El relato de un despertar sexual diferente

A diferencia de muchos adolescentes que atraviesan su despertar sexual sin grandes sobresaltos, Ayelén Angélico supo que el suyo sería un poco más complicado, cuando a los 14 años descubrió que le gustaban las mujeres y no le quedó más opción que "compartir" este hallazgo con su familia, según relata en el libro XX/XX. Diario de una lesbiana precoz.

"Si quiero ser feliz, tengo que empezar por ser sincera", pensó Ayelén apenas confirmó que su atracción por las chicas no respondía a una sensación transitoria de su recién estrenada adolescencia sino a una pulsión inapelable que terminaría definiendo el curso de su identidad sexual.

"Lo supe desde muy chica: siempre miré mujeres y me daba más vergüenza hablar con chicas que con chicos... eso algo marca, no? -explica Ayelén-. Pensaba que se me iba pasar, pero se volvió un tema recurrente, a los 14 me enamoré de la mejor amiga de mi prima y me di cuenta de que no había vuelta atrás".

No fue fácil para esta ahora joven de 19 años empezar a blanquear una "sexualidad distinta" en su San Nicolás natal, aunque todos los guiones previos que imaginó terminaron superados ese día que su madre la encaró intrigada -y preocupada- por la excesiva atención que le dedicada a la serie sobre lesbianas "The L Word".

"Lo primero que atinó a decirme fue que ellos lo que querían era verme feliz. Iban a apoyarme en mis decisiones, y a acompañarme lo más que pudieran. Y bla bla bla, es la misma sarta de boludeces que te escupen todos en la cara cuando no saben qué decirte. Pero del dicho al hecho...", evoca Ayelén en su libro.

La joven tiene en claro que los tiempos han cambiado y hoy la ambigüedad sexual está a la orden del día, ya sea multiplicada en las imágenes que exhiben fotologs o redes sociales como lo que ya es casi un ritual en todo boliche: las escenas protagonizadas por chicas que "juegan" a que les gustan las de su mismo sexo.

A Ayelén eso la enoja: "A muchas les gusta besarse con otras chicas para calentar los tipos. Es por cosas así que la gente tiene una imagen errada de la mayoría de las lesbianas", apunta.

Ni andar macizo, ni gestos endurecidos: con su vocecita sutil y su estampa de muñeca recién horneada, Ayelén contradice el arquetipo popular que describe a la lesbiana como un híbrido que camina pesadamente y se cierra a la evidencia de lo femenino prescindiendo de maquillaje y vestuario insinuante.

De esa imagen se valió Ediciones B para plantear las sugestivas imágenes tanto de la portada como de las solapas del libro, casi un contraste con el tono candoroso de un relato que hace foco en lo emocional antes que en lo sexual y que no deja resquicio para el regodeo erótico que sí propiciaba una obra similar, Cien cepilladas antes de dormir, de la italiana Melisa P.

XX/XX. Diario de una lesbiana precoz es un recorrido por los gustos, hábitos y contradicciones de una chica que se define como "caprichosa y muy a todo o nada", nada que difiera de los tips de una adolescente convencional si no fuera por el descubrimiento de una sexualidad que va a contramano de las convenciones.

"La idea del libro surgió a partir de pensar que a mí me hubiese gustado tener algo así en los tiempos en los que no tenía claro lo que me pasaba. Cuánto me hubiera ayudado leer que a alguien le pasaba lo mismo que a mí", acota la joven que desde hace siete meses se instaló en Buenos Aires para estudiar psicología.

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