 100 millones hacia mitad de siglo. Ya hay zonas rurales que se están quedando sin pobladores y cierran los comercios de muchos pueblos pequeños. Sin un crecimiento económico firme, los analistas sostienen que Japón se verá en dificultades, especialmente debido a que el gobierno ha acumulado altos niveles de deuda interna en su intento por afrontar la depresión posterior a la burbuja.
LA BUROCRACIAAunque las empresas están mucho más sanas que hace una década, con menos deudas y operaciones más concentradas, la producción japonesa sigue siendo lastimosamente baja. Como señala Andrew Smithers de la consultora financiwra británica Smithers & Co, una alta inversión y un lento crecimiento implican que el rendimiento de la inversión es aproximadamente la mitad del de Estados Unidos. Al menos las empresas, en particular los exportadores de Japón, han tenido ganancias récord. Pero ahora el impacto del aumento del precio del petróleo sumado al marcado aumento del yen -consecuencia principalmente de la volatilidad del mercado financiero- pone en duda esa rentabilidad.
Si la recuperación de Japón fuese amplia, un desaceleramiento de las exportaciones importaría menos, porque sería compensado por el consumo interno. Sin embargo, a pesar de las repetidas predicciones de los economistas, el gasto interno no subió a la par de las inversiones y las exportaciones. La razón radica en las empresas. Aun cuando éstas tuvieron ganancias récord, acapararon el dinero en lugar de pagar salarios más altos, que se estancaron a pesar de que aumentó el empleo. Ahora que un yen más fuerte y el petróleo más caro se comen los márgenes de ganancias, puede -de acuerdo a los especialistas- que la situación no mejore de manera inminente. Los hogares consumen una menor proporción del PBI que en otros países ricos. Lo que lleva a preguntarse si el camino que eligió Koizumi para sacar a Japón del pantano económico no estuvo errado, al menos en parte.
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